Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 5 de enero, 2022.-Que, en ENERO, como lo deseara Virginia Woolf –nacida en este mes-, mi cuarto propio siga siendo espacio de historias que inventan mujeres que sí existen, que a veces invento para volverlas reales y otras escucho para compartir sus discursos, sueños y fantasías. Un cuarto propio pintado color violeta para que nunca pierda esta necedad de volver a las palabras mis aliadas, para motivar esta vocación de escribir porque lo dicta mi alma y lo exigen mis sentidos. Donde puedo ser yo con gozo y desenfado, provocadora e ingenua. Desentonada, pero siempre rodeada de música, de voces femeninas que se alían conmigo, de ritmos que me convencen de que no hay encierro ni cautiverio, sino un cuarto solidario para imaginar sin límites.
Por un FEBRERO que me contagie de la fuerza que demostró Antonieta Rivas Mercado cuando miraba de frente ese Cristo en el altar de Notre Dame ese día 11 de este mes, pero de 1931. Quiero esa fuerza, no para morirme por mí misma, sino para continuar en esta vida que ella abandonó con tanta decisión. Seguir para escribir, continuar para seguir amando, no parar para cumplir los sueños, avanzar para ser aliada de un buen destino que me promete más historias para compartir, más hojas donde escribir, más gente para amar, amigas que ya no perderé, hombres llenos de sororidad, yo misma aliada de cada sueño nuevo.
Y que en MARZO ya no se necesite de un día específico para que levantemos el puño al denunciar lo que todavía nos agobia por el simple hecho de ser mujeres. Salir sin miedo a la calle, caminar sin prisa por cualquier callejón. Dueñas de nuestro cuerpo, instalando el performance más acorde a nuestros sueños. Miradas amigas, manos que ayudan a avanzar. Hijos deseados, compañeros comprensivos, espacios para expresarnos, voces para escucharnos. Que los medios hablen de nosotras por la firme convicción de que somos sol y luna, estrellas y cometas, almas y humanas.
Sé que en ABRIL cumpliré seis décadas, 60 años que han pasado tan rápido, entre amigas y amores, textos y palabras. Señora bellairosa agradecida del lugar ganado, sirena que nunca dejará de cantar, feminista abnegada, periodista por siempre.
La pequeña huella de Alfonsina sigue marcando MAYO –porque nació en este mes- y también la sigo, no para perderme como ella en el mar, no para cantar entre caracolas y olas, sino para ser esa loba que quebró con el rebaño para irse a la montaña fatigada del llano, para encogerme de hombros cuando me digan oveja descarriada, mantenerme de pie frente al enemigo, para estar y no estar en mis versos, en cada historia, en cada palabra.
Al llegar a la mitad del año, sé que no desfalleceré porque en JUNIO el alma de Dolores Jiménez y Muro –nacida este mes el día 7 de 1850- me contagia su garra y rebeldía. Ella que se sobrevivió a persecuciones y encarcelamientos, que prefirió hacer huelga de hambre antes de delatar a sus aliados, que fue zapatista de corazón, periodista por vocación, poeta espejo de nuestra inspiración:
Todos los días y todos los momentos.
Llenos de fuego intenso que hay en mi alma.
Y allá me impele siempre mi deseo.
Pues nada más allá sentir mi deseo.
Pues nada más allá sentir yo creo.
Algunas horas de ventura y calma.
Estoy segura que en JULIO Frida nace y muere una vez más para recordarme que es mi chamana, que ofrece sus alas para volar como paloma de paz y como águila traviesa. Ella que reconoce la fragilidad de su columna, aunque también la osadía de su espíritu. Palpo mi corazón expuesto como lo hicieron las dos Fridas, a veces atormentado, siempre apasionado. Y en medio de las dos Fridas, los zurcidos necesarios para remendar corazones de pollo, transfusiones innecesarias para seguir amando cada noche de luna, tijeras que recortan estrellas para iluminar tus ilusiones y reflejos de ti misma para perderte en todas las que eres y no eres y que hacen de ti un jeroglífico de mujer inventada por otra que casi siempre eres tú misma.
