A 115 años de su muerte| Mateana Murguía, periodista mexicana del siglo XIX

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Bellas y Airosas

Elvira Hernández Carballido

“No es exagerado el tipo de nuestra heroína y más de una vez he tenido ocasión de presenciar ejemplares semejantes, y como vos me he preguntado también: ¿es realmente una virtud corresponder a las vejaciones, al maltrato y a las humillaciones de todo género, con el amor más abnegado, con el sacrificio de la salud, de la dignidad, de la reputación y tal vez con el de la vida? Esas pobres mártires que hacen una religión del amor a su verdugo y que no comprenden el deber sin el sacrificio ¿obrarán realmente inspiradas en los sólidos principios de una educación moral bastante elevada, o quizá obedecen a una ley ineludible y fatal y en tal virtud obran inconscientemente?”

SemMéxico, Pachucha, Hidalgo, 23 de junio, 2021.-Hoy esa perspectiva puede coincidir con las advertencias que se hacen en torno al amor romántico y la violencia, pero este texto fue escrito en 1887 en el semanario precursor del periodismo hecho por mujeres en México: “Violetas del Anáhuac”, fundado por Laureana Wright y dirigido en 1889 por Mateana Murguía. Las dos mujeres fueron grandes amigas, ejemplo de superación femenina en una época donde no tenían derecho a votar y era difícil el acceso a la educación superior. Pero ellas, decidieron tener un periódico y su primer editorial lo titularon ¡Aquí estamos!:

“Venimos al estadio de la prensa a llenar una necesidad: la de instruimos y propagar la fe que nos inspiran las ciencias y las artes.

    La mujer contemporánea quiere abandonar para siempre el limbo de la ignorancia y con las alas levantadas desea llegar a las regiones de la luz y la verdad.”

Las imagino ese 4 de diciembre de 1887 caminar presurosas por las calles del centro de la ciudad de México. Se dirigían, emocionadas y optimistas, a la Imprenta de Aguilar e hijos, situada en la 1ª de Santo Domingo 5, esquina con Santa Catalina y Encarnación. En ese lugar entregaron el original del primer número de Violetas del Anáhuac. Lo sabían, esa publicación marcaría a las mujeres que deseaban ser periodistas en el siglo XIX. ¿Cómo pudo surgir esa certeza?

En el caso de Mateana Murguía (Jalisco, 1856) fue haber descubierto desde pequeña su fascinación por la literatura y gracias al apoyo de su padre, un prestigiado médico Manuel Murguía, recibió una gran educación particular en la ciudad de México, donde se había ido la familia a radicar.

Sin embargo, a los 19 años se casó y tuvo a su primera hija. Quizá se hubiera dedicado a la vida hogareña como la mayoría de mexicanas en ese entonces sino es porque desgraciadamente su marido fallece. Por ello y por su pequeña decidió estudiar en la Escuela de Artes y Oficios para prepararse y así conseguir un trabajo honrado. Al destacar por su talento, fue recomendada para ser recibida en la Secundaria de Niñas. En diciembre de 1876 se recibió como profesora y durante dirigió la escuela de Huichapan. Después fue asignada a un colegio en Guadalajara, donde conoció a su segundo esposo, quien a los 27 días de casados falleció por contagio del tifo que se había propagado por la ciudad. No dejó vencerse por el dolor y siguió trabajando como profesora. Debido a su gran talento, y por indicaciones del presidente Porfirio Díaz, fue asignada a dirigir la Escuela de Párvulos, anexa a la Normal de Maestras en la ciudad de México.

Al regresar a la gran capital empezó a relacionarse con el mundo literario y fue así como conoció a Laureana Wright, a quien invitó a colaborar en una publicación llamada “Violetas” que Mateana había fundado en el Instituto de Artes. Estas coincidencias serán definitivas para consolidar la amistad entre ellas. Es así como en 1887 Laureana presenta “Violetas del Anáhuac”, y delegará la dirección a Mateana en 1889.

