Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 7 de mayo, 2025.- Explorar la maternidad desde dentro y recordar que fue deseada, o que fue casualidad y hasta mala suerte. La abnegación en su límite o la extrañeza oculta.
La maternidad desde fuera y criticar a las que rompen el estereotipo, señalar a las que viven para el fruto de su vientre, santificar o condenar, respirar aliviadas porque todavía han dicho no, jurar que no hay felicidad mayor o morderse la lengua al decirlo.
Ser madre, tener madre, amar a la madre, decidir ser madre, parir, dar paso a la vida, transformar tu cuerpo, soñar con canciones de cuna, despertar con el llanto de un bebé indefenso o porque el hijo adolescente no ha llegado y ya son las seis de la mañana.
Por eso, en martes 10 de mayo nada mejor que explorar la literatura femenina para buscar espejos o para cerrar los ojos, para identificarse o negar algún parecido. Sin duda, la antología hecha por Beatriz Espejo y Ethel Krauze titulada “Atrapadas en la madre” (2007, Alfaguara, México), es una lectura ideal para este mes de mayo.
Inés Arredondo pecó entre lo perverso y lo prohibido, por eso su cuento “Estío” asusta y jora negaciones, ya que la madre de esta historia imagina amar a su hijo, el incesto no ocurre porque ella prefiere atreverse con el amigo de su retoño.
Anamari Gomiz relató la manera en que una hija debe ayudar a bien morir a su madre. De manera conmovedora, pero a la vez dura, palpamos ese amor hacia la madre, esa misericordia por una mujer que parió a otra mujer, así como la solidaridad humana de comprender lo incomprensible. Mientras que Angelina Muñiz en “La madre” nos aproximó al embarazo y al parto, así como a los trastornos que sufren el cuerpo de la mujer, pero también su vida y su alma. Aline Petterson en “Bendita sea tu pureza” una niña enfrenta entre su inocencia e ingenuidad a tres representaciones muy intensas de la maternidad: Eva, nuestra madre pecadora; la Virgen María, la madre inmaculada de Jesús; y, a su propia madre, que ignora o provoca que su hija se sienta culpable por su despertar al deseo, a su cuerpo, a la sexualidad.
Liliana Blum en “La maldición de Eva”, en siete actos recorre una vida femenina que deprime y duele, esa mujer que se entrega por primera vez sin pasiones y con miedo, que vive su embarazo porque es su destino natural, maltratada en el parto y engañada por su marido que no la soporta ya porque ahora prefiere atender a los hijos, además porque su cuerpo ya no es deseado. Su relato ha sido calificado como uno de los más brutales en torno a la maternidad, una verdadera tragedia en siete actos.
Rosario Castellanos hace más latente su ironía cuando bautiza su cuento “Cabecita blanca”. Burlarse dolorosamente de esa abnegación. Dolorosamente burlarse de ese amor sin límites. El chantaje amoroso. El olvido de las horas mientras se vive para ellos.
Amparo Espinosa en “Tercera estación” nos envuelve en nostalgias porque detalla la ausencia de una madre que no se olvida pero que ya resulta imposible tenerla cerca. Elena Garro recuperó, denunció y confesó el extraño vínculo eterno, a punto siempre de romperse, desgastante, cruel y amoroso entre una madre y su hija en “La corona de Fredegunda”. Sus personajes femeninos llamados Lelinca y Lucía son perseguidas, están totalmente desamparadas por lo que sufren mucho emocionalmente y la compañía de las dos, juntas y separadas, no puede jamás consolarlas. Sin embargo, ante esa situación de ser perseguidas y de huir, de estar encerradas físicamente, pero libres en imaginación, madre e hija pueden creer en la magia que las salvará y que ese toque mágico esperado llegará.
Tal vez su hija Helena Paz después de leerla, decidió escribir su historia, otra historia, llamada “Memorias”, donde delató lo pesado, siniestro, fatal y doloroso que es vivir con la sombra de una madre que te supera en todo. Amor y odio, sentimientos que sin duda marcaron la vida de esas dos mujeres. Otra escritora, venida de una familia de reconocidos intelectuales, también parece tener la necesidad de delatar los conflictos de una hija que se siente abandonada por la madre y de una madre que enamorada de otro decide dar prioridad a su amor de mujer que, a su amor maternal, así Ethel Krauze presenta “Alexei”. Mientras que Marcela del Río en “La feria” permite a una madre que está pariendo tener una charla sincera y dolorosa con su hija que va naciendo, cómo entenderse, cómo quererse, cómo ser aliadas, pero no amigas, como ser compañeras, pero no romper ese vínculo filial.
Otras de mis escritoras favoritas presentes en esta antología son Silvia Molina con “Fantasmas”, donde una mujer evoca su infancia, la misma donde los miedos y los juegos se confunden y esa madre que ya no está es recordada, pero a la vez inventada, bordado con pedazos de ayer y sentimientos de hoy.
Mónica Lavín con “El asa”, donde el pretexto de dos mujeres de edades diferentes, pero madres al fin, permiten ver las diferencias y coincidencias, las perspectivas y silencios de sus propias generaciones maternales. Finalmente, Beatriz Espejo escogió “La tumba egipcia”, que relata de manera muy humana y sincera esa relación madre-hija, madre vs hija, madre junto con la hija, madre muy lejos de la hija.
La antología “Atrapadas en la madre” es una verdadera delicia, un espejo donde no quieres verte, pero ahí estás, las confesiones del odio amoroso que siempre provoca esa figura materna, la nostalgia por su café con leche cuando ya eres una mujer madura, el miedo de que pronto tu hijo también quiera poner distancia de ti que has intentado ser una madre aliada.