- El trabajo informal en el que participamos las mujeres nos expone a la precariedad, desigualdad, discriminación y violencia.
Lourdes López Ayala
SemMéxico, Ciudad de México, 14 de julio del 2022.- Seguramente te suenan frases como “entrego en punto medio” o “mañana cierro pedidos”. Tal vez tú misma las has dicho y, al menos en México, estas palabras son el signo de la economía informal a la que muchas mujeres se han visto orilladas: las “Nenis”.
Venden por catálogo, hacen pasteles o joyería artesanal, tienen un puesto en el mercado, ofrecen comida en la puerta de su casa o realizan labores de limpieza para otras personas, entre tantas de las actividades que se consideran parte de la informalidad.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la economía informal emplea al 60 por ciento de la población activa mundial. En México, representa el 28.3% de ésta, de acuerdo al informe del INEGI del primer trimestre de 2022.
La misma OIT señala que la informalidad es una actividad económica “invisible” al Estado por razones de evasión fiscal o de controles administrativos. Pero no pondré el dedo en el renglón impositivo, que para ello el presidente ya se encargó con su política persecutoria, aunque su administración ha sido incapaz de promover el empleo formal digno, especialmente para las mujeres.
Un mundo de informalidad
Mujeres y hombres en la economía informal, de las investigadoras Florence Bonnet y Vicky Leung, colaboradoras de la OIT.
En el caso mexicano, en promedio, las mujeres tienen un mayor porcentaje de ocupación en el sector informal. Desde el tercer trimestre de 2020 hasta el cuarto trimestre de 2021, la tasa de ocupación en la economía informal para el género femenino se mantuvo entre el 27,6% y el 30 por ciento.
El reporte de la OIT señala que la pobreza es tanto una causa como una consecuencia de la informalidad.
Así, queda claro que las mujeres precarizadas, privadas de autonomía económica, siguen siendo blanco de inequidad y vulnerabilidad que prolonga su condición de pobreza. Pero la falta de ingresos suficientes no es la única desventaja en la que se encuentran las mujeres que trabajan en la informalidad, también están muchos otros de los derechos de los que se ven privadas en los ámbitos de seguridad social, económico y financiero.
Expuestas a la pobreza
Una mujer en la economía informal tiene ingresos variables e inseguros, pero además no tiene acceso a la seguridad social ni la promesa de una pensión cuando llegue el tiempo de jubilarse. Asimismo, se le dificulta el acceso a servicios financieros y créditos, por lo que debe recurrir también a medios informales como la tanda, el agio, pirámides, etc., que sólo ponen en riesgo su patrimonio.
ONU Mujeres lo dice mejor: “las mujeres a menudo carecen de la protección que ofrecen las leyes laborales y de prestaciones sociales como las pensiones, los seguros de salud o los subsidios por enfermedad remunerados”.
Entre los obstáculos para que las mujeres podamos lograr la autonomía económica y alcanzar el goce y ejercicio de nuestros derechos, se encuentran: la asignación de roles domésticos y de cuidado, discriminación laboral, trabajos no remunerados, violencia económica y patrimonial, falta de corresponsabilidad entre la vida familiar y laboral, etcétera.
De acuerdo con lo establecido en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para lograr la igualdad de género en el mundo y, particularmente, en Latinoamérica, es preciso fortalecer la autonomía económica de las mujeres y analizar en profundidad la actual distribución de los recursos económicos, naturales, productivos y financieros entre hombres y mujeres.
Al respecto la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), señala que para que las mujeres podamos desempeñarnos sobre una base de igualdad en la sociedad, es necesario que podamos tener acceso a recursos económicos propios y que tengamos control sobre ellos, ya que “una sociedad donde la economía se centra en la producción, dichos ingresos funcionan como medio para el acceso a bienes, servicios y toma de decisiones”.
Mientras las mujeres no contemos con esos recursos, no podremos acceder a muchos servicios, lo que nuevamente nos coloca en situación de desigualdad, discriminación y violencia.
SEM/MG