Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 1º. de septiembre, 2021.- El 31 de agosto de 1971 la selección de futbol mexicana llegó a una final, es cierto, no ganaron, pero resultar subcampeonas, esas jugadoras lograron una hazaña admirable que hasta ese momento no había logrado la selección masculina que un año atrás había sido anfitriona del Mundial México 70. Esas mujeres futbolistas fueron:
Portería: Elvira Aracén y Yolanda Ramírez.
Defensa: Irma Chávez, Martha Coronado, Bertha orduña, Paula Pérez y Lupita Tovar (capitana).
Media Cancha: Elsa Huerta, Alicia “Pelé” Vargas y Patricia Hernández.
Delantera: Silvia Zaragoza, María Eugenia “Peque” Rubio, Eréndira Rangel, Sandra Tapia, Teresa Aguilar, Lourdes de la Rosa y María Hernández.
Los periódicos de la época cubrieron cada partido y dieron primera plana a las mexicanas. Las fotos del primer encuentro mostraban un estadio azteca lleno y ellas levantaban los brazos como muestra del triunfo pues habían vencido a las argentinas tres goles contra uno. Se destacó la calidad deportiva de María Eugenia “Peque” Rubio y se le dio voz a la capitana del esquipo, Lupita Tovar. quien declaraba convencida: “Siempre tuvimos confianza en que íbamos a ganar”. Se les da voz a las jugadoras y en un título sintetiza el ambiente: “Un vestidor lleno de felicidad”. En su crónica, los periodistas detallaron aspectos que se pueden considerar muy femeninos, pero a la vez mostraban respeto por la manera de ser de las jugadoras. Cabe destacar que uno de los textos periodísticos fue escrito por la periodista Rosa María Roffiel, de Excélsior:
“Dos minutos después de que el árbitro dio el silbatazo que ponían fin al juego y marcaba la primera victoria para México en el II Campeonato Mundial de Futbol Femenil, una ola de muchachas en uniforme verde y blanco irrumpió en la capilla instalada en los vestidores del equipo mexicano. Todas se arrodillaron ante una imagen de la Guadalupana; algunas lloraban.
Fotógrafos y reporteros respetaron este momento y esperaron a que las jugadoras dieran gracias por el triunfo contra el equipo argentino.
En un rincón, Alicia Vargas, marcada con el número quince, sollozaba cubriéndose el rostro con las manos. Sus compañeras trataban de consolarla: ¡Otra vez será, Alicia ¡Tienes que estar contenta, de todas formas, ganamos!
Alicia, considerada como uno de los mejores elementos del equipo, no llegó a pisar la cancha, ya que no hubo necesidad de hacer cambios.
El profesor Víctor Manuel Meléndez, entrenador de la selección, no podía ocultar una sonrisa de satisfacción al tiempo que contemplaba a sus “niñas”, rodeadas por veintenas de personas que querían felicitarlas.”
En el segundo partido, el encabezado de La Prensa decía: “México goleó a Inglaterra 4-0 y clasificó para semifinales. Alicia Vargas jugó en grande y fue la clave”. Se les entrevistaba y en sus declaraciones las mexicanas explicaban sus estrategias de juego, daban a conocer que habían sido golpeadas durante el juego, mostraban los moretones, se quejaban del dolor, pero nadie les borraba la sonrisa del triunfo.
Al terminar el tercer partido, esta vez contra la selección italiana (a la que se le ganó 2-1), hubo una bronca, resultado de la impotencia de las rivales para poder superar a México.
“Las mexicanas estaban al tú por tú, respondiendo los hachazos que les habían llegado. Una jugadora mexicana cayó lastimada y mientras la atendían, la italiana María Rosaria Castelli armó la bronca al descargar fuerte puñetazo a Silvia Zaragoza, y allí empezó todo.
Histérica, la Castelli les aprendió a golpes contra todos y la cosa se generalizaba cuando lograron con mucho trabajo controlar a la jugadora, que en el juego tiraba todavía golpes y puntapiés.
Aquí intervinieron las señoritas policías, jugadoras de las bancas, entrenadores e incluso hasta fotógrafos trataban de calmar la cosa…
Con el pómulo inflamado, a resultas de un golpe (vulgo descontón). Silvia Zaragoza, extremo del equipo mexicano, intentaba reflexionar cómo estuvieron las cosas, donde ella no salió bien librada.
Abrazando su oso de peluche, que veló sus magníficas intervenciones al fondo de la cabaña, la portera mexicana Elvira Aracén reposa agotada y se toma el oído izquierdo, donde fue lastimada por un puñetazo italiano que al fin de cuentas no supo de dónde llegó. Al término del encuentro que bien ganaron las mexicanas, Elvira sufrió una ligera crisis nerviosa.”
