- Las y los periodistas que participaron en el segundo día de la Caravana Nacional “Narrativas y Memorias de la Desaparición en México”, ofrecieron algunas pistas, sobre cómo cubrir las notas de personas desaparecidas.
Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, Oaxaca, 29 de agosto del 2022.- ¿Qué cosecha un país que siembra cuerpos? ¿Dónde están? Son dos expresiones que recorren el país de un lado a otro, un país donde la desaparición de personas a manos del Estado por razones políticas, por la trata con fines de explotación sexual o por la creciente presencia del crimen organizado, llevó al periodismo a una nueva realidad, “una para la que nadie nos prepara”.
¿Un manual, una guía? ¿Hasta dónde llega la labor del periodista? ¿Y la ética? ¿Y la objetividad? ¿Y si lo que publico les pone en riesgo? Son preguntas que asaltan por momentos a las y los periodistas que cubren la desaparición de personas en el norte, en el sur, en el centro del país.
Periodistas que se quedaron un día sin poder escribir una línea, abrazados por el dolor de las familias que les contaron sus historias o que por horas contemplaron hojas en blanco avasallados por sus propios miedos, la rabia y la impotencia que pensaban que era de las otras, los otros.
Periodistas que un día, sin darse cuenta, tomaron de la mano a las madres, las buscadoras, generalmente madres, hermanas e hijas que caminan bosques o desiertos con la esperanza de encontrar a sus hijas-hijos, padres-madres, hermanas –hermanos y lloraron con ellas.
Periodistas que, sin darse cuenta, en una o varias ocasiones, habían redactado un boletín para visibilizar el problema. Y se cuestionaron por haber roto sus propias reglas, las aprendidas en la escuela, donde nunca les dijeron cómo cubrir esta violencia en México, que respondieron así a preguntas de la moderadora del conversatorio Tamar Hayrykyan, de Técnicas Rudas.
Marcela Turati, de Quinto Elemento Lab; Patricia Mayorga, de Riáchali; Aranzazú Ayala, de A dónde van los Desaparecidos; Carlos Manuel Juárez, de Elefante Blanco; Darwin Franco Kiguesm de Zona Docs, y Pedro Matías, de Página 3, comparten sus experiencias en el “Conversatorio: Cubrir la desaparición de personas en México: Periodistas de A Pie”, develan poco a poco cómo un día se cruzaron con las madres, generalmente madres, de las víctimas, en el marco de la Caravana Nacional “Narrativas y Memorias de la Desaparición en México”.
Carlos Manuel Juárez, de Elefante Blanco, conoció la “adrenalina periodística” en su primer recorrido con personas buscadoras en la “frontera chica” de Tamaulipas, nunca publicó el trabajo –dice- porque entendió que había muchas personas en riesgo.
Darwin Franco Migues, de Zona Docs, tuvo su primer contacto con buscadoras cuando se acercó en un parque a las bordadoras por la paz, que después se convirtieron en Fuerzas Unidas por los Desaparecidos en Jalisco, la entidad –afirma- con más desparecidos en el país y con más fosas clandestinas.
Marcela Turati, de Quinto Elemento Lab, conoció a Alicia de los Ríos en Chihuahua, su tierra natal, una chica de su edad que buscaba a su madre, desaparecida en los años de la llamada “guerra sucia”. Poco tiempo después en la Ciudad de México, asistió a una marcha de Eureka, eran mujeres cargando fotografías en blanco y negro y donde resaltaba una sola foto a color, llevada por una hermana que buscaba a su hermano. Después llegaron varios casos más a la redacción de Proceso donde ella trabajaba y contó sus historias.
Patricia Mayorga, de Riáchali, empezó a cubrir los casos de jovencitas desaparecidas en Chihuahua, una y otra, donde conoció a Norma y la vio crecer, hasta hacer que abrieran las carpetas de investigación de sus hijas.
