Dulce María Sauri Riancho
SemMéxico, Mérida, Yucatán, 5 de febrero, 2025. -La presidencia de Claudia Sheinbaum comenzó el pasado 3 de febrero. ¿Exagero? Permítanme, amig@s lector@s, argumentar mi afirmación.
Desde la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, la amenaza de un poderoso huracán se cernía sobre México. Apenas un mes antes, el 1 de octubre, había iniciado su gestión el nuevo ejecutivo mexicano, encabezado por vez primera por una mujer.
A pesar del mayoritario apoyo popular en su elección, las tortuosas relaciones con su antecesor en el cargo y su complicada entronización como la candidata de Morena a la presidencia, dejaron a Claudia Sheinbaum con un conjunto de compromisos. El primero y más profundo, fue con el “ramillete” de iniciativas de reformas a la Constitución que modificarían la relación entre los poderes de la república, en una vuelta al pasado autoritario que considerábamos habíamos dejado atrás definitivamente.
Posiciones políticas fundamentales para el funcionamiento del sistema presidencialista fueron adjudicadas a los leales al expresidente, tanto en la conducción de las cámaras de Diputados y Senadores como en cargos relevantes del gabinete presidencial y de Morena. Varios incidentes han alimentado la percepción de que sus “compañeros” de partido actúan más como “guardianes del legado” que como partes de una nueva administración.
Sumemos que, una y otra vez, desde el discurso de su toma de posesión, la presidenta Sheinbaum se ha encargado de hacer ostensible su apoyo incondicional a su antecesor y mentor político.
Llegó el 20 de enero y el nuevo presidente estadounidense formalizó los anuncios que había realizado en su campaña electoral: combatir con todo el poder del gobierno a la migración irregular; acabar con el flagelo del fentanilo, causante de miles de muertes de sus ciudadanos, especialmente los más jóvenes; reducir el elevado déficit comercial que, desde la perspectiva del presidente Trump, es causa de los problemas que afrontan las finanzas públicas y el empleo en el país que gobierna.
Aranceles (“tariffs”, en inglés); expulsiones y deportaciones de migrantes, bajo la premisa que la internación irregular en los Estados Unidos es un crimen en sí misma (en consecuencia, todos, sin excepción, para la administración trumpista son criminales) y el combate frontal a los cárteles de la droga, considerándolos como “organizaciones terroristas”. Los tres puntos de la agenda presidencial estadounidense tenían relación directa con México. ¿Cuál sería la reacción del gobierno mexicano?
La primera fue esperar, cuidar sobremanera las palabras. La premisa de “sangre fría” ha sido cumplida por la presidenta Sheinbaum a carta cabal. No se “calentó” ni cuando calificaron a los gobiernos de México de tener una “alianza intolerable con las organizaciones mexicanas de tráfico de drogas”. Ya había dado pruebas de su disciplina de mensaje, cuando en los debates de la campaña presidencial, no se apartó ni un ápice del guión, a pesar de la intensidad de los ataques de su adversaria. No sé si por dentro le hierva, pero hacia afuera esa frialdad mucho le ha ayudado en estos días.
Fueron cuatro acuerdos en la plática matinal del lunes pasado entre los presidentes de México y Estados Unidos: envío inmediato de 10,000 elementos de la Guardia Nacional a la frontera norte para “evitar el tráfico de drogas de México hacia Estados Unidos, en particular fentanilo”; conformar un grupo de alto nivel para trabajar en los temas de Seguridad y Comercio; el tercero y más relevante en la coyuntura, “se ponen en pausa los aranceles (de 25% general) por un mes a partir de ahora”. El cuarto acuerdo sólo figura en el mensaje de la presidenta mexicana: el compromiso de Estados Unidos de evitar el tráfico de armas de alto poder a México.
En la mesa de Seguridad cuya instalación también fue inmediata, la cuestión medular estará en el peliagudo tema de los cárteles de la droga mexicanos y su relación con nuestro gobierno. El papel del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, será crucial en los avances que puedan obtenerse. No hay que olvidar que la motivación primaria de la imposición de aranceles por parte del gobierno estadounidense es justamente la cuestión del narcotráfico y el fentanilo.
La mesa de Comercio será, sin duda, importante, en una especie de adelanto de la revisión del T-MEC. La amenaza está presente durante los próximos 30 días y, posiblemente, durante todo el gobierno de Donald Trump.
La presidenta Sheinbaum “compró” tiempo, sin duda. Pero no para siempre. ¿Qué satisfará a Donald Trump? Está por verse, tanto en comercio como en seguridad. En migración es más claro: acoger sin rechistar a todas las personas repatriadas, y muy probablemente, a las procedentes de otros países.
El saldo político de los primeros días de febrero es muy positivo para la presidenta Sheinbaum. Ella mostró control de su gabinete, en especial de las áreas de Seguridad y Comercio. Nadie habló más que ella; logró contener a los radicales y acelerados de Morena. Quiero pensar que también por ahora, silenció a su “Fantasma de Palacio”. Puso en su dimensión a los mezquinos coordinadores parlamentarios. La figura presidencial recupera protagonismo, indispensable en este sistema presidencialista, para poder gobernar.
El triunfo de Claudia Sheinbaum puede ser efímero o puede significar un punto de inflexión. El aniversario 108 de la promulgación de la Constitución este miércoles 5 de febrero es la ocasión para un gran llamado a la unidad nacional: a los tres órdenes de gobierno, a las organizaciones de la sociedad, a los partidos políticos, incluyendo a las declinantes oposiciones.
Ya tiene Sheinbaum suficiente fortaleza para rechazar por la vía de los hechos la exclusión y la polarización como estrategia de su gobierno. Su conducta ante el presidente de los Estados Unidos puede hacerle revalorar su actitud sobre la reforma del poder Judicial. El desastre total de la insaculación del pasado fin de semana le brinda la ocasión perfecta.
Así como los aranceles de Trump entraron en “pausa”, también puede aplicar la misma estrategia a la elección de jueces, magistrados y ministros. Queremos tener candil de la casa. Ya demostró Sheinbaum que lo puede ser “de la calle”. Esta conmemoración puede ser recordada como “el día que comenzó la presidencia de Claudia Sheinbaum”. ¿Será?—
dulcesauri@gmail.com Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán