Rocío Fiallega
SemMéxico, Cd. de México, 4 de septiembre, 2021.- Cuando leí “Dos veces única” de Elena Poniatowska me quedó la cosquilla de dónde conseguir el libro que escribió Guadalupe Marín: “La única”. No aparecía por ningún lugar hasta que la UNAM, a través de su colección Vindictas, logró publicar este maravilloso hallazgo, publicado por primera vez en 1938.
Lupe Marín es Marcela. No, Lupe Marín es mucho más, sin embargo, usando la autobiografía literaria como modelo, con este personaje nos invita a conocer sus reflexiones, a acompañarla en esta historia en la que en tres partes nos cuenta primero su vida entre divorcios (saliendo de la relación con Diego Rivera y entrando y saliendo de la de Jorge Cuesta), luego su viaje a Europa y después una Conclusión en la que reconocemos su convicción y fortaleza.
“La única” nos ofrece una lectura de una mujer y de una época, hay que verla con esos ojos. Lo impactante es la autenticidad con la que habla de su propia vida, su visión de la maternidad, la enfermedad y las infidelidades. No esperemos encontrar a una feminista o a una mujer de izquierda, ni a una víctima o una victimaria, ella también es producto de su tiempo y su temperamento.
El periplo de su viaje la lleva a conocerse y a vincularse con lo aprendido hasta ese momento, y también piensa en “haber estado a la orilla de la muerte y de sentirse siempre sola”, también reafirma sus convicciones y se da cuenta de lo que ha dependido sobre el juicio de los otros, y se acuchilla sola cuando dice “subrealistas”, pero en el fondo busca lo que buscamos todas: ser en este mundo.
En sus conclusiones, trato de imaginarme la expresión de sus ojos claros cuando manifiesta: “¿Acaso no es el arte lo único por lo que vale la pena vivir? ¿No hay más belleza que cuando artísticamente exhibimos nuestras pasiones, que cuando burdamente queremos ocultarlas y se nos descubren?… ¿Acaso el moldearnos a la sociedad, no es perder nuestra personalidad, no es vulgarizaros y no es abaratarnos, por más que el molde al que nos sujetemos esté hecho por el mejor artista, con los mejores deseos y las más finas intenciones?” También cuando dice “Una vida sin peligros es despreciable. Yo creo que hay que arrojarse a las pasiones para estar seguras de qué tanto se vale”.
La propia Simone de Beauvoir al escribir “Los Mandarines” nos habla de la intelectualidad de su tiempo, reconociendo en sus personajes a quienes forjaron los caminos filosóficos y sociológicos de su tiempo; pero “La única” salió de circulación tres años después de su publicación por hablar de personajes “públicos” como el Secretario de Educación Pública Narciso Bassols, además de recibir una dura crítica en su época.
Con su portada diseñada por Diego Rivera en la que aparece la cabeza de Cuesta en una bandeja y la propia Lupe Marín bicéfala, hoy podemos apreciar esta obra en gracias a esta nueva publicación. Bastantes libros de mujeres del siglo XX faltan para que podamos redimensionar las aportaciones literarias que forman parte de nuestra identidad.