Después, ellas perdieron la final, hace justo 50 años, un 30 de agosto de 1971, tres goles a cero. Si bien la prensa descalificó primero su manera de jugar, las crónicas se fueron más a detallar reacciones calificadas de “naturales en las mujeres”. Así, al terminar el partido Elsa Huerta fue sorprendida por el fotógrafo de El Universal, ella estaba en un rincón del vestidor, sentada en el piso “anegada en llanto”. Otro diario dio a conocer en su crónica: “En un mar de lágrimas y sidra convirtieron el vestidor mexicano ya que los mismos directivos las consolaron, asegurándoles que el haber llegado a la final ya era un triunfo moral”.
“Se dio les dio voz para explicar la derrota, pero a la vez para consolarlas:
Inconsolable… reflejando en su rostro una profunda tristeza y con el llanto entrecortado, Alicia “Pelé” Vargas habló para El Universal.
Le escurrían las lágrimas por su delgada cara, todavía sudorosa por la fragosa batalla que libraron ante las danesas a las que no pudieron vencer.
Las danesas fueron superiores en velocidad y eso fue suficiente para que nos derrotaran”, dijo la seleccionada mexicana que no dejaba de manifestar su dolor por la derrota.
Se le preguntó si había quedado satisfecha con el juego que dio en la línea media y nuevamente la “Pelé” Vargas agachó la cabeza y volvieron a escurrir las lágrimas. Se acercó Xóchitl –la muchacha emblema del mundial femenil- y empezó a consolarla.
Ya más calmada, Alicia dijo que no pudo desarrollar el juego más efectivo en la línea media como en anteriores ocasiones.
Alicia recibía abrazos a cada instante y la palmada en la espalda para consolarla, sin importar que hubiera perdido, pero ella mostrando su pundonor deportivo, no dejaba de reflejar en su cara la amargura de no haber podido lograr el campeonato para México.”
Pese a la derrota, la prensa valoró el esfuerzo de las mexicanas, sin embargo, el periódico más popular por ser especializado en deportes, Esto, a través de su columnista más destacado, publicó una reflexión que delataba que pese a lo que ellas habían logrado, a comportarse como mujeres jugando futbol, fuertes y aguerridas, no había sido comprendida su participación en el llamado “juego del hombre”:
“Indudablemente, de no haber sido por ellas, por su entusiasmo para practicar un deporte que no está hecho para las características físicas de la mujer, la gigantesca promoción realizada para convertir un brillante negocio el Campeonato Mundial de Futbol Femenil, hubiese fracasado. Sería necio negar que lo primero fue morbo y curiosidad, convirtiéndose por obra y magia de la verdad del esfuerzo, del entusiasmo y el deseo de vencer, en un interés colosal que obligó a meditar seriamente en lo que puede ser el futbol femenil en nuestro medio. Creo sinceramente que el futbol es un deporte hecho por y para varones. Que la reciedumbre y el choque que caracterizan esta actividad deportiva no van con las características orgánicas y fisiológicas de la mujer. A las damas les costará trabajo llegar a dominar la técnica, aspecto fundamental del futbol, de la misma manera que no les será posible poseer los reflejos y la elasticidad que se requiere para una tarea en la que el esfuerzo y derroches físicos son fundamentales. Pero creo que el futbol femenil tiene un futuro que será brillante como espectáculo si saben sus dirigentes aprovechar lo que de entusiasmo e interés ha provocado”.
Después de la gran prueba, de llenar el estadio Azteca, de lograr un subcampeonato mundial, de ser entrevistadas y fotografiadas en primera plana, al terminar el campeonato, el ritmo de vida no continuó para fortalecerlas, se les fue olvidando poco a poco:
Respetamos y aplaudimos el esfuerzo que hacen las chamacas que capitanea Lupita Tovar, pero no hay que trasponer ciertos límites. A pesar de las hazañas de la peque Rubio, seguimos pensando que el futbol es uno de los deportes que no va con la condición de la mujer, que al realizar un movimiento brusco dejan de lado lo femenino.
Si los columnistas de aquella época ahora vieran a Mia Hamm, Megan Rapinoe, Brigit Prinz o Michelle Akerz o a nuestra Maribel Domínguez “Marigol”, a tantos equipos de niñas y un mundial ya reconocido por la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), tal vez tendrían que reconsiderar, posiblemente borrarían sus argumentos, sin duda, reconocerían la presencia de las mujeres en este deporte. Es cierto, todavía hace falta mayor reconocimiento, menos discriminación, pero debe destacarse que en México esta historia tuvo un principio, la selección de 1971, que a 50 años de su hazaña debemos evocar con orgullo, y con su ejemplo quitar la interrogación para afirmar: El futbol sí va con la condición de la mujer.