Quisiera que en AGOSTO mi amiga Regina celebre también sus 60 años libre de esa enfermedad, que se acuerde de quién es, que pueda volver a leer y escribir, a explorar tantos territorios con historias enterradas del ayer, valerse por sí misma, no olvidar nunca más. Pero, me está olvidando… Lloro y maldigo, quieren obligarme a vivir un duelo cuando ella sigue aquí, aunque no recuerde cuándo nació o qué estudió. Qué triste es olvidar quién fuiste, qué desgarrador perder tantos recuerdos para siempre. Omitirse sin proponértelo. Desconocerte ante el espejo. Sentirte extraviada dentro de ti. Excluirte sin ningún remedio en tus propias evocaciones. Me está olvidando, pero yo sí puedo decidir no olvidarla. Puedo tomar esa decisión por absoluta certeza propia. Es cierto, los primeros meses me desbaraté, sentí romperme en mil pedazos. Todos los días lloraba, ella seguía aquí, pero estaba dejando de ser ella. ¿Cómo pierdes a una amiga cuya mente la traiciona sin piedad? ¿Cómo recuperas a una amiga que te desconoce porque su cerebro se está apagando? Pero en este mes, sé que en al celebrar sus 60 recordará quién es esa mujer que se asoma a su espejo.
No puedo evitar en SEPTIEMBRE rugir con la fuerza de Leona Vicario, madre de la patria, quien lucha en la guerra de independencia y cuya carta de reclamo a Lucas Alamán he memorizado para repetirme todos los días: “…no sólo el amor es el móvil de las acciones de las mujeres; que ellas son capaces de todos los entusiasmos y que los sentimientos de la gloria y la libertad no les son unos sentimientos extraños; antes bien vale obrar en ellos con más vigor, como que siempre los sacrificios de las mujeres, sea el cual fuere el objeto o causa por quien las hacen, son desinteresados, y parece que no buscan más recompensa de ellos, que la de que sean aceptadas.”
Y en OCTUBRE celebro que la mitad de mi vida he sido mamá de alguien que creció dentro de mí para nacer un 17 de octubre y ahora es un psicólogo, a punto de terminar su maestría, un buen hombre, excelente hijo, novio cariñoso, mi hijo amado. Nunca olvido cuando presenté un libro y la moderadora pidió al público que levantara la mano si deseaba hacer una pregunta. De pronto, alguien alzó el brazo, era él. Se puso de pie y dijo: “Por favor, lean su libro, de verdad, mi mamá escribe bien bonito”. Lloré y lloré, el hombre de mi vida, estaba ahí, con su gesto de niño y su voz de hombre, diciendo a su manera que me quiere.
En NOVIEMBRE me armo como buena soldadera para volver a compartir las historias de mujeres como Juana Gutiérrez, Elisa Acuna, María Luisa Ross, Hermila Galindo, periodistas que la historia jamás podrá borrar. Las quise llamar las otras soldaderas cuando hacía mi tesis de doctorado, después a un libro pude ponerle ese título. No tomaron el fusil, no siguieron a sus “juanes”, no preparaban las tortillas en el toldo de un tren, pero como buenas “valentinas” las dominaba una pasión: el periodismo. Por eso, las consideraba otras soldaderas. Tomaron la pluma para escribir lo que pensaban y para denunciar con lo que no estaban de acuerdo. Seguían sus ideales y la certeza de que las mujeres mexicanas podían estudiar, debatir, inspirarse, auto describirse y reconstruirse a la par que iniciaba el siglo XX. Preparaban sus escritos en su habitación o en su recién estrenada sala de redacción. Y presintiéndose herederas de “adelitas” y “valentinas” la pasión que las dominaba se llamaba periodismo.
Y al llegar DICIEMBRE volveré a hacer un recuento de lo logrado, de lo que espero, de lo importante que fue 2022.