Cada sexenio una nueva reforma. Cada Gobierno una nueva estrategia.
¿Cuándo acaban las reformas educativas?
SemMéxico. 29 de agosto de 2018.- Como sabe ya comenzaron los foros para alcanzar “Un Acuerdo Nacional por la Educación” y es bien interesante como cada sexenio, al menos en los últimos 5, cada Gobierno intenta “reformar la educación”.
Le cuento que cada uno lo ha hecho a su manera.
Carlos Salinas de Gortari, le apostó a la “modernidad”, sinónimo de descentralización. Transfirió a los estados, maestros y las escuelas. El dinero, los programas de estudio, el calendario escolar, los programas de política pública, todo eso se lo quedó la Federación. La cosa se complicó bastante, pues durante 5 años, los Gobernadores tuvieron que hacer uso de múltiples estrategias para conseguir más recursos y los maestros, especialmente la disidencia magisterial, se opusieron al Acuerdo de Modernización de la Educación Básica y Normal (ANMEB) y lo que se derivó del mismo, como el Programa de Carrera Magisterial, la evaluación docente y la evaluación de los aprendizajes de los alumnos.
Ernesto Zedillo apostó por la calidad de la educación. Asentó la descentralización de la educación, y aplacó las resistencias magisteriales, sobre todo con la creación del Ramo 33 que incluía dos fondos, el Fondo de Aportaciones para la Educación Básica y Normal, para que los estados pagaran los sueldos de maestros y el Fondo de Aportaciones Múltiples para la creación y rehabilitación de escuelas, así como los desayunos escolares.
Con Vicente Fox también llegó un nuevo acuerdo que se llamó Compromiso Social por la Calidad de la Educación, firmado por los presidentes del Congreso de la Unión, la ANUIES, los Secretarios de Educación federal y estatales, el titular del poder Judicial, así como la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), representantes de la sociedad civil y los organismos empresariales. Todos se “comprometieron” a impulsar acciones a favor de la calidad de la educación. Un tema nodal de este “compromiso” fue la evaluación docente y la asignación de plazas a través de concursos de oposición, tanto para ingresar al sistema educativo como para promoverse y ser director de escuela. Pero el compromiso naufragó. La evaluación docente fue voluntaria, la asignación de plazas por concurso solo se realizó en 13 entidades y no para todas las plazas, solo algunas. El SNTE siguió controlando el 50 por ciento de las plazas docentes que le confería, desde 1963, la ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado.
Felipe Calderón, pensó que la mejor estrategia para avanzar en el tema de la asignación de plazas, fue aliarse con el SNTE y firmaron la Alianza por la Calidad de la Educación. A los Secretarios de Educación Pública se les informó sobre la Alianza en una sesión del Consejo Nacional de Autoridades Educativas, posterior a su firma, cuya validez jurídica era “un power point”. La dirigencia del SNTE hizo lo propio y firmó sus alianzas locales, con al menos la mitad de los estados, hasta que llegaron los resultados del primer concurso para el ingreso al servicio docente, donde 7 de cada 10 maestros no alcanzó el 70 por ciento de aciertos para ingresar a la lista de prelación y poder ocupar una plaza. Los resultados de la evaluación enojaron al SNTE que presionó para modificar la forma de calificar a los docentes: ingresar a la lista de prelación solo con el 30 por ciento de aciertos. La disidencia magisterial se movilizó y rechazó la firma de la Alianza. Exigió cancelarla.
Con Enrique Peña Nieto, la reforma educativa también tenía como objetivo mejorar la calidad educativa y recuperar la rectoría de la educación, que a lo largo de los años con la figura de los maestros comisionados a los sistemas educativos, se compartió con el SNTE. Por ello, optó por firmar el Pacto por México, solo con las dirigencias de los partidos y excluyó a todo el mundo, el SNTE, los chiquipartidos, docentes, especialistas, investigadores.
La “reforma educativa”, como sabe, creó la Ley General del Servicio Profesional Docente, sacó a los maestros de la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, hizo obligatoria la evaluación docente para ingresar, promoverse y permanecer en el servicio educativo; centralizó la nómina docente en la Federación y con ello le quitó el manejo discrecional de los recursos a los estados. Contó a los maestros, a través de un censo, aparecieron cerca de 300 mil aviadores, y comisionados, y como sabe, se armó de nuevo el conflicto educativo. Quizá lo más interesante de la reforma educativa es que se redujo a la sola evaluación docente. Aunque incluyó una consulta pública sobre el modelo educativo, el cual entró en vigor este ciclo escolar en las más de 200 mil escuelas de todo el país; se creó un nuevo programa de incentivos docentes, así como un modelo de formación continua.
¿Cuándo acabamos de cambiar la educación? ¿Cuándo terminamos con las “reformas de gran calado”; con la “nueva época” para la educación, con los “grandes cambios”, con las “grandes transformaciones educativas” y comenzamos a construir un sólido sistema educativo, aunque no sea de gran calado y solo sea un sistema educativo sólido? ¿Cuándo dejamos de quitar los ladrillos del sistema para edificar un sistema educativo que reclama consistencia en la acción, continuidad, fortaleza en el tiempo y creer en el trabajo de las y los maestros para ofrecer nuevos conocimientos a las y los estudiantes?
Porque lo que más le hace falta al sistema educativo, es contar efectivamente con un Acuerdo, en el que todo el mundo, no solo esté de acuerdo, sino se comprometa con el mismo, para no tener que iniciar de cero, cada 6 años.