- Inés María Martiatu Terry (Lalita) y Gisela Arandia Covarrubias, un legado de lucha,
- La historia de las mujeres negras es la historia de Cuba, señala escritor
Lisandra Fariñas
La Habana, julio (SEMlac).- Inés María Martiatu Terry (Lalita) y Gisela Arandia Covarrubias son exponentes de dos vidas consagradas a visibilizar la identidad, el pensamiento y la resistencia de las mujeres negras en Cuba. La primera desde la escritura, la crítica cultural y el ensayo; Arandia desde el periodismo, la investigación filosófica y el activismo antirracista.
A ambas, la Articulación Afrofeminista Cubana les rindió homenaje el 23 de julio en La Habana, como parte de la IV Jornada cubana por el Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora.
Bajo el título «Raíz de tinta», el tributo fue organizado por Librería Ireti, en la Casa de la Poesía de La Habana, y reunió voces diversas para reconocer el legado afrocubano, feminista y decolonial de Martiatu y Arandia.
«Estamos celebrando a dos personalidades de nuestro movimiento antirracista, y afrofeminista», afirmó Katiuska Govin Zambrana, organizadora del espacio y creadora de Librería Ireti, un proyecto que reúne la literatura afrocentrada, atesora, resguarda y divulga el patrimonio literario negro en Cuba.

Dos mujeres de pensamiento, identidad y resistencia
Inés María Martiatu Terry (1942-2013), conocida por sus más cercanos como Lalita, fue narradora, ensayista, crítica teatral y una de las voces más lúcidas del afrofeminismo cubano.
Su obra rescata la dignidad y autonomía de mujeres negras y mestizas. Autora de títulos como El rito como representación, abordó el racismo, la identidad y la espiritualidad desde una mirada humanista y decolonial.
Fundadora del Grupo Afrocubanas, promovió la investigación y el reconocimiento de los aportes de las mujeres negras a la historia y la cultura de la nación caribeña. En 1984, Martiatu Terry obtuvo el Premio de Crítica de la Revista Tablas y en 1990 el Premio de Cuento «De tema femenino» otorgado por el Colegio de México y la Casa de las Américas.
El homenaje contó con una muestra fotográfica y literaria, y uno de los momentos más emotivos fue la interpretación de un fragmento del monólogo «Marineras», que recorre historias de mujeres negras desde su subjetividad, cuerpos e imaginarios: «La historia de mi vida vale la pena. Es comercializable, es corta, negra, humilde y rica. La historia de las mujeres negras siempre vale la pena», recuerda en esa obra Martiatu Terry.
«Este homenaje representa seguir la lucha para deconstruir la mentira histórica, según la cual existe una inferiorización étnica», sostuvo en el encuentro Gisela Arandia Covarrubias, periodista, Doctora en Ciencias Filosóficas e integrante de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora.
Arandia ha sido una voz crítica, imprescindible, en el debate público sobre el antirracismo cubano contemporáneo y ha defendido el derecho a la palabra, la identidad y la memoria afrodescendiente desde los medios, la academia y el activismo político.
«Desde el silencio no se puede construir consenso contra el racismo. El consenso tienes que construirlo desde un discurso público, un discurso crítico; porque es, además, una parte importante de la conciencia social», aseguró la activista en entrevista concedida a SEMlac en 2018.
La investigadora reafirmó esa premisa durante el homenaje, al hacer un llamado a la unidad feminista frente a la «geopolítica del racismo» y apelar a la articulación de una estrategia feminista en las agendas globales, como parte de la batalla por cambiar un mundo hegemónico e imperialista.
Arandia rememoró su paso por el periodismo, su participación en la Conferencia Mundial contra el Racismo en Durban, Sudáfrica en 2001; así como su formación familiar, marcada por el orgullo de la identidad negra.
La activista hizo un llamado a la solidaridad con Palestina: «Lo que está ocurriendo hoy en Palestina puede pasarnos también a nosotros. Cuando hayan eliminado a ese pueblo y construido la ciudad turística que algunos pretenden -pensada para ricos y blancos, sobre los bienes usurpados-, el siguiente paso será un retroceso global hacia una nueva recolonización», dijo.
«Ese es el verdadero proyecto. Ya no hay humanismo. Por eso debemos alzar la voz para que los niños y las niñas palestinas puedan seguir vivos. Que sus madres, sus ancianos, sus líderes tengan el derecho humano, fundamental e irrenunciable, a vivir», sostuvo.
Raíces que germinan
El homenaje también fue un espacio de memoria compartida y reconocimiento a la trayectoria de ambas mujeres y sus aportes como formadoras, pensadoras críticas y referentes para las nuevas generaciones.
Para la filósofa Maydi Estrada Bayona, una de las coordinadoras de la Articulación Afrofeminista Cubana, este tipo de espacios es «una forma de recordarle a las nuevas generaciones quiénes somos y qué luchas nos han traído hasta aquí», expresó la investigadora.
Destacó que la Articulación ha tenido siempre el gesto generoso de «rendir tributo a nuestras mayores y ancestras -vivas y también a las que han partido-. Creo que es imprescindible».
Añadió que la Articulación Afrofeminista Cubana ha venido a romper con el mito de que en Cuba las mujeres negras no tienen un movimiento, no piensan, no existen. «Queda mucho por hacer y repensar: ¿qué entendemos por movimiento y cuáles son nuestras claves de lucha?», señaló y destacó el papel de mujeres afrodescendientes en la construcción de la nación.
El escritor Eliseo Altunaga reafirmó que «la historia de las mujeres negras es la historia de Cuba» y subrayó la importancia de desmontar la visión reduccionista de la esclavitud y los aportes de la población negra al desarrollo del país, un empeño al que han contribuido desde su obra tanto Martiatu como Arandia.
«Nunca me he cambiado el pelo, nunca he luchado contra mi cabello«, dijo Gisela Morales, hija de Arandia, quien destacó el valor de una de las mayores enseñanzas recibidas en casa: la identidad.
La psicóloga Norma Guillard Limonta recordó cuánto la inspiró ver a Gisela Arandia en el documental Gay Cuba (1996), hablando abiertamente sobre homosexualidad, la discriminación racial y religiosidad. Años después Guillard fundó la Sección de Identidades, Diversidad y Comunicación Social (SERES), de la Sociedad Cubana de Psicología, donde Arandia fue asesora cercana. «Muchas de nuestras conquistas han sido posibles gracias a su visión y su fuerza», reconoció.
La doctora Lucila Insua contó que fue gracias a Arandia que comenzó a entender el racismo estructural y tomar conciencia de su lugar como mujer negra. Para ella, Gisela es una referencia ética y afectiva en la lucha antirracista y afrofeminista.
Oscar Faguett, amigo de Inés María Martiatu, recordó a la intelectual como una mujer de sensibilidad extraordinaria, inquieta y rebelde, siempre rodeada de figuras del arte y la cultura. «Fue una adelantada a su tiempo, generosa y abarcadora. La mejor forma de honrarla es leer su obra y mantenerla viva en la memoria colectiva», afirmó.
El homenaje incluyó piezas musicales como solos de flauta, violín para Ochún, así como la presentación de Hera de Cuba, cantante y gestora del proyecto «Música es mujer», quien interpretó temas de las compositoras negras María Teresa Vera y Freddy de Elan.
SEM-SEMlac/lf