Bellas y Airosas| Nina Galindo, mi chamana musical

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Elvira Hernández Carballido

SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 30 de agosto, 2023.- Su voz sigue penetrando almas, voz aguardiente para rasgarte el corazón, voz sonora que hace eco en las tardes nostálgicas. Nina Galindo es una cantante que entre el blues y el rock nos mece en letras que nos reflejan como mujeres atrevidas, rebeldes y bienqueridas. Este viernes 25 de agosto pude verla otra vez en un concierto, todo por culpa de mi querida amiga Layla Sánchez Kuri, quien sabe muy bien cómo adoro a mi chamana musical.

La trayectoria de Nina ya tiene cuatro décadas. Al iniciar los ochenta empezó como corista de un grupo mexicano rocanrolero. Después fue la única mujer que formó parte del Movimiento Rupestre, ese colectivo de músicos que apostó por ser leales a sí mismos y al no tener los grandes instrumentos musicales eléctricos, confió nada más en su voz, una guitarra y una armónica para hacer sus espectáculos musicales, pero sobre todo en la calidad de sus letras. En alguna entrevista se describieron como un gremio que gustaba de “la fantasía, le mientan la madre a lo cotidiano; tocan como carpinteros venusinos y cantan como becerros en un examen final del conservatorio”, y ahí, entre esos machines, la voz de Nina Galindo, alborotando sus largos y rebeldes cabellos chinos, al tú por tú con cada uno de ellos, dueña del escenario, taladrando corazones con sus potentes interpretaciones. Yo la descubrí cuando recién había grabado su primer disco, “Brindis para un difunto”, 1991, del cual Armando Ponce escribió:

“En él encontramos canciones vividas a topes como las de Ponce, rolas de amor que no son románticas, sino que tienen esa pizca de amargura de los que han vivido la misma soledad e incomprensión (” un beso de sangre es la voluntad que inspira mi canción”). Canciones con textos definidos que se convierten en sorprendente placer gracias a las inmejorables prestaciones vocales de Nina. Cortes sólidos como "Rock de los treintañeros", de Arellano, o "En brazos del olvido", de Enciso, que seguramente los seguidores de la Galindo disfrutarán.”

En ese primer acetato, Nina permitió desde la primera rola hacer sentir que su pasión por el blues es eterna y por eso todas las emociones se revuelven en sus canciones. Así, puede convencernos de que los desamores solamente son pretextos para volver a amar. Su alegría nos reconcilia con la melancolía para no recordar sino enamorándote nuevamente de la vida. Al escucharla comprendemos que las heridas en el alma no sanan, pero se acarician con la certeza de que representan la prueba de saber amar con intensidad. Su voz rupestre te aproxima a historias que se vuelven cercanas, declaraciones amorosas que iluminan tu pasado y reclamos apasionados cuando es necesario quererse más a una misma. En algún momento de mi vida he amanecido cantando “Antropofagia amorosa”. Le he creído cuando nos advierte que “los gatos no creen en los ángeles”. Ella, que se atreve a hacer un “Brindis por un difunto” o quien con la sensualidad más desbordante te describe “El último deseo”, donde las mujeres manifestamos nuestra total disposición para hacer nuestro al hombre que deseamos:


“Tengo ganas de quitarte la camisa. Tengo ganas de morderte, corazón. Romper la calma bajo mi falda. Hacerte alguna cicatriz… como último deseo de una mujer…”

Por todo eso y más no podía dejar de ir a su concierto en el foro La Escafandra. Su voz acompañada del maestro Jorge García Montemayor, se mece en las cuerdas de esa guitarra solidaria. Generosa, compartió el escenario con dos jóvenes músicas que la reconocen como su maestra, madrastra de cariño: Nidia Barajas y Zeiba Kuicani, que siguen esos pasos musicales y por eso también se vuelven inolvidables.

Y yo, señora de 61 años, desde un rinconcito del lugar aplaudo y evoco, lloro y río, me uno bajito a su voz, pero cuando en una estrofa ella detalla que a veces esta pinche vida se vuelve más llevadera con un buen concierto, me sale de muy dentro un grito gozoso: ¡Y más si es un concierto tuyo, Nina!  Dejó al final mi canción favorita de todo su repertorio. Al escuchar los primeros acordes, la reconozco, la grabo con mi celular, me uno a su voz llena de sororidad y canto con ella:

“Todas las mañanas se la miento al boiler y de paso a ése que hace días se fue. No es posible que, ninguno de los dos malditos, sean capaces de entibiar a una mujer. Duermo sola con mis cristos, mis protectoras, mis chamanas que se hacinan en la pared…”

En su camerino Nina Galindo agradece una y otra vez nuestras felicitaciones. Se deja abrazar, responde preguntas y hasta invita un café para algún día platicar sobre las mujeres intérpretes como ella, luchadoras, leales a sí misma y a su público, voz entonada desde los cielos rupestres. La voz de Nina Galindo resuena dentro de mí como un eco de sirena, con la fuerza femenina de un viento belloairoso y por la noche, me arrullo con su voz, libre e incendiaria.

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