- · El anonimato, la velocidad de circulación de los contenidos y la escasa percepción de riesgo convierten a las redes sociales
- · Las violencias digitales no son ajenas a las dinámicas conocidas de la violencia de género
Lisandra Fariñas
SemMéxico/SEMlac, La Habana, 15 de diciembre 2025.- La violencia contra mujeres y niñas ha encontrado en los entornos digitales un nuevo escenario para reproducirse, amplificarse y, en muchos casos, volverse más difícil de denunciar y sancionar.
El anonimato, la velocidad de circulación de los contenidos y la escasa percepción de riesgo convierten a las redes sociales y plataformas digitales en espacios donde el control, el acoso, la humillación y las amenazas adquieren nuevas formas, pero conservan raíces profundamente machistas.
Ese fue uno de los consensos del espacio de intercambio Únete por la No Violencia de Género, celebrado el 8 de diciembre en la sede de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas (ACNU), en La Habana, a propósito de los 16 Días de Activismo y de los 30 años de la Plataforma de Acción de Beijing.
El encuentro puso el foco en la urgencia de comprender la violencia digital como parte de la violencia de género. Para Etienne Labande, coordinador residente de Naciones Unidas en la nación caribeña, este no es un fenómeno aislado, sino «un medio más para ejercer violencia», con un alcance inédito.
«Tiene un acceso que nunca tuvo antes otro tipo de violencia y llega a muchas más mujeres y niñas», alertó, al tiempo que subrayó la dificultad de identificar responsabilidades, cuando las agresiones se esconden tras perfiles falsos.
Labande llamó a no naturalizar una problemática que ya mostraba cifras alarmantes: una de cada tres mujeres ha sufrido violencia a lo largo de su vida.
Prácticas que mutan, desigualdades que persisten
Desde miradas psicológicas, jurídicas, comunicacionales, educativas y vivenciales, el intercambio promovido durante el panel «Revolución digital libre de violencias» abundó acerca de cómo las dinámicas de control y dominación se reconfiguran en el ámbito digital sin perder su raíz estructural.
Emely Corcho Rosales, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, explicó que las violencias digitales no son ajenas a las dinámicas conocidas de la violencia de género, sino nuevas expresiones de las mismas lógicas de poder y control.
Ciberacoso, vigilancia digital, control de contraseñas o exigencias de disponibilidad permanente forman parte de un entramado que afecta de manera diferenciada a las mujeres.
Corcho alertó sobre fenómenos emergentes en las relaciones de pareja, especialmente entre jóvenes, como el love bombing -un «bombardeo» acelerado de afecto que genera manipulación emocional- y el ghosting, marcado por la desaparición abrupta de la otra persona tras una fase de intensa cercanía.
De acuerdo con resultados preliminares de una investigación en curso, aplicada hasta ahora a 359 jóvenes y que prevé ampliarse a más de mil participantes, estos fenómenos presentan una incidencia superior al 50 por ciento en mujeres, frente a menos del 20 por ciento en hombres, detalló.
Aunque pueden afectar a ambos sexos, Corcho subrayó que las mujeres resultan más vulnerables, debido a construcciones socioculturales que refuerzan la búsqueda del amor ideal y la validación afectiva constante.
Estas dinámicas, advirtió, no solo impactan la autoestima y la seguridad, sino que también moldean las expectativas sobre lo que se considera una relación «normal» o «sana». «Influyen en cómo las jóvenes imaginan sus vínculos, qué modelos de pareja reproducen y qué prácticas llegan a tolerar», alertó.
Ivett Santiago, árbitra internacional de fútbol FIFA y licenciada en Derecho, compartió, desde sus vivencias, cómo la exposición pública que implica el deporte de alto rendimiento convierte a las mujeres en blanco frecuente de agresiones en entornos digitales, un fenómeno que atraviesa no solo a árbitras, sino también a atletas y otras profesionales del ámbito deportivo.
Relató que el acoso suele iniciar con interacciones aparentemente inofensivas -un «me gusta», un comentario- y escalar hacia mensajes insistentes, alusiones al cuerpo, llamadas no solicitadas, envío de imágenes explícitas o amenazas veladas.
Más allá del contenido, subrayó el efecto de estas prácticas. «El objetivo es provocar miedo, limitarte, hacerte dudar de si debes seguir haciendo lo que haces», explicó.
Santiago insistió en la importancia de visibilizar estas violencias en el deporte, un sector donde aún persisten estereotipos de género y resistencias a reconocer el problema. Alertó que el hostigamiento digital no solo impacta la salud emocional, sino que puede empujar a muchas mujeres a abandonar espacios profesionales conquistados con esfuerzo, dijo.
