Elvira Hernández Carballido
- A las feministas no nos interesa el poder. Las feministas deben admitir que les interesa el poder, poder para transformar, poder para crear una sociedad democrática.
- Las feministas hacemos política de otro modo. Hasta el momento la política hecha es atrasada, arbitraria, victimizada y manipuladora. La política mejorará en cuanto se acepte la unidad en la diversidad.
- Todas las feministas somos iguales. Somos diferentes, se debe aceptar la disparidad.
- Existe una unidad natural por el solo hecho de ser mujeres. No caer en el mujerismo.
- El feminismo solo existe como una política de mujeres hacia mujeres. Es una de las grandes contradicciones con la idea del feminismo como fuerza transformadora.
- El pequeño grupo es el movimiento. Se debe dejar de idealizar, evitar los guetos.
- Los espacios de mujeres garantizan por sí solos un proceso positivo. Debe aceptarse que entre mujeres puede haber debates, no coincidencias, procesos negativos que deben dejar una enseñanza.
- Porque yo mujer lo siento, vale. Un error fatal creer que el cuerpo de mujer garantiza validez a las propuestas surgidas.
- Lo personal es auténticamente político. Se cae en arbitrariedades al generalizar o volverlo una simple consigna.
- El consenso es democracia. No debe confundirse en consenso con la unanimidad.
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 13 de octubre, 2021.- 21 de octubre de 1987, el IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe se llevaba a cabo en Taxco, Guerrero, donde mil quinientas mujeres se reunieron para reflexionar, compartir, debatir y reconocer los caminos recorridos, los retos latentes y las construcciones que podían fortalecer, pero también crear falsos espejos.
Por ello, entre las diversas actividades y acciones que se desarrollaron en esa época destacaron estos 10 puntos, donde se advertían 10 mitos feministas y con 10 argumentos sólidos se proponía derribarlos. El documento llevó por nombre «Del amor a la necesidad» y representó la esencia de ese evento. Participaron en su contenido: Por Argentina, Haydée Birgin (Argentina). De parte de Perú Virginia Vargas, Victoria Villanueva, Celeste Cambria y Fresia Carrasco. Las chilenas Viviana Erazo, Adriana Santa Cruz y Margarita Pisano. Por México Estela Suárez y Marta Lamas. El texto fue resultado del taller «La política feminista en América Latina» donde este grupo reflexionó y reconoció los avances y retrocesos logrados hasta ese momento.
Es interesante revisarlo a 35 años de su creación. ¿Cuánto hemos cambiado? ¿Qué no ha cambiado? ¿Cuáles son los retos en este siglo XXI? ¿Quiénes avientan o esconden la primera piedra? Releer a las feministas del ayer, sacude nuestro pasado y alerta nuestro futuro. Existen puntos que reconozco latentes como mitos, advierto argumentos que hoy se han vuelto sombra y maldición, lamento haber vivido situaciones que confirmaron esas argumentaciones, ignoro si he logrado desmitificar mi propio feminismo, tan abnegado, tan de cubículo, tan apasionado, tan único, despeinándose en esta columna, compartiéndose en un salón de clases, silenciado cuando me siento traicionada por quien creía aliada, fortalecido cuando encuentro más cómplices porque, pese a todo, no he detenido mi andar.
Y pese a estos 35 años transcurridos, todavía creo en esta perspectiva, todavía me mueve y me duele, me provoca e inspira. Destaca todavía, desde el inicio de ese documento, el planteamiento y la postura de quienes lo escribieron:
“Hemos desarrollado una lógica amorosa -todas nos necesitamos, todas somos iguales- que no nos permite aceptar el conflicto, las diferencias entre nosotras, la disparidad entre mujeres. Para demostrar este entretejido es necesario acabar con esta lógica amorosa y pasar a una relación de necesidad. Las mujeres nos necesitamos para afirmar nuestro sexo, para tener fuerza. Asumiendo la lógica de la necesidad reconocemos nuestras diferencias y nos damos apoyo, fuerza y autoridad. En otras palabras, si reconocemos que otra mujer tiene algo que nosotras no tenemos -mayor capacidad organizativa, mayor desarrollo intelectual, mayor habilidad para ciertos trabajos- entonces le damos nuestra confianza, la valorizamos y la investimos de cierta autoridad. Porque en su fuerza encontramos nuestra fuerza y nos valorizamos como mujeres. La fuerza de una mujer es la fuerza de las mujeres.”
La señora de casi 6 décadas que hoy soy, evoca a la jovencita que fue como reportera ingenua y novata a este encuentro realizado en Taxco. Cuestiones que no entendí en ese momento, ahora son tan claras. Situaciones que juré no me pasarían, desgarraron mi utopía. Charlas honestas con otros espejos, me obligaron a reconocer todos los reflejos posibles.
Por eso, creo este texto ya es histórico y que puede ser provocador/conciliador/motivador/ transformador leerlo, conocerlo, volverlo a leer. Fue posible publicarlo en aquellos tiempos sin redes sociales, gracias a quienes se encargaron de ser las coordinadoras de todo el encuentro: Amalia Fisher, Ángeles Necoechea, Eli Bartra, Julia Barco, Lucero González y Bertha Hiriart y editaron una memoria de ese encuentro feminista. Revista Fem y el suplemento Doble Jornada lo difundieron en sus páginas.
Hoy, 35 años después, todas ellas, cada uno de esos espacios y las mismas reflexiones surgidas entre el amor y la necesidad representan una serie de evocaciones que muestran la manera en que el movimiento feminista se ha construido, reconstruido, reinventado y renovado. El encuentro fue escenario de infinidad de talleres que lo mismo debatían sobre el cuerpo y la sexualidad, la maternidad y el lesbianismo, el lenguaje sexista y la religión. Las charlas y discusiones que se desarrollaron durante esa semana de octubre donde todas tuvimos voz, donde nos escuchamos para identificarnos o para marcar respetuosos límites.
«Hemos desarrollado una lógica amorosa -todas nos necesitamos, todas somos iguales- que no nos permite aceptar el conflicto, las diferencias entre nosotras, la disparidad entre mujeres. Para demostrar este entretejido es necesario acabar con esta lógica amorosa y pasar a una relación de necesidad. Las mujeres nos necesitamos para afirmar nuestro sexo, para tener fuerza. Asumiendo la lógica de la necesidad reconocemos nuestras diferencias y nos damos apoyo, fuerza y autoridad. En otras palabras, si reconocemos que otra mujer tiene algo que nosotras no tenemos -mayor capacidad organizativa, mayor desarrollo intelectual, mayor habilidad para ciertos trabajos- entonces le damos nuestra confianza, la valorizamos y la investimos de cierta autoridad. Porque en su fuerza encontramos nuestra fuerza y nos valorizamos como mujeres. LA FUERZA DE UNA MUJER ES LA FUERZA DE LAS MUJERES.»