De cómo las niñas de La Laguna irrumpieron en la Fiesta de los Arcos

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  • Cuando un gasoducto amenazó a su comunidad en 2019, las niñas del pueblo chichimeca de San Juan Bautista de la Laguna se unieron con sus abuelas para impedir que la empresa se apoderara de sus tierras y de su agua.
  • Esa participación derivó en la inclusión de las niñas en la Fiesta de los Arcos, donde en 2023 desfilaron por primera vez en 300 años

Erika Erandi / Quinto Elemento

SemMéxico/El Occidental, Jalisco, 22 de septiembre, 2025.- Suenan la tambora, la chirimía, el trombón y la tuba. Ese 24 de enero, entre los altares que procesionan por las calles, destaca uno adornado con flores rosas, moradas y azules. Son doce entusiastas niñas de La Laguna, de entre 8 y 15 años —en lugar de hombres, como es lo habitual—, quienes cargan sus 90 kilos. Ondean pañoletas con la imagen de la Virgen de la Candelaria, y en el centro de la estructura se lee “Arco de las Niñas”.

En 2023, en el pueblo indígena de San Juan Bautista de la Laguna, en Lagos de Moreno, Jalisco, sus habitantes vieron por primera vez en 300 años cómo las niñas se convertían en protagonistas de la Fiesta de los Arcos, con la que celebran anualmente a la santa patrona del agua. 

Las niñas encontraron complicidad en el cariño de sus abuelas, que inspiradas por su energía y creatividad les dieron su respaldo. Históricamente, las niñeces y las mujeres se limitaban a observar el paso de los arcos, pero había llegado el momento de “inventar” algo nuevo. 

Formados por estructuras de carrizo, madera o herrería coronadas por una cruz de la que surgen ocho rayos que apuntan al cielo, los arcos representan a los diez barrios del pueblo: Torrecillas, Rancho de la Virgen, El Lindero, Ladera Grande, Orilla del Agua, El Bajío, Ladera Chica, La Isla, Buenavista y Pueblo de Moya, en los que viven alrededor de 14 mil 500 personas. Sus habitantes se dedican, principalmente, a fabricar ladrillo rojo para la construcción y a tejer canastos y figuras de tule. 

Construir un arco materializa la comunalidad de los pueblos, ya que está formado por piezas pequeñas que, al coserlas o engarzarlas, simbolizan la unión de las personas y les da una identidad común. Cada año, una familia de cada barrio es la encargada de crearlo.

Que las niñas se unieran a la fiesta, dice Liliana Facio, antropóloga de Ladera Chica, significó reconocer que ellas también intervienen “en la decisión de lo que se hace en su territorio”. Para lograrlo tuvieron que enfrentarse a quienes se oponían a la participación de las niñas porque había que “cuidar las tradiciones”; eso le dijeron a Isidra Facia, doña Chila, los miembros del Consejo de la Laguna, pero ni las abuelas ni las nietas se dejaron. Después de ganar la lucha contra una empresa gasera, estaban listas para dar esta batalla. 

En el pueblo somos libres, yo pienso que a nadie le tenemos que pedir permiso—contestó doña Chila.

Y así fue como el Arco de las Niñas pudo desfilar.

‘Peligro de muerte’

Esta historia de autonomía comenzó en mayo de 2019, cuando los habitantes de La Laguna, un etnoterritorio chichimeca de tierras fértiles —un “pueblo de agua” donde el recurso hídrico comenzó a escasear desde que numerosas empresas se instalaron en la zona—, lucharon contra la instalación de un gasoducto de la empresa Gas Natural del Noroeste. Una defensa que asumieron también las niñas en compañía de sus abuelas. 

Josefina Rocha, una de las pobladoras, recuerda que la empresa quería abrir canales en la tierra e instalar los ductos bajo sus casas, sus escuelas y su laguna para extraer gas natural durante 60 años; para impedirlo, decenas de habitantes se plantaron a la orilla de la carretera México 80. “Mi abuelita iba porque no nomás iba a afectar a una persona, sino a todos”, dice su nieta Kenia, entonces de siete años.

La empresa argumentaba que el gas natural es ecológico por estar compuesto principalmente de metano, un gas que se descompone más rápido que el dióxido de carbono —que resulta de quemar combustibles fósiles como el petróleo—, y por eso ofrece beneficios climáticos, pero algunos estudios cuestionan esta afirmación, debido a las emisiones contaminantes asociadas a la producción del gas de esquisto. 

Cuando empezaron a marcar las paredes de su casa y las de sus vecinos para la instalación del gasoducto subterráneo, doña Chila, vecina del Lindero, advirtió:

Ese es un peligro latente, es un peligro de muerte; imagínate una explosión, una fuga.

La comunidad lagunera se organizó contra el acoso de los ingenieros y la insistencia de que vendieran sus casas y terrenos a precios bajos. “Borramos las marcas que habían puesto para pasar los tubos de gas”, recuerda Luz, entonces una adolescente de 15 años.

El 13 de mayo de 2019, cuando los habitantes se manifestaron bajo la consigna “NO al gas natural en el pueblo de La Laguna“, fueron reprimidos por la policía estatal de Jalisco, que detuvo a tres vecinos, quienes, gracias a la presión social, salieron libres al día siguiente.

La gente estaba también molesta porque la empresa gasera operaba sin permisos, con el respaldo del gobierno municipal. Su mayor temor era que se apropiaran de la laguna. En años anteriores, se supo de funcionarios que permitieron a las industrias administrar los pozos del pueblo. Una de sus exigencias era que se respetara su derecho al agua.