Pedro Matías, de Página 3, refirió que en Oaxaca el contexto era distinto. El primer caso de una persona desaparecida fue cuando no volvió a casa “el compañero Razhy”, en 1996. Pero se movieron rápido los propios periodistas que ante la circunstancia llamaron a sus colegas de medios internacionales y fue esa presión mediática la que hizo que tres días después lo encontraran. Hoy, dice estamos frente a una realidad diferente, ya no solo se trata de desapariciones de tipo político social, sino que en el Oaxaca de la Guelaguetza, hay presencia del crimen organizado.
Para Aranzazú Ayala, de A dónde van los Desaparecidos, en Puebla, las personas desaparecidas eran jovencitas para el comercio sexual. Así se encontró con un grupo de madres buscando a sus hijas.
Carlos Manuel Juárez sostiene que su trabajo, como el de otros compañeros, ha estado lleno de obstáculos y hay –dice- una zona gris donde la o el periodista se detiene porque empezaron a surgir problemas en los grupos, problemas que él les dijo no son noticia sino conflictos internos provocados por el Estado para que se dividieran y fueran vulnerables.
Pero somos humanos, coincide con Aranzazú Ayala, quien más adelante, como todos y todas se cuestiona: ¿Soy objetiva al acompañar a estas familias? ¡Por Dios, es una vida!
La cercanía con sus fuentes periodísticas generó conflictos entre los y las periodistas. Darwin Franco Migues señaló que el periodismo ayuda a las familias.
Turati enfatiza que nadie nos enseñó a hacer este periodismo, nos enseñaron a ser objetivos, neutrales, éticos. Pero acompañamos a las familias y muchas veces me preguntaba ¿seré un buitre?, por estar anotando mientras ellas (las madres o las familias) buscan o encuentran a sus hijos.
La periodista dice que tuvo que romper sus reglas y volverse “antiperiodista”, porque comprendió que tenía que ayudar a veces, incluso, no publicando, en otras dándoles ideas y hasta escribiendo boletines.
Después en la soledad entendió que le había afectado. A veces no podía escribir y se empezó a repetir. Un día rompió en llanto, las madres la abrazaron y la consolaron mientras ella en silencio se decía: “wey, yo no soy la nota”.
Frente al desgaste inventó un taller “como cubrir el dolor”, para quitarnos culpas.
Patricia Mayorga pasó por lo mismo. Vivió depresión, angustia, el síndrome de la hoja en blanco, perdió el enfoque. Se cuestionó también, pero entendió que acompañar a las familias, no le quitaba ser periodista. Su visión se transformó un día, cuando entendió que ya no quería “sufrir el periodismo” y vio a las madres que están vivas.
Pedro Matías se dice quebrado. Son más de tres décadas de periodismo, decepción, enojos de los que no puede permanecer ajeno. “Las escucho y es como si tuviera un espejo enfrente de mi”, dice con la voz entrecortada al resto de sus compañeros.
Aranzazú Ayala da una pista de tranquilidad y satisfacción periodística cuando afirma que su trabajo de acompañamiento periodístico ayudó a encontrar a una persona desaparecida en una fosa común. Eso lo sé, le dio tranquilidad a la familia.
“Hoy somos muchas personas cubriendo las desapariciones, no somos unos cuantos, somos muchos”.
Algunas pistas
Las y los periodistas que participaron en el segundo día de la Caravana Nacional “Narrativas y Memorias de la Desaparición en México”, ofrecieron algunas pistas, sobre cómo cubrir las notas de personas desaparecidas.
Respetar siempre a la fuente y preguntar si todo lo que dijeron se puede publicar
Buscar el contexto de los hechos.
Analizar los contextos, trabajar las emociones y considerar los riesgos.
Hacer periodismo como si fuera una comisión de la verdad en tiempo real.
Trabajar en red.
Contar con dignidad cada historia.
No polarizar ni utilizar a las víctimas.
Cuestionar siempre a las autoridades.
SEM/sj/MG