- 10 de septiembre de 1907, 17 de abril de 1996
Sara Lovera
Fue un todo. Escritora, defensora de los derechos de las mujeres trabajadoras y del pueblo, se unió a las sufragistas; pero sobre todo fue una histórica defensora de los derechos de los obreros y activista en una época de prohibición de la lucha social; vivió en sentido de la historia, dejó huella en nuestra memoria. Apasionada y decidida se forjó por sí sola. No dejó de luchar hasta unas semanas antes de morir; muy hermosa nunca se negó al amor. Fue una impulsora de los movimientos de justicia social en nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX.
Su perfil:
Activista política mexicana, nació el 10 de septiembre de 1907 o 1904[1] en San Jerónimo de Juárez, Guerrero, un poblado ubicado a 170 kilómetros al oeste de Chilpancingo. Fue la décimo sexta hija de Genaro Galeana Lacunza una quien, en propias palabras de Benita, “era un hombre muy rico”[2], el más próspero terrateniente del pueblo.
Benita quedó huérfana de madre a los dos años y su padre se consumió poco a poco en el alcohol. A los seis años, después del fallecimiento de su padre, Benita se fue a vivir con Camila, la mayor de sus hermanas. La niña fue obligada a desempeñar labores propias para un adulto: hacía charamuscas para vender en la calle, aprendió a amasar, a hacer dulces, tamales; hacía tortillas para llevar a la milpa y alimentar a sus hermanos; por las tardes preparaba la cena para dar de comer al hermano que regresaba del jornal; cuidaba de los hijos menores de la hermana; aprendió a matar puercos, a ordeñar vacas, a hacer jabón, queso, a sembrar toda clase de semillas y a levantar la cosecha…Benita creció inmersa en la pobreza y el abuso, primero ejercido por su hermana Camila que la golpeaba constantemente y le impidió ir a la escuela; más adelante por su cuñado Pedro que la maltrataba cuando Benita le preparaba la comida e incluso, una noche, intentó abusar de ella sexualmente, pero Benita se defendió y le cortó dos dedos de un machetazo.
Maltratada constantemente, Benita busca la manera de escapar de la opresión familiar intentando un par de huidas que se ven frustradas. Finalmente, Benita sale de San Jerónimo con otra de sus hermanas y se muda con ella a Acapulco. Su situación, sin embargo, no mejora y se repite la historia de trabajo duro y maltrato.
Pasado algún tiempo Benita busca refugio en el matrimonio con un escribiente de juzgado, se embaraza y con cinco meses de embarazo sale de casa de su suegra y deja a su marido, hombre del que nunca se enamoró. Da a luz a su hija Lilia en casa de unos conocidos y ya sin marido ni recursos para mantenerse, regresa a San Jerónimo con su hija a vender comida en la calle.
En una ocasión su hija enfermó gravemente y Benita no tenía dinero para pagar la curación, así que recurrió a un pretendiente, un general, que a cambio de pagar le pidió a Benita que se fuera a vivir con él pero sin la niña “no le hace, yo quiero ver a mi hija buena”.[3] Pero Benita se las ingenió para terminar con la relación y regresó con su hija. Posteriormente conoció a un vendedor de mezcal que le propuso llevarla a México siempre y cuando dejara a la niña con su suegra en Acapulco. Benita llevó a Lilia con su suegra y empezó a recorrer los caminos con el mezcalero. Así anduvo por meses con la esperanza de llegar a México en algún momento, pero la ocasión no se presentó sino una vez que el mezcalero estaba fuera de Acapulco. Benita que ya era conocida como su mujer, fue a cobrar un dinero que un cliente debía y, dejando a su hija en Acapulco, compró el boleto del tren que la llevaría a México.
Llega a México en la década de 1920 conoce a Manuel Rodríguez, chofer con el que se muda a vivir. Benita tiene la intención de volver a Acapulco a buscar a su hija y Manuel tiene el firme propósito de ayudarla a lograr su objetivo; pero su trabajo sólo le permite aportar para su manutención y se les dificulta el ahorro. Así que Benita, aconsejada por una amiga, entra a trabajar al cabaret El Viejo Jalisco ubicado en la calle San Juan de Letrán (hoy Eje Lázaro Cárdenas).
