Dulce María Sauri Riancho
SemMéxico, Mérida, Yucatán, 12 de febrero, 2025.- En el 108 aniversario de la Constitución, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no realizó llamado alguno a la unidad nacional ni ofreció diálogo a quienes no piensan como ella y su partido.
Por el contrario, su actitud al no invitar a la titular del Poder Judicial federal hizo suya y reforzó el legado de polarización como forma de gobernar de su antecesor. Oportunidad perdida en un momento muy relevante, cuando saboreaba el éxito de haber logrado la postergación por un mes para la imposición de aranceles por parte del nuevo gobierno estadounidense.
La pausa en las amenazas fue empleado por la presidenta para anunciar dos iniciativas de reforma constitucional, esas sí de su exclusiva autoría: la no reelección consecutiva y la prohibición de candidaturas para parientes, lo que coloquialmente se conoce como “antinepotismo”.
Ambas habían sido previamente anunciadas, la primera durante la campaña presidencial, y la segunda, semanas atrás.
Comentaré sobre la no reelección, dejando para posterior ocasión la relativa a las y los parientes con suerte y con cargo.
Apenas en 2014 fue levantado el “candado” que desde 1933 impedía postularse y ser reelecto/a como legislador/a (Senado, Diputados, congresos de los estados) o a las presidencias municipales. El Constituyente de Querétaro permitió la reelección inmediata, pero 15 años después se eliminó. Ha dominado la explicación de que fue una medida adoptada por el presidente de la república para acrecentar su control sobre el poder Legislativo.
No fue la razón principal, sino el enfrentamiento presidencial con los gobernadores de entonces, verdaderos controladores y “propietarios” de los legisladores de sus estados.
No fue casual que, una vez formado el Partido Nacional Revolucionario en 1929, su fortalecimiento pasara por privar a las fuerzas regionales representadas por sus gobernadores, de ese instrumento de negociación o presión sobre el presidente de la república en turno. En síntesis, en esa etapa de desarrollo del naciente Estado de la revolución, el poder Legislativo “no pintaba”.
Transcurrieron más de 80 años estando vigente la prohibición de la reelección inmediata, lo cual no impidió el paso de numerosos personajes políticos de la Cámara de Diputados a la de Senadores o a algún congreso estatal y viceversa. Eran los tiempos en que la palabra “chapulín” se asociaba con el “brinco” de un cargo de elección popular a otro. Y si no se podía dar el salto, había “descanso” de 3 años y después, regreso a alguna de las cámaras del poder Legislativo.
Semejante situación también se vivió en los ayuntamientos; solo tres años y después, a esperar el mismo lapso para intentar candidatura y triunfo.
Reforma
En 2014 finalmente “cuajó” el acuerdo entre los grupos parlamentarios para aprobar la reforma constitucional que dio paso a la reelección consecutiva. La presión provenía principalmente de grupos organizados de la sociedad que impulsaban la idea de la “profesionalización” del trabajo legislativo con la permanencia de las y los representantes. Pero el más importante argumento de entonces —hablo de diciembre de 2013— era que la ciudadanía podría mediante su voto aprobar o castigar la gestión de quien aspirara a reelegirse. En el papel lucía impecable.
¿Quién podría rehusar otorgarle el poder a las y los electores de calificar a sus representantes?
Solo que hubo un “pequeño” detalle: los partidos políticos se rehusaron a perder su prerrogativa sobre la postulación de candidaturas. Asustaron con el “petate del muerto” de la pérdida de control sobre sus bancadas porque, sin la espada de la sanción en caso de indisciplina, ¿cómo podrían garantizar apoyo a los acuerdos?
En el estira y afloje de la negociación, los partidos políticos introdujeron la potestad, exclusiva y excluyente, para postular a los candidatos a la reelección. Además de que, los representantes populares candidatos a reelegirse solamente pudieran ser postulados por otra fuerza política si renunciaban a su partido antes de transcurrida la primera mitad de su periodo: esto es, 18 meses para diputaciones y presidencias municipales y tres años para las y los senadores. Así que desde 2018, a portarse bien con las dirigencias partidistas porque si no, fuera de la lista .
La primera ocasión en la que se aplicó la reelección consecutiva en la Cámara de Diputados fue en 2021. Me correspondió como su presidenta desarrollar una compleja red de acuerdos internos y con el INE para garantizar la equidad en la contienda. El porcentaje de diputados candidatos a la reelección varió mucho, desde un mínimo en el PRI hasta un porcentaje elevado en Morena. Hubo ausencias verdaderamente inexplicables de legisladores de excelente desempeño en el trabajo camaral pero que no fueron considerados por sus partidos. Entonces fue ostensible el grave error cometido al entregar las decisiones a los partidos y a los intereses, filias y fobias, de sus cúpulas.
Premio o castigo
Fue un espejismo imaginar a la ciudadanía ejerciendo su poder de premiar o sancionar mediante su voto el desempeño de sus representantes populares.
Fue también un espejismo creer en que la permanencia mejoraría la calidad del trabajo legislativo: a las pruebas me remito.
Desde los debates de 2005 en el Senado de la República me opuse firmemente a “levantar” la prohibición si no iba acompañada de un conjunto de medidas que dieran más poder a la sociedad y menos a los partidos y al gobierno. Entonces ganamos el debate y una tregua de ocho años.
Ahora, para evitar las rebeliones internas, peligrosas siempre, Sheinbaum Pardo propone la aplicación de la prohibición de la reelección consecutiva hasta 2030. En Diputados, la “zanahoria” de la posible reelección estará presente en los debates. Esto es, Ricardo Monreal y todos las y los diputados de Morena podrán ser reelectos en 2027. Los senadores continúan, pero ya no extenderán su permanencia después de 2030.
En cuanto a las presidencias municipales actuales, tal parece que la iniciativa presidencial les “perdona” la vida política: podrán ser reelecto/as en 2027. ¡Mucho ojo, Cecilia Patrón¡
Con su iniciativa, la presidenta Sheinbaum garantiza la entrega del pleno control de las candidaturas a las cámaras de Diputados y Senadores y a los congresos de los estados, al grupo político que domine Morena en 2030. Sin la estorbosa negociación interna, sin aceptar exigencias de personajes que habrán de permanecer otros cinco años en el poder Legislativo, la presidenta prepara desde ahora el terreno a su sucesor. La “A” está al principio de su nombre, masculino por cierto. Mejor, imposible. El Fantasma de Palacio Nacional sonríe.
dulcesauri@gmail.com Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán