Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hgo., 18 de diciembre, 2024.- Hace unas semanas Ludmila Holkova murió y la noticia entristeció mi corazón. Solamente la vi una vez en mi vida, pero bastó para considerarla ya una amiga. Dulce y generosa, me enviaba mensajes cariñosos a mi celular después de nuestro encuentro efímero e inolvidable. Me invitaron a presentar su libro y lo hice con mucho gusto. No olvido su abrazo, sus palabras, su inspiración…
- ¿Saben cómo iluminar a la mexicana un corazón checo de nacimiento?
Basta con pintarlo color rehilete, vestirlo de charro, bordarlo de tenangos, habitarlo de alebrijes, hacerlo bailar al ritmo de un buen huapango y soltar todos los vientos que provocan los escandalosos suspiros de la Bella Airosa.
Y esos detalles los confirmas al concluir la lectura de “Entre luces y sombras”, de Ludmila Holkova, después de leerla es tan sencillo acariciar el azul de los montes, apretar las flores contra mi pecho y seguir una vereda infinita, admirar un día de primavera y dejar que el sol acaricie mi cara. “Entre luces y sombras” obliga a no olvidarse de la luna, a jugar al equilibrista durante un eclipse, a no tenerle miedo a la más absoluta oscuridad porque se tiene la certeza que una dulce voz como la de esta escritora llegará como luciérnaga para convertirse poco a poco en el amanecer más esplendoroso, basta imaginarla recién llegada de la República Checa en 1965 y cuya mirada contempló este cielito lindo, cuyo talento despertó a nuestra Iztaccíhuatl, derritió la nieve del Popocatépetl, hizo repicar las campanas de un altivo reloj siempre despeinado por los más fuertes vientos y decidió que caminaría al compás de los teponaxtles.
Por eso, al leer a una mexicana como Ludmila Holkova hidalguense por elección no puedo más que recomendar este libro que acaba de publicar en el cual nos toma de la mano para acercarnos sigilosamente a descubrir cómo se acerca la noche y cubre las cercanas montañas o las pequeñas biznagas.
En este libro qué sencillo es caminar junto con ella y recorrer juntas la calle de Amsterdam. Qué agradable imaginar que podemos intercambiar con ella una sonrisa tímida o empezar una charla que se vaya transformando en una amistad inapreciable. Deseas ser la muchacha que carga un cesto y comparte un lugar con ella. Mirarla también de reojo, para admirar sus gestos o sus acciones. Girar discretamente la cabeza para verla meditabunda, escribiendo este libro. A veces iluminada por la penumbra, otras veces cerrando los ojos para acompañarse de una sombra esclarecida. Su inspiración latente transforma una mañana común, una tarde como esta, una noche inolvidable dedicada a la lectura de este libro que suelta cometas y esconde en cada página estrellas que giran, que coronan, que juegan a las escondidillas nada más para hacerle honor al título de esta obra.
Cuántos paisajes admiramos en las páginas de este texto. Qué ganas de brindar desde el viejo bar de La almeja vagabunda, cuántas ganas de vagabundear como ese molusco. Escuchar a los marineros, dueños del mar. Y yo que me creo sirena, canto al arrullarme en estas páginas, deseosa de desamarrar de sus mástiles a todos los Ulises que se dejan envolver por olas de terciopelo.
Si aceptan la invitación a leer “Entre luces y sombras” juro por la vida que lo van a lograr. Ludmila Holkova permite guardar entre las manos flores rosadas y amarillas con sus descripciones, provoca un vuelo fácil para confundir el azul del mar con el azul del cielo. Vuelve una obra de arte el sencillo amanecer, el inevitable paso de los días, la rutina que ilumina o ensombrece nuestra jornada. Por eso, ella canta con su voz, con alma, son el corazón:
El sol que dominaba el escenario.
El sol arrogante que lastimaba la vista.
Enorme esfera roja, el sol vigoroso, rojo.
El sol, dueño del cielo y de este grandioso paisaje.
Y luego un prodigio: El ocaso.
Ludmila querida, tu libro “Entre luces y sombras” va a dejar huella como esa sonrisa que describes y conviertes en metáfora, en apuesta, en profecía de mejores días, en vaticinio de nuevas amistades, en la magia que necesitamos luego de esas malas noticias de estos últimos meses, guerras y muertes, injusticia y silencios, de días encerrados en casa, de abrazos retenidos y sonrisas ocultas.
Hasta pronto Ludmila, pinta el cielo con tu luz.