Martha Canseco González.
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 19 de noviembre, 2023.- Hace algunas columnas aseguré enfáticamente que las feministas somos fabricantes de utopías, reitero una utopía es lo opuesto a una distopia. La utopía es imaginar, construir cerebralmente la idea de un mundo y una sociedad mucho mejor que la que tenemos ahora.
Por desgracia en este mundo patriarcal, tienen mayor cabida y aceptación las distopias, imaginar el caos, la muerte, el crimen, la guerra, la mentira, la traición, la destrucción y al dinero como un Dios imperial. Por eso estamos como estamos.
El objetivo de las distopias es que aceptemos todas y todos estas calamidades como destino manifiesto y que no opongamos resistencia, que asumamos dócilmente que hay unos privilegiados, generalmente hombres, quienes mandan y que el resto sólo obedecemos.
En una canción John Lennon nos recuerda la importancia que tiene imaginar.
Imaginar, es empezar a crear realidad. Nunca la humanidad habría llegado a la luna, sí a Julio Verne no le hubiera hecho ilusión, jamás se habría inventado el helicóptero si Leonardo Da Vinci no lo hubiera soñado, la red de internet no existiría si la ingeniera Hedy Lamarr no hubiera tenido el talento para crearla.
Estas personas, lo primero que hicieron fue imaginárselo.
Creí que las feministas estábamos solas en esta desesperada tarea de imaginar que una sociedad más igualitaria, pacífica, equitativa, amorosa y mejor es posible, acabo de descubrir que no es así.
De hecho, la mayoría de quienes habitamos el planeta, anhelamos, ansiamos, deseamos, imaginamos una humanidad más humana y un mundo más habitable, las mujeres, las y los niños, las y los adolescentes, las y los indígenas, las personas de la tercera edad, las personas con alguna discapacidad, las personas de la diversidad, los pobres, los desposeídos.
Es decir, todas y todos aquellos que no estamos en la cúspide del poder patriarcal. Sí lo reflexionamos bien, resulta que son unos cuántos quienes nos están imponiendo la barbarie, en comparación con quienes queremos el total bienestar colectivo.
El viernes pasado, a invitación de mí querida amiga Erika Rodríguez, presidenta de la comisión de niñez, juventud, deporte y familia, me eché completito el 9º parlamento infantil 2023 en el Congreso del Estado de Hidalgo.
Treinta y un infantes de quinto y sexto de primaria, expusieron en tribuna sus más grandes anhelos y aciagos temores. Tres fueron los temas recurrentes en las ponencias que leyeron: la violencia en las escuelas, la violencia contra mujeres, adolescentes y niñas, además del implacable deterioro del medio ambiente.
Conminaron a los adultos a tomar en serio estos problemas y hacer algo para detenerlos a fin de que no se ponga en riesgo el futuro de aquellas y aquellos que los padecen.
Observé muy detenidamente la manera en que niñas y niños se desenvolvían durante la sesión del parlamento fue imposible no imaginarlos ahí dentro de 15 o 20 años. ¿Llegarán con el mismo ímpetu, serán tan elocuentes en sus planteamientos como lo fueron el viernes, tan combatientes?
Lo dudo, este sistema patriarcal te convence y te amedrenta durante el trayecto de vida, para que termines creyendo que no son temas importantes, que hay siempre algo más perentorio, que son cosas que no se pueden evitar, que no seas ingenua, ingenuo.
Y entonces no pude evitar hacer el mismo ejercicio a la inversa, imaginar a las y los diputados y al funcionariado gubernamental que estuvieron presentes en el parlamento, como niñas y niños.
Por su mirada, por su expresión corporal y por sus reacciones fue muy fácil identificar quiénes siguen soñando y para quiénes su rebelde infancia ya es un lejano recuerdo.
¡No dejemos nunca de imaginar y soñar!
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