Cuba: Yadira Rachel Vargas: la libertad empieza en las infancias

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  • Se requiere crear un futuro diferente, dice la fundadora de Rizo Libre
  • Al escuchar la historia de las mujeres, me di cuenta de que tenía que ir más allá de la estética

Lisandra Fariñas
SemMéxico/SEMlac, La Habana, Cuba, 17 de marzo, 2025.- «Soy una cubana extremadamente perseverante, resiliente, muy creativa; una madre y una profesional feliz y que apuesta todos los días por esa felicidad».


Así se define Yadira Rachel Vargas Horta, una joven que a sus 33 años habla con convicción de lo que le apasiona y se siente satisfecha de los caminos que ha elegido: una trayectoria que la ha llevado al trabajo con las infancias y a la promoción de la educación antirracista desde edades tempranas.


Para ella es esencial trabajar con este grupo, si se quiere crear un futuro diferente. Por eso, al fundar Rizo Libre, un proyecto de acción cultural y educativa enfocado en la afroestética, sintió la necesidad de llegar a la niñez para cambiar formas de pensar y derrumbar estereotipos.


«Cuando yo empecé a escuchar las historias de vida de cada una de las mujeres –porque eran menos los hombres que acudían a arreglarse el pelo–, de las madres que traían a las niñas, me di cuenta de que tenía que ir más allá de la estética», dice a SEMlac.


Vargas Horta entendió que era necesaria una revolución interior en cada una de estas personas, porque llevar la última técnica o producto no resuelve las opresiones mentales en las que están inmersas. «Solo con peinarse no se van a liberar», sostiene.


La joven, natural de Nueva Paz, en la actual provincia de Mayabeque, a 89 kilómetros de La Habana, asegura que tanto la maternidad, como el trabajo con las infancias, le han enseñado la gran responsabilidad de los adultos ante las nuevas generaciones.


«Niñas y niños son un reflejo de lo que nosotros les estamos mostrando. Me han enseñado a analizarme a diario: lo que hablo, cómo pienso, porque cada pensamiento se convertirá en un reflejo en mi conducta y eso es lo que van a ver y a imitar», apunta.


Graduada de Historia en la Universidad de La Habana y máster en Conservación del Patrimonio, es esa preocupación la que ha volcado en Rizo Libre.


«Pasé unos cursos de capacitación, una incubadora y aceleradora para mujeres empresarias del Caribe que me ayudó muchísimo, del programa Transcultura de la Unesco. Esa fue mi primera gran oportunidad de capacitación como emprendedora y durante un ejercicio en que teníamos que definir cuál sería nuestro producto mínimo viable, yo dije: ‘haré un taller para niños'», comenta.


No fue un camino sencillo, pues al desarrollar su propuesta se percató de que necesitaba llevar la información al lenguaje de las infancias y, para ello, tenía que crear sus propias herramientas educativas.


Así comenzó una ruta que la llevó a convertirse en la creadora del primer kit de afrodidáctica cubana «Colección Cuba: Juegos de libertad» y autora del libro infantil Historias de afroestima. Mi cabello rizado, experiencias que trabajan la educación antirracista de un modo novedoso.


«No se les puede hablar a los niños desde el dolor, porque lo que estás transmitiendo es más dolor, incluso a quienes antes no lo habían percibido como tal», insiste Vargas Horta, quien considera que para fijar y multiplicar el conocimiento, hay que trasmitirlo de una manera positiva.


«Si se comunica la educación antirracista desde la tristeza, desde una resistencia que suena siempre a algo que desgarra”, entonces ahí me daba cuenta de que iba a fallar», subraya.

Más allá del cabello


La emprendedora optó por defender la afroestima, un término que no es de su autoría, pero sí le ha dado un significado especial al trascender el gusto por el cabello afro y adentrarse en la aceptación y el orgullo de la herencia cultural africana, de la cual cada individuo se apropia y la transforma al hacerla suya.


Ella estima que desde la afroestética muchas veces se maneja un discurso que todavía se queda en la superficie. «No es el rizo por el rizo, el afro por el afro. Es un cabello al que le pusieron una información detrás de suciedad, de fealdad, de atraso; y todo ello es una mentira que debe ser derrumbada», remarca.


