* Tica Font, investigadora del Centre Delàs, señala que es difícil juzgar a los agresores
* La justicia para las víctimas pasa porque se reconozca el delito y se repare el daño
Lucía Cortés
SemMéxico/AmecoPress, Madrid, 11 de junio, 2020.- Hablamos con Tica Font, investigadora del Centre Delàs d’Estudis per la Pau y miembro de WILPF España. Durante la entrevista, realizada de forma telemática, la investigadora analiza el fenómeno de la violencia sexual como arma de guerra en los conflictos armados, la desmilitarización de los Estados y la corriente feminista de la seguridad.
El próximo 19 de junio es el día internacional por la eliminación de la violencia sexual en los conflictos armados, ¿se sigue utilizando esta forma de violencia machista como arma de guerra?, ¿qué puede hacerse para evitarlo?
Se sigue usando esa estrategia que es la de cómo castigar a tu enemigo a través del cuerpo de las mujeres. Eso sigue siendo una estrategia de combate, sigue implantada porque sigue en la mente de las sociedades el patriarcado. Eso está implantado en todos los estamentos sociales. Para el que utiliza esa violencia contra las mujeres, atacando a la mujer ataco a la propiedad más íntima del hombre. Ataca al honor del marido, compañero, el hijo, la familia… Está haciendo un ataque que perdurará en el tiempo y en la memoria de la familia.
Son ataques premeditados. Y fíjate que muchas veces ese tipo de violencia hacia la mujer tiene mucha escenificación. Hay ocasiones que se busca en qué espacio va a hacerse, a veces se suele buscar ciertos espacios públicos simbólicos, una iglesia, una escuela, un centro comunitario. Por tanto, son espacios simbólicos, no para la persona sino para la comunidad hacia la que se dirige el simbolismo de ese ataque a las mujeres. Otras veces podemos observar que no es solo un hombre violando a una mujer, sino que se pueden producir violaciones en masa.
En definitiva, es un fenómeno que se da, se sigue dando y está constatado.
El avance jurídicamente se ha introducido legislación internacional para juzgar esos casos. En la práctica está siendo muy difícil juzgar la violación a la mujer como estrategia de guerra. Porque es muy difícil hacer pruebas. Por ejemplo, cuando las mujeres son violadas no hay forenses que lo atestigüen, no hay pruebas médicas. Eso dificulta mucho en los procesos judiciales la obtención de pruebas.
Cuando hablas de esta escenificación de la violencia sexual no sé si estás pensando en algún conflicto en concreto.
Yo esto lo he escuchado tanto en Colombia como en la ex Yugoslavia. También he leído casos en Sierra Leona o Ruanda en donde para la iniciación en los grupos armados tienen que violar a un familiar o tienen que matar a un familiar. O tienen que arrancar el corazón de un familiar y darle un mordisco. Suelen hacerse en grupo, porque de esa manera el grupo se siente unido a través de lo que han hecho. No es una acción individual, de un soldado o un hombre armado. La mente pensante suele ser otra.
¿Ha habido ya alguna sentencia histórica en este sentido?
Esto acaba siendo de un ámbito muy personal que las propias mujeres tienen que decidir qué clase de justicia quieren y en qué consiste esa justicia para ellas. Para muchas mujeres, en contextos de conflictos armados, la justicia no pasa porque alguien reconozca que las han violado. Para ellas la justicia también está muy ligada a la reparación. En ese caso muchas veces sus demandas son que haya atención ginecológica, que puedan tener servicios públicos sanitarios, escolares o que puedan tener acceso a ciertos desarrollos económicos. Por ejemplo que puedan tener derecho a la propiedad de la tierra, que puedan realizar trabajos.
Porque de alguna manera para muchas mujeres remover psicológicamente lo que las ha pasado es muy difícil. En esos casos creo que hay que respetar la decisión que tomen. Hay mujeres mucho más fuertes que públicamente quieren hablar pero muchas otras que no quieren, porque siguen queriendo proteger a hijos, familia… de lo que pueda ser esa vergüenza.
En la charla en la que participaste de WILPF España sobre Seguridad Feminista abogabas por una abolición de los Ejércitos.
Bueno pero es un sueño, una utopía. La realidad es que ahora eso es imposible. Imposible eliminarlos, abolirlos pero ¿podemos dar pasos de reducción? Yo creo que sí. Y ahí es donde hay que insistir. Si en toda Europa solo tuviéramos 200.000 soldados y dependieran de la Unión Europea ya habríamos eliminado 1.300.000.
Esto iría muy en la línea de la instauración de Ejército Europeo del que tanto se ha hablado.
Exacto. Si en vez de tener 27 ejércitos tengo uno reduzco armas, reduzco personal y reduzco gasto público que puede ir a otras cosas.
¿Podríamos considerar esta reducción de los ejércitos un presupuesto de la corriente feminista de la seguridad?
No necesariamente. Desde una perspectiva no solamente de mujer sino también social, el cambio que proponemos es que cuando el Estado habla de seguridad habla de la seguridad del Estado. Cuando el Estado está seguro, la sociedad está segura. Lo que decimos es no, no es el Estado quien tiene que estar seguro sino las personas. Porque cuando se dice el Estado tiene que estar seguro lo que se dice es que las élites tienen que estar seguras y no. Aquí son las personas las que tienen que estar seguras. También nos preguntamos, la seguridad ¿frente a qué? Y el frente a qué no es a ser atacados si no la seguridad de la vida. Por tanto a tener recursos económicos, sanitarios, educativos, medioambientales… La seguridad como comunidad. Es decir, poder sobrevivir comunitariamente con tus propias formas culturales. También hablamos de seguridad política: que no pierdas tus derechos y libertades.
SEM-AmecoPress/lc