BELLAS Y AIROSAS
Elvira Hernández Carballido
SemMéxico, Pachuca, Hidalgo, 24 de marzo, 2021.- Este fin de semana la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) me invitó a clausurar un coloquio sobre mujeres periodistas y donde varias de ustedes participaron. No quise decirle lo que fuera, preparé con mucho cariño y precisión esta carta-discurso. No sé cuántas de ustedes me oyeron, si me escucharon, si hemos logrado construir puentes entre su generación y mi generación, como nosotras las chicas de 60 lo logramos con las otras generaciones que nos dieron su mano para ser lo que ahora somos.
Lo que sí puedo afirmarles es que este texto lo comparto con la esperanza de tocar sus almas apasionadas, con humildad y sencillez. Aprovecho para reiterar que se deben fructificar estos espacios que se abren cada 8 de marzo y continuar los otros meses y no dejar de hablar, de compartir, de evocar para darnos fuerza, de compartir porque de esa manera nuestra lucha siga avanzando.
Fue así como les dije que hoy había vivido tres días acompañada de voces jóvenes, periodistas de palabras y de imágenes, que se autonombran feministas llenas de sororidad. Escuché sus testimonios que reiteran lo poco/mucho/nada/todo que se ha avanzado para derribar al patriarcado. Sus historias dan esperanza y demuestran la fuerza latente en cada una de sus decisiones. Gracias por permitir palpar lo que se hace, se ha hecho y lo que falta por hacer en la Faculta de Ciencias Políticas y Sociales, aunque también en otros escenarios de la enseñanza del periodismo y la comunicación en toda la república mexicana.
Sus certezas y dudas me hicieron evocar a las primeras cinco chicas que formaron parte de la primera generación que estudió la licenciatura de periodismo en la UNAM en 1950. Provocaron que sintiera muy cerca de Alaíde Foppa que logró insertar una materia en los planes de estudio, claro, optativa, que nos aproximara al feminismo en la década de los setenta. Hasta me vi yo misma, en 1986, recién egresada, observando a mis profesoras que preguntaban sorprendidas una y otra vez por qué se me ocurrió escribir una tesis para recuperar la historia de las primeras mujeres periodistas en nuestro país. Y acaricié toda esa década de los noventa cuando Gloria Hernández Jiménez/Layla Sánchez Kuri/ Josefina Hernández Téllez/ Isabel Barranco/ y su servidora, profesoras de asignatura de la licenciatura en ciencias de la comunicación, nos la pasábamos organizando mesas redondas para hablar de periodismo y feminismo, pegando propaganda hecha por nosotras mismas, saloneando pese a todo, contra todo, por convicción total, metiendo de contrabando nuestro feminismo en cada clase.
Y con orgullo, ahora desde otras trincheras, las atisbo a ustedes, chavas admirables, que ya no practican un feminismo abnegado como el mío, sino que exigen, hacen barricadas, cierran instalaciones y van transformando a esta universidad para sensibilizar sobre el tema, para compartir estos lentes de género, para sumar por todo, contra todo más todo… Y aquí están, tomando fotos de marchas y pañuelos verdes, escribiendo notas y recuperando testimonios. Voces de hoy que durante estos tres días sensibilizan, llenan de orgullo, suman mil más mil certezas…
¿Saben? Hace algún tiempo, participé en un libro que propuso conjugar la tercera persona del plural, así, en masculino, NOSOTROS, para ubicarnos en diferentes contextos sociales del país. Por supuesto, yo metí a la fuerza el NOSOTRAS. Entonces, escribí una aproximación a la historia del periodismo y mi primer párrafo señaló la siguiente advertencia: Nosotros llegamos primero al periodismo -dicen ellos-, nosotras un poco después; nosotros siempre hemos construido la realidad socia l-presumen ellos-, nosotras empezamos periodísticamente a describirnos a nosotras mismas; nosotros perseguimos la noticia desde el siglo XIX -repiten orgullos ellos-, nosotras tuvimos que conquistar ese derecho; nosotros hacemos periodismo -juran ellos-, nosotras también…
Y por todas nosotras, por cada una de nosotras, sé que todo este camino recorrido, ganado, lleno de obstáculos y retos, lo hemos avanzado juntas, a nuestra manera, según los tiempos y nuestras estrategias.
