Dulce María Sauri Riancho
SemMéxico, Mérida, Yucatán, 24 de septiembre, 2025.- En la selva política mexicana, donde las zancadillas y las descalificaciones son deporte nacional, ocurrió un fenómeno casi mágico: todos los grupos parlamentarios se unieron para respaldar la iniciativa de un diputado del PRI. Sí, leyó bien. Jericó Abramo Masso, priísta por Coahuila, logró lo impensable: que Morena, PAN, PVEM, PT y MC levantaran la mano al mismo tiempo para respaldar sus iniciativas que buscan frenar los abusos de las aseguradoras en materia de gastos médicos mayores (GMM).
En tiempos de polarización y bloqueos legislativos, ese consenso es una pequeña bocanada de esperanza. Si pudieron coincidir para proteger a millones de familias de clase media, tal vez no todo está perdido.
El problema de fondo: la clase media en la cuerda floja
Los seguros de GMM no son un lujo propio de magnates: son el salvavidas de la clase media mexicana, ese 69 % de población catalogada como “no pobre” por el Coneval. Los más ricos pagan gastos hospitalarios sin mirar precios, pero para profesionistas, pequeños empresarios y familias con aspiraciones, el seguro de GMM es un sacrificio consciente. Una especie de acto de fe: “Pago hoy para no arruinarme mañana”.
Pero ese acto de fe se ha vuelto una ruleta rusa financiera. El aumento brutal de las primas deja a muchas familias al borde del colapso. Según Abramo, hay 14 millones de pólizas activas, que podrían proteger a unos 35 millones de personas si contamos a las familias agrupadas en una sola póliza. Datos de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS) sitúan la cobertura cerca del 10 % de la población, pero el orden de magnitud es claro: somos pocos las y los asegurados pero las aseguradoras se comportan como si fuéramos un riesgo masivo.
Las causas: inflación médica, covid y un pacto incómodo
Los aumentos de las pólizas se atribuyen a tres factores principales:
1. Siniestralidad. La pandemia de covid 19 dejó cuentas multimillonarias y, sumada al aumento en la esperanza de vida, incrementó el riesgo de enfermedades crónicas y costosas. Las personas mayores vivimos más años y más propensos a enfermarnos.
2. Inflación médica: los precios de hospitalización, insumos y honorarios médicos han crecido mucho más rápido que la inflación general.
3. Pacto aseguradoras-hospitales. Cuando ingresa una/un paciente con seguro, los precios acordados “milagrosamente” suben y los análisis requeridos se multiplican. Abramo denuncia una práctica extendida: inflar costos para que los pague la aseguradora, generando un círculo vicioso que se traduce en primas cada vez más altas.
Trampa generacional: de la juventud sana a la vejez impagable
La estrategia de negocio es impecable… para las aseguradoras. Aseguran a jóvenes de 18 a 35 años por montos razonables: entre 9,000 y 20,000 pesos anuales. Son los menos propensos a enfermar, salvo embarazos complicados. Así se garantiza rentabilidad hoy. Pero en veinte años, esos mismos jóvenes no podrán costear las primas. A los 55 años, la cifra ya aprieta; a los 65, representa dos o más meses de pensión anual. Entonces el asegurado de toda la vida enfrenta un dilema: pagar cifras exorbitantes o renunciar al seguro justo cuando más lo necesita. “Atrapados sin salida”, así quedan.
Para las mujeres, el panorama es aún más injusto. Muchas adultas mayores no tienen pensión propia —por viudez o por haber trabajado en la informalidad o en el hogar—. Son ellas quienes rezan para no enfermar, o dependen de hijas e hijos para costear diálisis, marcapasos o quimioterapias. El sesgo de género en salud privada es un tema que los legisladores han ignorado durante décadas.
Caso paradigmático: Manuel Espino y la impotencia de un diputado
El colapso y las limitaciones del sistema público de salud empujan a las familias hacia la medicina privada. Esperar una reforma estructural del sector salud es una ilusión. Mientras tanto, las pólizas de GMM son un parche imperfecto… y cada vez más caro.
El reciente caso de Manuel Espino, diputado federal de Morena y exlíder del PAN, lo expone crudamente. Espino sufrió un derrame cerebral y fue internado en un hospital privado de Ciudad de México. Tiene derecho al Issste, pero ni él ni su familia acudieron al sistema público. La cuenta resultó impagable, y su familia organizó colectas públicas para cubrirla. Si un diputado en funciones —con salario, redes y poder— no puede pagar, ¿qué queda para un maestro, un taxista o una secretaria administrativa?
Abramo no se quedó en la denuncia. Presentó un paquete de reformas a cinco leyes para equilibrar el tablero:
1. Eliminar el IVA a las pólizas de personas mayores de 60 años. Convertirlas en tasa cero significaría un descuento inmediato de 16 %.
2. Topar los incrementos anuales de las primas: no más de dos puntos porcentuales por encima de la inflación.
3. Transparencia hospitalaria: obligar a publicar precios por especialidad, desglosando insumos y servicios.
4. Regular tarifas de insumos y medicamentos en hospitales privados para evitar sobrecargos absurdos.
5. Reformas al Código Penal y darle “dientes” a Profeco. Significa tipificar como delito las malas prácticas que retienen a pacientes como garantía de pago, y facultar a la Profeco para sancionar abusos.
Son medidas con impacto tangible. Un descuento de 16 % puede significar la diferencia entre mantener o abandonar una póliza. La transparencia de precios podría frenar la “inflación artificial” y devolver algo de confianza al sistema.
Las aseguradoras, por supuesto, argumentarán que necesitan rentabilidad para operar. Es cierto. Pero el negocio debe ser sostenible también para los clientes. El mercado actual castiga precisamente a quienes más han contribuido: los asegurados por décadas. Ese desequilibrio mina la confianza y agrava la fragilidad financiera de las familias en la vejez.
Además, el problema es común para la clase media y para los pobres. Una leucemia infantil, un cáncer de mama o un infarto puede arruinar tanto a una familia de barrio popular como a un profesionista con ingresos estables. La diferencia es que el segundo pensó que estaba protegido… hasta que el aumento lo dejó sin póliza.
Ironía y esperanza
La ironía es que el PRI sea el promotor de una causa justa y que Morena y el PAN se den la mano para apoyarla. Pero tal vez ahí radique la belleza del episodio: incluso en un Congreso crispado, el sentido común y la empatía pueden ganar.
Jericó Abramo, con su iniciativa, recordó que los problemas urgentes no esperan las reformas estructurales. Mientras el sistema público sigue atascado en promesas, y los hospitales privados y aseguradoras engordan sus balances, el Congreso, si apoya el Senado, dará un pequeño paso para aliviar la angustia de millones de familias.
Posdata para las aseguradoras: captan jóvenes mujeres y hombres sanos con pólizas baratas, pero si los dejan caer cuando envejecen, minan su propio mercado. Si quieren clientes leales, tendrán que demostrar que la lealtad funciona en ambas direcciones.
Correo: dulcesauri@gmail.com ; Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán