Redacción
SemMéxico/ SEMlac. La Habana, Cuba. 07 de abril 2021.- Niños que ya no son sumisos frente a sus padres y conocen y defienden sus derechos; padres que ya no son el paradigma del conocimiento y la sabiduría ante esa descendencia, que domina mejor las tecnologías y familias que, sin convivir bajo el mismo techo, mantienen el vínculo son solo algunos de los cambios presentes hoy en la sociedad y que tienen un impacto en el ejercicio de las paternidades y maternidades.
De acuerdo con la doctora en Ciencias Sicológicas Patricia Arés Muzio, estudios nacionales y foráneos señalan que las transformaciones en la parentalidad están marcadas por los cambios acelerados en el contexto social, las familias y también en la infancia, adolescencia y juventud. Ello significa que se ha transformado ese «complejo sistema relacional de prácticas y de modos subjetivos a través del cual los seres humanos crían a sus hijos», dijo.
Sobre este tema profundizó la especialista durante una conferencia ofrecida como parte de la octava Jornada Maternidad y Paternidad, Iguales en Derechos y Responsabilidades, transmitida a través de las redes sociales del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
Para la sicóloga, el desarrollo tecnológico y la interconexión global inciden en las percepciones de los individuos y suman elementos culturales y discursivos a la formación de las nuevas generaciones, que salen del ámbito de influencia de la familia y la escuela.
Un ejemplo de ello lo colocó la experta en la pérdida de la inocencia infantil, pues «los niños se ponen en contacto con el sexo, la violencia y la muerte desde tempranas edades y están más expuestos a diversas fuentes de información, mediante los medios tecnológicos».
A la par, la diversidad en la composición del núcleo familiar hace que los referentes de maternidad y paternidad adquiridos por generaciones no sean funcionales en muchos casos. A su juicio, ello tiene una arista positiva, porque «el derrumbamiento de la autoridad patriarcal conduce a novedosas formas de relación parental, afianzadas en una cultura que aboga por el respeto, la justicia y la equidad».
Sin embargo, apuntó la doctora Arés Muzio, se dan otros fenómenos como la aplicación de más de un sistema familiar, que genera conflictos por corrimientos de roles, de jerarquías, invasión de espacios y dificultades para llegar a acuerdos consensuados. Todos estos elementos derivan en diversas pautas de crianza, con más tendencia a la inconsistencia y a la tolerancia, precisó.
«En la familia cubana, más que hablar de madre y padre biológicos, existen sistemas parentales de crianza con presencia de los abuelos, sobre todo de la abuela materna», explicó la experta, quien añade que no todas las figuras de autoridad conviven con los hijos.
Esto impone una nueva modalidad de padres a distancia, una realidad que atañe al 50 por ciento de las familias cubanas, donde los padres biológicos no están presentes físicamente en la unidad de convivencia, agregó.
Las madres de la nación caribeña, y mujeres en general, continúan como las principales responsables de la crianza, un tema de profundas raíces culturales que genera incluso «resistencias de muchas mujeres a ceder espacio al hombre en la crianza y, concomitantemente, la dificultad de muchos hombres de crearse un espacio claro para el ejercicio de una nueva paternidad», dijo la sicóloga.
Así lo reflejaba la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género del 2016, donde si bien se mostraba una ligera evolución en cuanto a las consideraciones de si hombres y mujeres estaban en igualdad de condiciones para cuidar de los hijos, los resultados demostraron que todavía prevalecía la participación femenina en los cuidados, con 25,78 por ciento, mientras los hombres exhibían 12,26 por ciento; con las mayores brechas en el apoyo escolar.
Según la doctora Arés Muzio, estamos ante padres y madres que comparten sus funciones con muchas otras responsabilidades y, pese a las exigencias que imponen esos cambios en el entorno social, se quedan sin tiempo para las demandas de las nuevas paternidades y maternidades; de ahí que tengan que asumir renuncias que no tuvieron que hacer las generaciones anteriores.
En este sentido, mencionó el dejar de aspirar a ser perfectos y reconocer que no todo está bajo su control; también renunciar a la omnipotencia de creerse la ley para los hijos; y olvidar la pretensión de impedir que sufran o pasen trabajo. En relación con ese último elemento, refirió que es un deseo que termina siendo negativo, pues «aprender a tener tolerancia a las frustraciones es parte de la vida», además de la necesidad de criar a seres humanos autónomos y responsables.
«Una buena crianza, precisó la especialista, necesita acunar, hablar, abrazar, tranquilizar, contener, validar y poner límites adecuados».
Al respecto, refirió que son necesarios para que el niño se sienta seguro y amado; definen los derechos y deberes, y le brindan la oportunidad de discernir entre lo correcto y lo incorrecto.
«El desafío es encontrar estilos parentales no tolerantes, ni inconsistentes, ni autoritarios, ni excesivamente protectores, ni negligentes. Límites ni rígidos ni difusos; límites firmes, consistentes», acotó.
Enfatizó en la importancia del aprendizaje a través del reforzamiento de las buenas conductas y de no acudir al castigo físico, que puede tener consecuencias sicológicas a largo plazo en el desarrollo sano de la personalidad.
Los cambios demandan más que nunca de confianza y respeto en las relaciones con los hijos, insistió, así como de autoridad moral, a partir de ser un modelo o ejemplo de conducta a imitar. «Hay que dedicarles tiempo, crear espacios para estar juntos, preservar rituales familiares, celebraciones; que les quede claro que están en el número uno de nuestras prioridades y siempre estamos disponibles emocionalmente para at