Así llega a mi mente Leona Vicario, considerada la primera periodista mexicana, que repite con seguridad que el amor no es el único móvil de las acciones femeninas sino también el amor a la patria y a la libertad.
Laureana Wright, periodista mexicana del siglo XIX quien preguntó y respondió: ¿Qué necesita la mujer para llegar a la perfección? Fuerza de voluntad, valor moral, amor a la instrucción y, sobre todo, amor a sí misma.
Dolores Jiménez y Muro perseguida y encarcelada, haciendo huelga de hambre en la cárcel de Belem, uniéndose a la revolución mexicana, exigiendo siempre ser tomadas en cuenta.
Elvira Vargas y Magdalena Mondragón, las primeras reporteras, llegan al lugar de los hechos y sus textos merecen la primera plana. Ellas cubren las marchas del frente Único Pro Derechos de las Mujeres, el gran movimiento del siglo XX para exigir el voto de las mexicanas.
Noemí Atamoros hace resonar el taconeo de sus zapatillas en la redacción del periódico Excélsior para demostrar la fuerza de su pisada, dejando huella en ese piso de madera donde solamente se habían quedado marcadas las pisadas de los hombres que a mitad de siglo XX seguían viendo como extrañas a las mujeres que hacían periodismo. El mismo Excélsior donde con ironía y provocación, durante más de una década, en la página editorial, Rosario Castellanos nos invitaba a ser la primera rebelde furibunda de la casa, de la escuela, del periodismo, del país…
Y de pronto, en el periódico El Día muchas periodistas se ganan a fuerza de necedad, de demostrar tres o mil veces más su compromiso periodístico que pueden ser responsables de cualquier fuente informativa, que saben trabajar el suceso noticioso y que pueden cubrir desde política hasta nota roja, no solamente cultura y sociales, donde las había confinado el periodismo tradicional.
Entonces, una periodista, reportera de reporteras, Sara Lovera, empieza a insistir que sí, que se debe ganar la noticia, pero jamás olvidar darnos voz a las otras-nosotras-ellas-todas.
Quizá por ello, el ejemplo del periodismo y feminismo, periodismo feminista, feminismo periodístico ha sido el suplemento Doble Jornada, que de 1987 a 1996, circuló los primeros lunes de cada mes y a través de reportajes, crónicas, entrevistas y artículos sacudió a ese periodismo nacional que nos olvida, que nos hace invisibles, que no quiere vernos y entonces se fundó Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), después SemMujeres, y aparecieron muchos espacios más Las Caracolas, Alas Mujeres…
He podido atestiguar, pero también ser pionera de cursos y talleres para que el periodismo en este país no se olvide de mirarnos, de denunciar la opresión y la injusticia contra las mujeres y así en por lo menos en los 32 estados de este México tan desmemoriado y patriarcal hay una periodista, dos, tres periodistas que hace periodismo feminista: Oaxaca-Soledad Jarquín, Hidalgo-Martha Canseco, Chihuahua-Leticia Castillo, Quintana Roo-Cecilia Lavalle, Baja California-Alma Oceguera, Tabasco-Argelia Herrera, Jalisco-Esperanza Romero…
Y en este siglo XXI más chicas en licenciaturas de periodismo y comunicación, pero también -desgraciadamente- más mujeres desaparecidas y asesinadas.
Y en este siglo XXI, estamos nosotras en todos los medios, pero también frente a un patriarcado inhumano y cruel.
Escribimos desde nuestra columna, nuestro blog y nuestro Facebook. Aprovechando un espacio como este para insistir, como lo dijeron nuestras ancestras del siglo XIX: Aquí estamos, informando cada marcha y recuperando mil testimonios. Aquí estamos.
Sí, aquí estamos, en mesas redondas como las organizadas hoy por la UNAM; delatando nuestra convicción y fuerza, nuestro feminismo. Sin dejar de perseguir nuestra necedad: encontrar otro modo de ser humano y libre.
Ustedes chavas, que toman la estafeta seguras de que el amor no es el móvil de las acciones de las mujeres, creyéndonos perfectas entre más nos amemos a nosotras mismas, sin llorar una muerte más, entre diamantinas y consignas, monumentos rayados y aliadas eternas, sencillez e historia, ayer y hoy. Y Sí, nosotras también hacemos periodismo. Gracias chavas, por su fuerza.