De los 2,446 municipios solo 568 tienen una alcaldesa, la paridad es teoría

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  • La desigualdad para las mujeres es observada en todo el país: PNUD

Elda Montiel

SemMéxico, Ciudad de México, 17 de febrero del 2023.- La representación de las mujeres en los cabildos municipales entre sindicos/as, regidores/as y concejalas/es en los ayuntamientos y consejos ha sido del 50.4 %. En particular, en 42.0 % de los ayuntamientos hay más mujeres que hombres en el cabildo, y en 22.9 % hay paridad. Esto refleja una enorme disparidad en la titularidad de las presidencias municipales, ya que de los 2,446 municipios únicamente 568 tenían una alcaldesa.

Se destaca en el “Informe sobre Desarrollo Humano Municipal 2010-2020: Una década de transformaciones locales en México” por parte del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el que se integra por primera vez en México el Índice de Desarrollo de Género (IDG) que mide la desigualdad entre hombres y mujeres en un territorio específico a partir del   empoderamiento (participación política y educación), participación en el mercado laboral y salud reproductiva (fecundidad adolescente y mortalidad materna).

El Informe refiere que, en un estudio de ONU Mujeres sobre paridad en presidencias municipales en México, la violencia política contra las mujeres en razón de género que experimentan al llegar a ejercer su cargo.

Explica que dicha violencia contra las mujeres se da por medio de barreras al ejercicio de su cargo: como por ejemplo por una estructura piramidal predominantemente masculina dentro de la administración pública municipal; la reproducción de estereotipos de género sobre lo que son tareas femeninas y masculinas hasta el desprestigio sobre su gestión, conflictos con otros miembros del cabildo, conflictos con gobernadores en turno, problemas para conseguir recursos financieros, y dobles o triples jornadas de trabajo.

A pesar de que México es de los pocos países que ha tipificado la Violencia Política contra las Mujeres en Razón de Género, haciendo modificaciones a la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales y a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

Incorporar la igualdad de género en el desarrollo de salud, educación e ingresos en los municipios

El avance en los índices de desarrollo humano municipal no implica de manera directa e inmediata menores niveles de desigualdad para las mujeres, por lo que es necesario que se considere la incorporación de la igualdad de género como parte de las estrategias integrales de desarrollo en todos los rincones del país.

La desigualdad es un fenómeno observado en todos los lugares y en todos los niveles de desarrollo. Prueba de ello es el hecho de que las entidades con niveles de desarrollo más altos -Ciudad de México y Nuevo León- tengan más del 60 por ciento de sus municipios en los tres deciles con mayor desigualdad.

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De acuerdo con los resultados del IDG municipal y de los datos complementarios en materia de género aquí analizados, el avance hacia la igualdad de género tiene resultados mixtos. Es cierto que existen avances en temas básicos como la representación política y los logros educativos, pero aún existen asuntos pendientes para lograr la igualdad sustantiva en estos y en el resto de las temáticas. Además, la consecución de paridad en algunos indicadores pone de manifiesto la necesidad de adecuar las mediciones para monitorear avances más detallados y con una definición más comprensiva de igualdad.

Es indispensable lograr una real transversalidad y aplicación de las políticas y acciones de igualdad de género. Avanzar, desde los niveles locales, en generar información estadística y monitorear avances por medio de indicadores que puedan visibilizar los matices de la desigualdad de género.

De igual forma, la heterogeneidad de resultados en la desigualdad de género brinda la posibilidad de que los municipios con mejores resultados puedan ser estudiados con mayor profundidad, así como compartir experiencias desde lo local. Con ello se puede generar elementos para avanzar en estas temáticas con una realidad cercana política y culturalmente.

El IDG municipal permite visibilizar de las capas que lo componen: las desigualdades entre hombres y mujeres, que es el alcance que permite la disponibilidad y calidad de datos. En este sentido, se reconoce que la exclusión o limitación en la participación afecta no solo a las mujeres, sino también a personas con otras identidades de género.

Insuficientes los avances para lograr la igualdad sustantiva

En lo referente a fecundidad adolescente, los avances han sido insuficientes para que México alcance los niveles esperados de acuerdo con su mismo nivel de desarrollo. A ello se suma un fenómeno que no se refleja en la medición del IDG municipal: a pesar del decrecimiento del indicador de fecundidad adolescente, en el interior sucede lo contrario para las niñas y adolescentes de 10 a 14 años. Aludiendo de nuevo al valor de los datos desagregados, esta información sugiere que podría ser pertinente el diseño y la implementación de políticas adicionales o diferenciadas para el grupo de madres adolescentes de menor edad.

En materia educativa, la brecha en logros educativos se ha reducido en México. Sin embargo, no implica una igualdad sustantiva, ni en términos de acceso y calidad educativa (por ejemplo, por medio del acceso a la tecnología o el trabajo en el interior del hogar), ni en términos de acceso equitativo al mercado laboral. Dicho fenómeno evidencia la necesidad de contar con indicadores que puedan brindar un panorama más actualizado de la desigualdad de género en México.

La participación minoritaria de las mujeres en el mercado laboral en México se relaciona de una manera intrínseca con la persistente brecha salarial que en el ámbito nacional es cercana al 20 por ciento. Aunque ha tenido una ligera tendencia a disminuir, su comportamiento sufre alzas y bajas continuas que no parecen responder a factores relacionados con la preparación o con habilidades de las mujeres. Por ejemplo, en materia de educación, debe notarse que los años promedio de educación de las mujeres en la fuerza de trabajo son mayores que los de los hombres, pues tienen 10.8 y 10 años respectivamente.

SEM/MG

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