Su trabajo consistía en bailar y tomar con los clientes y por ello le pagaban buen dinero, además de recibir las propinas que los clientes ofrecían. Pasado un tiempo Benita logra juntar dinero suficiente para ir a Acapulco. Llega a buscar a su hija, pero su suegra no le permite llevarse a la niña pues le exige un pago exorbitante para cubrir los gastos por el tiempo que la niña había permanecido con ellos. Entonces Benita regresa más tarde para llevarse a su hija sin que su suegra se entere: recoge a la niña que estaba jugando en el patio y se arma el escándalo porque alguien denuncia a Benita quien después de muchas peripecias logra evadir a la policía y regresar a la capital con Lilia. De regreso en México, Benita, Lilia y Manuel se mudan a una vecindad que “era (…) horrible”[4] y está rodeada de hostilidad. Benita enfrenta algunos incidentes con las vecinas y por uno de ellos es encarcelada. Manuel paga la multa, sale Benita y Manuel la abofetea. Un policía que lo ve, encarcela a Manuel y Benita intercede por él. Liberan a Manuel y de camino a casa “…me agarró otra vez a cachetadas. Me tiró y luego me cogió de los cabellos y me arrastró.”[5]
Manuel Rodríguez ingresa al Partido Comunista Mexicano (PCM) y Benita aprende algunos conceptos básicos del movimiento comunista. Se identifica inmediatamente con sus reivindicaciones y se incorpora al PCM en 1927.[6] Desde un principio se comprometió con la lucha de los trabajadores y participó activamente: en mítines como oradora a favor de la liberación de presos políticos, en contra del aumento de productos básicos y del transporte, por un seguro social para las familias de los trabajadores, por la emancipación de la mujer en las fábricas, por el respeto al derecho de huelga; también participó pegando propaganda del partido o distribuyendo El Machete que era el periódico del partido. Por su participación en las actividades del PCM y por la posición hostil del gobierno de Portes Gil hacia el movimiento comunista, Benita estuvo presa recurrentemente, con tanta frecuencia que ella decía irónicamente “¡Yo ya me sentía en la cárcel como en mi propia casa!”.[7] Era tal su convicción y su carácter aguerrido que incluso en prisión organizaba mítines y transmitía sus ideales a las compañeras presas. Benita aprendió sobre la marcha y preguntando a los compañeros del partido todo lo que no entendía, también aprendió de escuchar hablar a los oradores del partido y comprendió cuál era su papel “…en la sociedad capitalista: al lado de los trabajadores.”[8] Pero a pesar de su gran amor y fe al partido y a la lucha, no dejó de criticar la falta de educación de sus integrantes:
“… yo critico el descuido que tenía con sus hombres y mujeres que militan en él. No se preocupaba gran cosa por su educación. Yo me pongo como un ejemplo de ello…nunca sentí que los dirigentes del Partido mostraran ningún interés por encauzarme, por mejorar mi trabajo revolucionario, por hacer de mí, aconsejándome o estimulándome, una luchadora más consciente y capaz. He sentido que me han dejado sola con mi ignorancia.”[9]
Una de las tantas veces en las que salió de la cárcel (al menos cincuenta y ocho según relata Benita[10]) sin saber leer ni escribir y siendo ya identificada como comunista, se le complicó conseguir trabajo, así que regresó a trabajar al cabaret. Allí, una noche conoció al gerente de “El Águila”, un “gringo” que la invitó a irse con él a Tampico. Accede y se va con él una temporada; pero después regresa a México para seguir militando en el partido.
A mediados de 1930[11] Benita conoce en un baile a Humberto Padilla “Era un pequeño-burgués recientemente ingresado al Partido.”[12]Quedó cautivada con su conversación convirtiéndose en su primer gran amor. Se vuelven pareja y al poco tiempo, al presentársele a Humberto una oportunidad de trabajo como ingeniero ferrocarrilero, Benita lo acompaña al sureste de la República: a Chiapas y Campeche. A su regreso a la capital, entre 1936-1937, después de un año de ausencia, Benita intenta retomar su participación en el partido y recuperar a su hija Lilia, pero se encuentra con la oposición de Humberto. Al poco tiempo se separan. Participó activamente en la creación del Frente Único Pro-Derechos de la Mujer (FUPDM) junto con Adelina Zendejas, ayudando a la defensa de las trabajadoras más desfavorecidas y abogando por el derecho al descanso por maternidad. El Partido en esa época apoyaba al gobierno cardenista y Benita pudo conseguir un empleo en una oficina de correos. Decide entonces escribir un libro con sus memorias.[13]
Nuevamente integrada al partido, conoce en la redacción de El Machete al periodista Mario Gill quien ayuda a Benita en la redacción de su libro y acaba cautivado por su gran personalidad. En 1939 se juntan como pareja y esta relación terminará sólo con la muerte del periodista en 1973. Después de la muerte de su hija Lilia que fallece por una afección cardíaca, y ya siendo pareja de Mario Gill, adoptan seis hijas.
La vida de la pareja se caracteriza por su activa participación en el PCM en los eventos nacionales y su mirada crítica en los internacionales. Mario es además reportero y vive como tal esos acontecimientos. Ambos viajan a la Unión Soviética en más de una ocasión debido al tratamiento contra el cáncer al que se somete Mario. Benita recuerda algunas de sus participaciones políticas como la lucha de los ferrocarrileros en 1958, la de los estudiantes en 1968 y la guerrilla en la década de1970. Benita participó en el movimiento estudiantil llevando alimentos, medicinas y recados, sin medir el riesgo que esto implicaba y en la década de 1970 miró con abierta simpatía el prospecto guerrillero de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.[14]
En la década de 1980 después de una ausencia de años, retoma su activismo y participa solidariamente después del terremoto de 1985. En 1988 apoya la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, ese año va a La Habana, donde se entrevista con Fidel Castro y le entrega pruebas del asesinato del equipo central de Cárdenas. En 1994 aplaude el levantamiento zapatista.[15]
Escribió un libro de cuentos de Guerrero El peso mocho publicado en 1979 y otro de memorias, Actos vividos.
Benita muere el 17 de abril de 1996.
[1] SPENSER, Daniela: “Benita Galeana: fragmentos de su vida y su tiempo”, en Desacatos, CIESAS-DF, mayo-agosto 2005, p. 149.
[2] GALEANA, Benita: Benita, Extemporáneos, 1979, p. 9.
[3] GALEANA, Benita: Benita, Ibíd., p. 53.
[4] Ibíd., p. 94.
[5] Ibíd., p. 97.
[6] SPENSER, Daniela: “Benita Galeana: fragmentos…”, Ibíd., p. 152.
[7] Conversación con Sara Lovera en Guerrero, en 1992
[8] Ibíd.,
[9] Ibíd.
[10] Ibíd.
[11] SPENSER, Daniela: “Benita Galeana: fragmentos…”, Ibíd., p. 156.
[12] GALEANA, Benita: Benita, Ibíd., p. 180.
[13] Benita (sus memorias novelada, ed. Extemporáneos 1979
[14] SPENSER, Daniela: “Benita Galeana: fragmentos…”, Ibíd., p. 159.
[15] Ibíd., p. 160.