Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hgo., 22 de octubre 2024.- Este 18 de octubre fue el Día Mundial de la Menopausia… Poco a poco se escribe más entorno a ella desde una experiencia feminista y considero que necesitamos más testimonios para aprender a convivir con ella, compartir achaques, confiar momentos de gran desesperación, la búsqueda que nos permita resistirla sin sacrificios y encontremos en ella una experiencia liberadora.
No olvido ese año en que mi menstruación se retrasó, preocupada cuento su ausencia un día, dos, tres, una semana… Angustia y reclamos a mí misma: ¿Cómo puede pasarme esto ahora que soy señora de cinco décadas? Hago cuentas, recuerdo mi confianza en el método ritmo, había decidido ya no tomar pastillas y menos usar el dispositivo después de una terrible experiencia con ese método anticonceptivo. Hago una cita urgente con mi ginecóloga.
En su consultorio repasamos mi historial médico. Tranquila me quiere convencer: “Debe ser la menopausia”. Pero no tengo bochornos, más bien me he vuelto más friolenta. Falta de libido, la verdad, me sigue encantado hacer el amor. Resequedad vaginal y me sonrojo ante los lluviosos latidos de mi luna todavía fresca en el momento apasionado. Cambio de humor, quizá, ya no soy tan tolerante ni prudente, a veces exploto con más facilidad que antes…
Brinco de alegría cuando la prueba del embarazo sale negativa. Sí, debe ser mi primer acercamiento con la menopausia. Este cuerpo, insisto, siempre cambia. Celebro ese día de pre menopausia declarada y adiós a los embarazos con sexo inolvidable, más gozoso que otras veces.
El siguiente mes nada. Pero recuerdo que seré menopáusica hasta que un año completo deje de menstruar. Cuento, ya van dos meses. Pero en Marzo, menstrúo la primera semana… ¡Y la tercera! ¿Cómo es posible? Por primera vez, este sangrado provoca que no quiera levantarme. Debo juntar triple ánimo para hacerlo, pero lo hago con desgano, cansada y apenas estoy despertándome. Los cólicos son inolvidables, como nunca jamás los había tenido. Quiero dormir, quiero estar acostada 29 horas, quiero estar boca abajo o boca arriba, doblarme en posición fetal, estirar las piernas, encoger las rodillas, sobarme el vientre, patear sillas, caminar hasta cansarme, peregrinar hasta perderme, desaparecer por un instante.
Después viene otro mes sin nada, luego treinta días con mi doble y fatal menstruación, y otro mes leal con un sangrado ligero, otra vez doble experiencia… Cansada, ojerosa, molesta, indignada, llorosa, suplicante, resignada, solidaria conmigo misma, busco a mi querida ginecóloga.
Revisa con atención mis resultados del estudio hormonal, las fotos de mi hermosa matriz ya produciendo pocos óvulos, pero dándome una lata inolvidable, dolorosa, molesta, desgastante.
El único síntoma, dice mi ginecóloga, “es esta menstruación doble, pero no podemos hacer nada. Así como otras mujeres tienes bochornos, ya no quieren tener sexo, sufren de resequedad vaginal, su humor es malhumor, tu reacción biológica es una menstruación descontrolada, desleal e inexacta”.
Nada de hormonas, ninguna confiamos en ellas. A mí me dan miedo. Vitaminas para reanimarme. Puede ser. Buscar alternativas naturistas y hasta llenas de fe. Sin embargo, me siento indefensa. Cómo voy a enfrentar esto con ánimo si cuando llega ese doble sangrado me desanimo. Cómo enfrentar esto con optimismo si caigo en el pesimismo cuando me siento débil y desanimada. Cómo evitar que la gente descubra en mi rostro y en mis ojeras ese malestar femenino. Cómo sentirme yo si ahora me reclaman que a veces ya no parezco yo. Mi cuerpo cambia.
Las compañeras solidarias recomiendan infinidad de fórmulas, recetas y remedios caseros. Opto por unas gotas naturistas que cada mañana y cada noche, deposito cinco de ellas es mi lengua. Mis amigas comprensivas toleran mis arranques de intolerancia y mis respuestas cortantes o mis regaños nada tradicionales. Mis amigas incomprensivas se sorprenden, reclaman o se alejan prudentemente. Ya regresaré a ser la que les gusta que sea, pero yo misma me estoy reconociendo otra vez, tolerándome, mal aconsejándome, disfrutándome.
Me encanta no tener bochornos y seguir teniendo frío cuando afuera hace calor.
Me fascina seguir haciendo el amor con los ojos abiertos y a cualquier hora del día.
Me encantan mis girasoles apuntando al cielo cuando los acaricia el hombre que amo. Estoy fascinada con mis lunas y nubes que siguen siendo solidarias con cielos masculinos y firmamentos varoniles.
La menopausia confirma que mi cuerpo cambia, siempre para reconocerse y autoinventarse. Para volverse a querer y para acordarse de que existe para sí mismo, para comprenderse, para analizarse y para buscar respuestas posibles que le permitan aceptar estos cambios, reajustarlos a mis ritmos y sueños.
La menopausia llegó y no me asusta, aunque le reclamo que me tocaran estos síntomas de doble menstruación, que dos días me tiran a la lona, pero sé que entro a un nuevo momento para seguir descubriéndome, aceptándome e inventándome, ya en mi sexta década. Que cambie para seguir siendo bien compartido. Que cambie para que me permita seguir creyendo en las nubes frías y en las lunas tibias. Que cambie para que confirme mi vocación de mujer eterna.
Por eso, celebro con gozo este 18 de octubre.