Lorena Piedad
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 1º. de septiembre, 2021.- En un ejercicio de investigación le pregunté a las mujeres de mi entorno si alguna vez habían sufrido acoso sexual callejero, todas, sí, todas contaron sus anécdotas que incluían: miradas lascivas, comentarios sobre su cuerpo, tocamientos, piropos.
Los piropos, al menos en México, son una práctica machista que se adoptó como cultural para enfatizar en la “galanería” de los hombres y en su capacidad de “halagar” a las mujeres. Es decir, en este país no debes ofenderte porque opinen sobre tu cuerpo “porque nada más es un piropo”, ante el hecho, una debe mostrarse agradecida y privilegiada por ser aprobada ante la mirada masculina.
¿Recuerdan la famosa fotografía Cuando una mujer guapa parte plaza en Madero, de Nacho López de la década de 1950? Cuando en su “experimento social” siguió con su cámara a la actriz Maty Huitrón para captar “cómo despertaba el interés de los hombres”. ¿Han observado la imagen con detenimiento? La mirada lasciva del hombre de camisa blanca que se toca el pecho con la mano izquierda, tres hombres detrás de él sonriendo porque el piropo es un privilegio. ¿Para quién?
El piropo es la antesala de la agresión sexual porque es acoso verbal, por tanto, el lenguaje es un arma de acoso sexual hacia las mujeres. Y las cifras hablan porque la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) reveló que casi 5 millones de mujeres fueron víctimas de delitos sexuales y/o acoso callejero durante el segundo semestre de 2020 y de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), siete de cada diez mujeres han sido agredidas sexualmente en el espacio público.
Como un recuento de lo que vivimos a diario, ayer un hombre me gritó “que guapa” mientras pasaba en su bicicleta, otros hombres rieron; hace unos días mientras viajaba en un autobús me percaté de que un hombre de aproximadamente 45 años iba masturbándose a lado de una niña de más o menos 13, la cambié a mi asiento y en su mirada encontré miedo. ¿Qué tiene que me griten guapa pues debo sentirme halagada porque me aprueba el género masculino? ¿Qué tiene que un hombre agreda sexualmente de esa manera a una niña? No la tocó, no le hizo nada, solo masturbarse frente a ella. Lo mío es piropo y lo de ella no es violación. Que exagerada.
El piropo es algo que se aprende desde que un niño escucha como un adulto aprueba a una mujer por su cuerpo, su rostro o su forma de vestir, ya sea en la televisión, en espacios públicos o familiares o en cualquier entorno. Es una prueba de lo normalizada que está la violencia en nuestro país.
El lenguaje desde los primeros tiempos es el arma del sometimiento, pregúntate si en algún momento de tu vida te sentiste incómoda por el comentario negativo que hizo un hombre sobre ti (físico o emocional). ¿Cómo es que no sería un aliado de las agresiones en la calle?
La página de Internet “Piropos mexicanos para toda ocasión”. ¿Es real? Sí y publica: “Nos hacen sonrojar, nos hacen sonreír y algunos otros nos hacen enojar. Llegan a ser románticos o hasta con un poco de picardía, para muchos es una manera de coquetear. Y bueno pues ¿a quién no le gusta que le echen un buen piropo? Por ello, hoy les venimos manejando lo que son piropos mexicanos para toda ocasión. Desde el piropo celestial, el que es para enamorar, aquel que nos hace ponernos colorados (sic)”.
Reescribo: ¿A quién no le gusta que le echen un buen piropo? A mí no, aunque me digan exagerada, loca o que oculto el placer que me genera que alguien opine para aprobar o desaprobar mi físico. No, no me gusta. No lo apruebo y creo firmemente que es un ejercicio de sometimiento, es una práctica machista que no “es parte de la picardía mexicana”. No es piropo, es acoso normalizado.