Hay veces que los políticos quieren ganar a fuerzas para poder quitarnos pedazos de tierra, dejarnos sin agua—advierte Kenia.

Tras una Misión Civil de Observación de Derechos Humanos —integrada por más de 15 organizaciones civiles—, realizada para documentar las violaciones a los derechos humanos causadas por el proyecto, un juez de distrito otorgó el amparo 1113/2019, que ordenaba la suspensión del gasoducto mientras la empresa no presentara los permisos otorgados por la Secretaría de Energía o la Comisión Reguladora de Energía. 

Acuerparse entre todas

Del amor por su pueblo y su capacidad para organizarse brotó la lucha. El 28 de mayo nació oficialmente el Campamento contra la Instalación del Gasoducto en La Laguna, a la orilla de la carretera México 80, en el barrio del Lindero. Niñas, niños y jóvenes se establecieron en el lugar; dormían en carretillas, casas de campaña y carpas para impedir que los policías estatales abrieran paso a la maquinaria de la empresa.

Las mujeres sostuvieron en gran parte el campamento; hubo turnos de vigilia, cocina colectiva, recaudación de fondos. Y las niñas participaron activamente. Luz, Kimberly, Kenia, Fer, Keily, Estrella, Carol y Luz asistían a las asambleas y vigilaban junto a sus familias que la obra no avanzara. “Defendíamos nuestro territorio, nuestras tierras, la vida de nosotros”, dice Luz.

Como un rayo de sol en un día nublado, el campamento se convirtió en una red de cariños y ternuras. “Yo la cuidaba a ella, y ella a mí”, dice Kenia sobre su abuela, doña Josefina, al recordar el lugar donde, mientras jugaba, construía un camino hacia la autonomía y la libertad en compañía de sus amigas.

La estrategia dio frutos. La Comisión Estatal de Derechos Humanos emitió la Recomendación 26/2020 que obligaba a las autoridades a reconocer a San Juan Bautista de la Laguna como pueblo originario, y a la reparación del daño a sus habitantes por los derechos vulnerados —como a la manifestación pacífica y a la protección del medio ambiente— por los gobiernos estatal de Jalisco y municipal de Lagos de Moreno. El gasoducto fue detenido.

El 24 de enero de 2024, las y los laguneros recorrieron el pueblo con sus arcos, que ofrendaron a la Virgen de la Candelaria. / Foto / Elizabeth Limón Ahumada

Pero la victoria dejó una comunidad que necesitaba fortalecer su tejido social, debilitado por la confrontación con la empresa y las autoridades, que provocó desconfianza y divisiones internas, y hacerlo mediante el reconocimiento de su identidad indígena era la mejor opción. La Fiesta de los Arcos, que según Liliana, la antropóloga, “nos ha permitido convivir independientemente de las posturas políticas”, era el espacio ideal. Pero históricamente había sido “hecha por las mujeres y disfrutada por los hombres”, con poca intervención femenina en las decisiones.

Por ello, los habitantes organizados, junto a la colectiva Gata Azul, integrada por mujeres jóvenes de La Laguna, apostaron por fortalecer los lazos comunitarios. Fue así como decidieron impulsar la participación infantil. Una semana antes de la fiesta de 2023, convocaron a las niñas en el mismo lugar donde estuvo el campamento para construir su propio arco.

Ya habían comenzado a armarlo cuando doña Chila, mientras preparaba el mole para la fiesta, recibió una llamada. “No se va a poder porque no hay permiso”, le dijo alguien del Consejo de La Laguna. Pero ellas decidieron resistir hasta lograrlo.

Cerca de las once de la noche, las niñas y niños comenzaron a enrollar con telas la estructura del arco. Sus manos pequeñas cosían las grandes flores sobre cada rayo. Se turnaban en la elección de las pañoletas, e imaginaban cómo se verían ondeando al viento. 

Los arcos miden más de cinco metros de altura, y se necesitan por lo menos diez personas para llevarlos. La gente baila al ritmo de la banda mientras recorre el pueblo cargándolos, hasta llegar al templo, donde los ofrendan a la virgen. “Se siente mucha emoción y felicidad”, dice Kimberly.

Desde 2023, los arcos se han multiplicado, y la mitad son llevados por niñas y niños, incluso de edad preescolar.  

Un año después, en septiembre de 2024, San Juan Bautista de la Laguna consiguió su reconocimiento como pueblo chichimeca y fue integrado al Catálogo Nacional de Pueblos y Comunidades Indígenas y Afromexicanas. La Fiesta de los Arcos contribuyó a respaldar esa decisión.

Cuando procesionan, las y los laguneros no solo cumplen con una tradición. Sostienen también la memoria de una lucha, la fuerza de una comunidad que dijo no al despojo y sí a la vida. Un arco que les recuerda que defender el agua y el territorio también es cosa de niñas.

  • Esta historia es la versión escrita del pódcast “Jalisco: Morritas y abuelas haciendo y heredando comunidad”, cuya investigación y guion fueron realizados por Elizabeth Limón y Diana Maciel. Forma parte de la serie “Periodismo de lo Posible: Historias desde los territorios” —proyecto de Quinto Elemento Lab, Redes A. C., Ojo de Agua Comunicación y La Sandía Digital—, que también puede ser escuchada aquí: https://periodismodeloposible.com/.

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Homenaje a las Costureras del 19 de septiembre, 1985.



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