Sin embargo, la mentira lleva más de 500 años repitiéndose y hay personas que la asumen como verdad. De ahí que, en sus proyectos, Vargas Horta haga tanto énfasis, desde el activismo, desde la afroestética, «en que cada cual se asuma tal y como es, con su naturaleza perfecta y única», dice.


Es difícil, apunta, y pone como ejemplo que en Cuba no hay una industria de cosmética para el cabello afro rizado. «Hay una solución desde los emprendimientos de la cosmética artesanal, que está supliendo parte de esa necesidad, pero no es completa», precisa.


En su opinión, la cosmética natural no es suficiente: hay que tener una industria de cosmética para la mujer negra y mestiza, con tantos productos como para otros tipos de cabellos. «Además, debe ser asequible, porque si tener el cabello afro es más costoso que llevarlo lacio, qué mensaje estamos trasmitiendo», cuestiona.

Feminismo y activismo, siempre de la mano


Para Vargas Horta, el feminismo fue la puerta de entrada a muchos de los aprendizajes que ha tenido en su viaje, porque en primer lugar le permitió mirarse de una manera diferente.


«Me ha hecho entender las múltiples opresiones por las que yo estaba atravesada y me ha hecho despertar a esos espacios donde se siguen reproduciendo estas relaciones de dominación, donde la mujer siempre tiene un trato diferente», explica.


«El feminismo debe tener un color», agregó, porque las situaciones por las que puede atravesar una mujer rural, negra, madre de cuatro hijos, soltera, que quiere emprender, no van a ser las mismas de una mujer que vive en la capital o que tiene otras determinantes en su vida, apunta.


En su caso, refiere que ser feminista la ayudó también a mantenerse alerta, no solo para identificar la discriminación, sino para tratar de cambiar aquellas realidades que no quiere para sus hijas.


Al mismo tiempo, su trabajo la llevó a conectarse con todo un movimiento de activismo contra el racismo, la discriminación y por la valoración de la afrodescendencia que desconocía, y se dio cuenta de que había un grupo inmenso de personas que estaba haciendo un trabajo maravilloso.


«Hay muchísima sabiduría en cada una de las mujeres que conforman la articulación (afrofeminista), que es esa familia en la que entro. Hay muchísima sabiduría, experiencia y eso es una fortaleza enorme», considera.


Agradece el hecho de que su juventud no se convirtiera en un obstáculo para que sus propuestas fueran escuchadas y apoyadas, además del acompañamiento que ha encontrado. No obstante, considera que una de las grandes debilidades del activismo hoy es que solo se ve como trabajo comunitario vocacional.


«Para hacer trabajo comunitario hay que dedicar una serie de recursos, hay que dedicar tiempo y eso necesita un acompañamiento económico que no siempre puede salir de los propios bolsillos de las activistas», detalla.


Añadió que, a veces, no se le da la visibilidad necesaria al activismo, que tiene un impacto grande en las comunidades, en tanto llega justo donde está el problema y lo transforma a todos los niveles, porque por lo general busca el empoderamiento y la capacitación desde la educación.


El hecho de que existan políticas públicas que vayan contra la discriminación racial y el racismo está muy bien como política de Estado, pero el activismo, los activistas llevan muchísimos años trabajando, destaca.


«Hay toda una historia de ese movimiento antirracista que debe ser puesta en su lugar, con su justo valor, con aquellas personas que no se deben olvidar y que casi siempre pasan al anonimato», reflexionó.


Vargas Horta afirma que hoy no se entiende el emprendimiento sin colaboración, sin el enriquecimiento de una propuesta educativa, y considera que entre las mujeres está sucediendo algo hermoso.


Por ejemplo, la Red cubana de mujeres emprendedoras procura una articulación para compartir fortalezas, comenta.


Es quizá una muestra del país al que aspira, donde se sienta «el poder de la transformación» material y emocional.


«Quiero una Cuba que no tenga que esperar y poner la salvación en el futuro, que no tenga que despedir a su juventud», confiesa.


«Una Cuba que, en el presente, pueda solventar todas sus necesidades materiales y a la vez duplicar los afectos; una Cuba donde haya una revolución en la crianza, una revolución de los afectos, donde todo no se ponga lejos ni que dependa de otra cosa, sino que donde estemos, como estemos, podamos florecer con alegría», afirma.


(La entrevista completa está disponible en nuestro canal de YouTube)

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