Retos para el derecho y la justicia
Arlin Pérez Duharte, profesora titular de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, señaló que el derecho enfrenta hoy un desafío enorme para
responder a violencias que ocurren en un espacio «sin fronteras claras», entre lo virtual y lo presencial.
Explicó que no toda violencia digital constituye un delito penal, pero sí puede vulnerar derechos constitucionales como el honor, la intimidad, la imagen o el derecho a una vida libre de violencia.
Pérez Duharte explicó que, aunque algunos delitos como la amenaza, el acoso o el ultraje sexual ya contemplan escenarios digitales, el legislador cubano incluyó una circunstancia agravante: si un delito se comete utilizando medios tecnológicos, la sanción puede acercarse al máximo previsto para la conducta.
Esta medida permite que las herramientas jurídicas se adapten a los nuevos escenarios, incluso cuando la normativa no cubre expresamente la violencia digital, precisó la jurista.
No obstante, advirtió sobre obstáculos recurrentes: la falta de denuncia, la dificultad para identificar al agresor y los complejos procesos de prueba digital. «Puedes tener una víctima, pero si no tienes un victimario identificable, no hay proceso», resumió.
A ello se suma la necesidad de mayor preparación de operadores jurídicos y el diálogo constante entre legisladores y sociedad civil, para comprender estas violencias con enfoque de género y derechos humanos y adaptar el marco legal frente a prácticas que evolucionan con rapidez en el mundo digital, dijo.
Educación, alfabetización y corresponsabilidad
Para Elena Nápoles, oficial del Programa de Comunicación e Información de la Oficina Regional de Cultura de la Unesco, la violencia digital no puede analizarse sin comprender la complejidad del ecosistema informacional actual. «Vivimos, nos relacionamos y nos enamoramos en línea. No hay una separación tajante entre lo virtual y lo real», sostuvo.
Nápoles advirtió que estas tecnologías amplifican prácticas de violencia ya existentes y permiten nuevas formas como la extorsión, los chantajes con información íntima o los deep fakes, capaces de fabricar contenidos falsos para dañar reputaciones.
Frente a ello, defendió la alfabetización mediática e informacional como una tarea urgente que involucra a escuelas, familias e instituciones.
Esta alfabetización, explicó, no solo busca brindar herramientas técnicas para identificar y denunciar contenidos dañinos, sino que también ayuda a desarrollar criterios críticos para comprender cómo circula la información y la influencia de las dinámicas digitales en las relaciones y en la percepción del poder y la autoridad.
Nápoles subrayó que la responsabilidad no recae solo en los individuos, sino que es necesario fortalecer políticas públicas, protocolos educativos y acompañamiento institucional que articulen la prevención, la denuncia y la protección de las víctimas, evitando culpabilizarlas.
La especialista advirtió que la escasez de datos sobre estas violencias limita la capacidad de respuesta y subrayó la importancia de la investigación académica para generar evidencia.
Geydis Fundora, socióloga y directora de la filial cubana de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso Cuba), llamó a reconocer que la violencia digital no afecta a todas las personas por igual, sino que se cruza con el racismo, la discapacidad, el territorio y otras desigualdades.
Sobre esa mirada interseccional, que exige respuestas más complejas, también faltan datos, señaló.
Durante el intercambio emergió, igualmente, el papel de las masculinidades. El periodista Jesús Muñoz compartió su experiencia de más de una década en espacios donde los hombres reflexionan sobre sus masculinidades y trasladan esos aprendizajes a la comunicación, la academia, el deporte y otros ámbitos.
Muñoz reconoció avances en el activismo presencial y académico, pero señaló que en los espacios digitales persisten retos, ya que muchos hombres comprometidos con la igualdad temen el bullying, la exposición e incluso a las repercusiones profesionales.
El periodista subrayó que estas dinámicas reflejan cómo opera el patriarcado y los privilegios asociados al género. El desafío consiste en traducir el activismo de espacios controlados y seguros a un entorno global y expuesto, donde las propuestas de masculinidades emancipadoras compiten con discursos fundamentalistas y tradicionales, agregó.
Las panelistas coincidieron en que salir de las redes no es una solución viable en una sociedad cada vez más digitalizada. «No estar hoy es no participar. El desafío es construir entornos digitales más seguros y respetuosos«, sostuvo Elena Nápoles.
En el espacio también se presentó el número 63 de la revista Sexología y Sociedad, publicación del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) que desde hace más de tres décadas articula investigación científica, educación y activismo por los derechos sexuales y reproductivos.
SEM-SEMlac/lf



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