Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 1º. de octubre, 2025.-ANOCHE SOÑÉ CON CCH SUR, ese Colegio de Ciencias y Humanidades que está tatuado en mi corazón. Yo estudié ahí en el lapso de 1977-1980 y durante ese tiempo lo memoricé sin ningún esfuerzo por eso pude recorrerlo en mi sueño con absoluta nitidez: la explanada, el salón 5 donde estuve los dos primeros semestres, el 35 donde conviví con un grupo inolvidable, las otras aulas donde llevé desde estadística hasta comunicación, la vieja biblioteca, las canchas de basquetbol, las salas Alfa y Gamma. El autobús que bajaba gratis a Insurgentes, los puestos de quesadillas y esos salones que para identificarlos lucían una gran letra del alfabeto.
Nadie olvida que estudió en el CCH Sur porque su profesorado es inolvidable. Tuve profesores como Arnulfo Sánchez que me enseñó a investigar con rigor, Arturo Viveros que me contó la historia de Frida Kahlo, el de matemáticas que me hizo ver mi suerte con el famoso libro de Baldor, pero que cuando me lo encontraba en el camión charlaba conmigo como un buen amigo. Adoré a profesoras como Patricia Cores por quien empecé a leer Fem, Hortensia Moreno que me enseñó a analizar obras literarias, la de lectura de clásicos que nos hizo leer La Tumba y desde entonces José Agustín fue mi escritor favorito. Cada asignatura un aprendizaje, cada lectura un remolino de ideas.
“Aprender a aprender, a hacer y a ser” es frase de su modelo educativo que promete algo diferente. Me encantaba la manera en que nos llamábamos entre el profesorado y el alumnado:
Pase al pizarrón, compañero.
Gracias por su participación, compañera.
En la explanada alguien tocaba la guitarra y nos poníamos a cantar con pasión las letras de Silvio Rodríguez: “Vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre…” Dejé de ver cine comercial y salí con el alma por los suelos cuando las películas “Los olvidados” y “El grito” me enseñaron que no hay siempre finales felices.
Mi CCH Sur, el mismo al que fui cuando cumplió 40 años de existencia y como alumna destacada narré lo mucho que le debía a mi colegio, hasta evoqué a las amistades maravillosas que conocí como Susana Cruz Cuna, Patricia Salinas Jiménez y Virginia Bautista Castillo. Mis amores platónicos: José Luis Silva Silva, Miguel Ángel Pérez Ramos Arizpe y Víctor Reyes Vera.
Cuántos lindos recuerdos, por eso hoy, me duele el alma al enterarme que, en mi CCH, donde tantas veces caminé, reí, aprendí, estudié, ha sido asesinado un joven que pudo ser mi alumno si yo diera clases ahí; mi amigo, si en este tiempo me hubiera tocado estudiar en ese lugar; mi compañero, esa palabra que nos caracterizaba y que si usaba cuando participaba ya como alumna de la Facultad de Políticas me preguntaban: Tú estudiaste en el CCH, ¿verdad?
¿Qué podemos hacer ante la tragedia que hoy se vive? En el CCH también aprendí a levantar el puño, a participar en marchas y reaccionar rebelde ante alguna injusticia. Y hoy veo a los chavos y a las chavas levantar el puño, organizar una marcha, exigir justicia.
La UNAM debe volverse humana otra vez, cuidarnos, tomar decisiones que protejan nuestra seguridad. Debe tener al frente de sus direcciones personas que se preocupen honestamente por la comunidad, no que solamente hagan boletines huecos, declaraciones oficiales mas no humanas.
Queremos una UNAM cercana, amorosa, atenta. Que atienda a sus estudiantes, no sabemos qué pasa en sus hogares, pero podemos oírlos, palpar su soledad para curarla o reforzar su lado humano para que hagan complicidad con cada integrante de su generación.
Que jamás vuelva a ser asesinado en sus instalaciones ningún estudiante.
Nadie olvida jamás que estudió en el CCH Sur, pero que en esos recuerdos no lata ninguna tragedia, sino la fuerza de nuestra juventud por quien siempre apostamos para un futuro mejor.
Soy orgullosamente ceceachera.
Que nuestra comunidad estudie y conviva en una cultura de paz.