- A propósito del gabinete de Gabriel Boric
- Los ojos con que se mira a las mujeres en posiciones de poder son generalmente más crítico
Drina Ergueta
SemMéxico, La Paz-Bolivia, 24 de enero, 2022.- Aplausos, críticas y sobrecarga de expectativas en el nuevo gabinete ministerial chileno donde las mujeres ocupan el 58,3 por ciento de las carteras.
Mientras en Bolivia algunos medios no paran de pronosticar un inminente cambio de gabinete de gobierno y varios sectores sociales reclaman allí su representación, en Chile el presidente electo, el izquierdista Gabriel Boric, marca el inicio de su gestión como el gobierno latinoamericano en el que más mujeres asumen cargos de ministras y este aspecto hace que se le ponga una especial atención añadida.
¿Qué relevancia tiene que haya más mujeres ministras en un gabinete? Tiene que ver con que “es una cuestión de justicia”, dijo a Textura Violeta la profesora universitaria y ex codirectora del Máster de Género y Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, Juana Gallego, para quien este asunto debería ser normalizado y, por ello, no llamar la atención en los medios. Pero lo hace.
Habrá que ver las acciones de este gabinete feminizado, ya que los ojos con que se mira a las mujeres en posiciones de poder son generalmente más críticos: se espera mucho más de ellas inclusive desde el feminismo, mientras que, desde sectores masculinizados, conservadores o progresistas, las características de esa crítica son también particulares.
Una magnífica noticia
Que el gabinete ministerial chileno sea femenino en un 58 por ciento, “me parece una magnífica noticia. Creo que las mujeres, como la mitad de la población, tienen que estar representadas en todos los ámbitos y niveles. Es una cuestión de justicia”, dijo Gallego desde Barcelona.
De hecho, un ejemplo de gobierno con amplia presencia femenina es el español, donde el 63 por ciento son mujeres y se considera a sí mismo como “el más feminista de la historia”, aunque desde sectores precisamente feministas es constante el reclamo de atención al control y erradicación del feminicidio y demás violencias machistas, así como demandas relacionadas a temas como la brecha salarial, la conciliación laboral, la ruptura del techo de cristal, los presupuestos con visión de género, además de asuntos conflictivos como la prostitución y los vientres de alquiler, entre otros que evidencian aún las diferencias y desventajas de las mujeres en relación a los hombres.
En Europa se considera que muchas de las demandas de igualdad se han logrado de manera más evidente que en el resto de países del globo y Chile, con el nuevo gabinete, se asemeja en este punto a las cifras que se observan cada vez con mayor frecuencia en países de este lado del Atlántico. El Instituto Europeo de Igualdad de Género y con datos al primer semestre de 2021 indica que los países más paritarios son, después de España, Lichtenstein (60 % de mujeres), Suecia (52,2 %), Finlandia (52,6 %), Francia (51,2 %) y Portugal (40 %).
En tanto que las últimas cifras del Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe señala que estos países tienen en promedio un 28,5 por ciento de mujeres en los gabinetes ministeriales de los gobiernos. Con cifras más bien bajas, en América Latina sólo Costa Rica llega al 55,17 por ciento de mujeres en el gobierno y Colombia tiene un gabinete paritario con un 50 por ciento. También es paritario (y “el más diverso de la historia”) el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica.
Bolivia actualmente está muy lejos de la paridad en su gobierno, cuenta con 16 ministerios de los cuales tres están encabezados por mujeres, un 18 por ciento.
En Bolivia, “en el período 1993-2021 (casi tres décadas de democracia) la presencia de mujeres como ministras ha sido minoritaria y en algunos momentos francamente marginal. Solo se registra un momento especial que duró dos años (2010-2011) en el que se conformó un gabinete paritario. Fue un gesto muy valioso de reconocimiento a las mujeres, pero duró poco. Y no se repitió. Más allá de la excepción, las ministras rondaron en promedio una quinta parte de los diferentes gabinetes”, señala el último informe sobre participación política de las mujeres elaborado por Oxfam en Bolivia, la Coordinadora de la Mujer y el CESU-UMSS.
Mujeres florero
Así como se ha interpretado que el origen político de la mayoría de ministros y ministras (entre independientes y socialdemócratas) muestra que el chileno será un gobierno más bien moderado dentro de la izquierda, el hecho de que haya 14 mujeres en un equipo de 24 carteras ministeriales también señala intenciones.
Pero es esta moderación hacia la izquierda la que genera alguna crítica y se ensaña contra las mujeres porque estarían siendo ‘usadas’ para generar una imagen más progresista de la que en realidad tiene. Es así que el analista de izquierda boliviano, Lorgio Orellana, escribió en redes sociales: “Más de socialismo decorativo: ‘¡que la nieta de (Salvador) Allende dirija el Ministerio de Defensa en Chile!, ¡que 14 de sus 24 ministros son mujeres!”.
Aunque Orellana luego se empeñó en aclarar que refería a ese socialismo que sólo aplica medidas superficiales, como nombrar a Maya Fernández como ministra usando el simbolismo de su abuelo, al parecer, que se nombre mujeres ministras hace que la medida sea también decorativa. Relacionar a mujeres con la decoración, llamar mujeres florero a quienes se asume que están en algún lugar que no les corresponde es común.
“Es importante que haya mujeres, por justicia”, reiteró Gallego y dijo que, como a cualquier hombre, luego se pueden criticar sus acciones. “Otra cosa es que estas mujeres sean feministas y quieran llevar a cabo políticas feministas o simplemente ocupen este lugar de poder, pero no tengan conciencia feminista o abracen políticas contrarias a las reivindicaciones de las mujeres”.
Que gobiernen los mejores
Frente a una propuesta de que el gobierno de Bolivia sea coherente con su medida de declarar el 2022 como el “Año de la revolución cultural para la despatriarcalización” y nombre un gobierno paritario, Antonio Saravia, articulista de un diario boliviano, señalaba en un twitt: “¿Por qué lo deseable no es elegir a los mejores sin que importe su sexo?”
“Eso parece que lleva a pensar que las mujeres tienen que demostrar que son las mejores, mientras que a los hombres se da por supuesto que lo son; pues no todos los hombres que han accedido al poder son los mejores, con frecuencia son mediocres. Las mujeres también tenemos derecho a la mediocridad”, afirmó Gallego.
Decir que no importa el sexo, sino que sean los mejores, “siempre es una manera de cuestionar el acceso al poder de las mujeres, porque parece que acceden por otras razones ajenas a su valía profesional. Es como si se dijera: ‘si no son mejores que los hombres no se las debe elegir’. En cambio, nadie dice que los hombres tengan que ser mejores que las mujeres”, agregó.
El gobierno de “los mejores” viene de la idea clásica de aristocracia de Platón, que implica un gobierno de sabios varones, donde no caben mujeres ni personas esclavizadas, al igual que en la democracia ateniense. En la actualidad, la idea de “los mejores” es muy discutible ya que antes habría que determinar “mejor en qué” y por ello también se la relaciona con las élites y las diferencias de clase, ya que unos tienen mayor acceso a la educación formal y especializada mientras que otros no, y es aquí donde las mujeres tienen desventajas y restricciones sociales, así como las personas racializadas.
Mujeres a examen
Finalmente, y muy relacionado al punto anterior, hay un aspecto que pesa mucho sobre las mujeres y es que ellas “siempre son examinadas con mayor severidad, y se les exige más. Eso tiene que cambiar porque es injusto”, señaló Gallego.
De hecho, el informe “La Paridad más allá de la paridad” de Oxfam dedica un apartado a las representaciones sociales sobre la mujer política y que no pesan sobre los hombres. Mencionan, por ejemplo, que se representa a las mujeres políticas como ‘más sensibles’ y mejor preparadas para criar a los hijos “en consecuencia, son supuestamente menos aptas para otro tipo de actividades consideradas ‘duras’, como la acción política”. Dicha sensibilidad no representa a lo masculino.
También está la mujer política con ‘virtuosidad’ innata, con “una superioridad moral para velar por la patria y erradicar las prácticas corruptas de la política. La honradez, la falta de ambición y su rol de intercesoras fueron rasgos frecuentemente señalados como características valorables del liderazgo femenino (…), en consecuencia, existe la posibilidad de una sobrevigilancia respecto a su desempeño”, señala el informe.
La mujer política ‘sin experiencia’ es también otro clásico y “una de las principales excusas” para frenar su participación política de liderazgo, ya que se dice que “’no hay mujeres’ con las capacidades requeridas para ser candidatas”, agrega el informe que finalmente apunta también la idea de la supuesta enemistad natural entre mujeres que, junto a las anteriores representaciones, “resultan siendo funcionales a la cultura patriarcal por cuanto buscan actualizar, profundizar y perpetuar ciertos roles y características que homogenizan el comportamiento de las mujeres en la política”.
En suma, que haya más mujeres ministras o con roles de liderazgo en la política es un debate que no acaba y ello no es buena señal de esa sociedad. Por eso, para la profesora de Periodismo, Juana Gallego, lo ideal sería que “la noticia no debiera incidir en que las mujeres son mayoría, sino considerar algo normal que las mujeres son representantes de la humanidad en la misma medida que lo son los hombres. Lo que importa es poner el acento en sus proyectos, en las políticas que van a llevar a cabo (…) Incidir en que son mayoría parece que se quiera dar a entender que ya están pasándose de la raya, que están ocupando más espacio del que les corresponde. Ocupan ni más ni menos el espacio que representan en la sociedad”.
SEM/de/sj