En ese periodo además de escribir poemas y textos periodísticos, seguir en sus clases, exploró también la música y la fotografía. Mateana conoció al señor Agustín Aveleyra. Se casó por tercera vez y dio a luz a un niño.

Mientras colaboró en “Violetas del Anáhuac” en la mayoría de sus artículos abordó asuntos relacionados con el comportamiento y con la situación de las mujeres. De acuerdo al tema, sus escritos pueden clasificarse en tres grupos:

a) Formas de ser femeninas. Escribió sobre ciertos tipos de mujeres cuyo carácter, comportamiento y reacciones en determinadas situaciones las distinguían de las demás.  Fue severa y crítica, a veces irónica y mordaz, sobre todo con maneras o actitudes que descalificaba en el carácter femenino.

b) La educación. Continuamente señalaba que la mujer no tenía la instrucción suficiente para dar a su hijo “el alimento intelectual y moral que pueda digerir su espíritu y su inteligencia”, por lo tanto, consideraba injusto que mientras los hombres pasaban los mejores años de su vida estudiando para adquirir una profesión, la mujer que estaba destinada a “desempeñar la sublime misión de ser madre”, no era instruida por nadie, sólo actuaba por instinto maternal y por amor. Sin embargo, este no fue el único punto que trató sobre la educación, también hizo referencia a la diferencia de sueldos por ser mujer maestra y por ser hombre maestro.

c) El matrimonio. Aseguraba que varios autores de la época consideraban que el matrimonio asignaba explícitamente papeles muy determinados a la pareja: a la mujer se le hacía creer que era la única responsable de la felicidad conyugal, por lo tanto, tenía que dedicarse por completo al cuidado de su casa, debería ser prudente, aseada, económica, tierna y delicada, mientras que el papel del marido podía definirse en unas cuantas palabras, representaba “la cabeza del hogar”, él mandaba y debería hacer sentir su condición de amo. Ante tal perspectiva, ella expresó su desacuerdo en varios artículos, esa distribución de deberes conyugales le parecía injusta, pues consideraba que tanto el hombre como la mujer tenían “el imprescindible deber de conservar el inapreciable tesoro que mutuamente se han confiado: su tranquilidad y su dicha”. Así que, según sus apreciaciones, ambos debían de sacrificar algo de sus ideas, de sus costumbres y de sus gustos, porque de los dos dependía que su matrimonio fuera estable y lleno de dicha, aseguraba.

Es así como Mateana Murguía se distinguió en “Violetas del Anáhuac” hasta su último número. Tiempo después, la generación que ella y Laureana formar en su semanario dio furtos. En 1904 se fundó “La mujer mexicana” y en ese semanario colaboraban las mismas a quienes Laureana, fallecida en 1896, habían motivado a publicar. Seguramente por eso, integraron en su equipo de colaboradoras a Mateana. La importancia y reconocimiento de sus aportaciones al periodismo hecho por mujeres fue definitiva para que el día de su muerte se le rindiera un homenaje en las páginas de ese nuevo periódico que se denominaba feminista.

“23 de junio de 1906 fecha luctuosa para la República de las Letras…

La eximia poetisa Mateana Murguía vivió en la tierra una vida completa, intensa, una vida doble: una vida de amor –asperjada de placeres y lágrimas- y una vida de arte, impregnada de dulce melancolía. Amó y fue amada hasta el vértigo. Su alma blanca sufrió todos los dolores y gozó todas las efímeras dichas humanas. Fue pródigo como una opulenta princesa de cuento árabe. Simpática luchadora cuya fe en la causa de la educación no se eclipsó un solo instante, no desmayó un solo día… ¿Cómo ha muerto la que luchó incansable, la sublime maestra que nos suministró sanos principios, blancas enseñanzas? Dulce poetisa, correcta escritora, profesora competente…”

¿Desean saber más sobre la admirada Mateana Murguía? Las invito a que este miércoles 23 de junio me acompañen a una charla que daré sobre ella en el Museo de la Mujer, vía Facebook Live, a las 16 horas. Las espero. Registro previo: recepcionmuseomujer@gmail.com

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