Huracanes de 2017 afectaron a miles de veracruzanas
En pobreza, constituyen sus propios comités de Protección Civil
SemMéxico, Veracruz, Ver., 22 enero 2018.- Cuando Estela mira hacia arriba, puede ver los restos de láminas, madera y lodo que quedaron de lo que era su casa, tras el derrumbe del cerro donde vivía. Era de madrugada. De entre los escombros, ella salió con ayuda de sus vecinos al igual que su hija y nieto, pero su yerno no corrió con la misma suerte, y murió. Ahora, su casa está casi abajo, construida con lonas y láminas; aunque quisiera irse lejos, no puede. Sin recursos para hacerlo, sus vecinos ayudaron a darle un lugar en lo que era un campo de futbol. Es la colonia Luis Donaldo Colosio, donde el discurso del que fuera candidato presidencial aún está vigente: “La Nación no puede seguir adelante con ese abismo de marginación y de atraso. Tenemos que cumplirles a los pobres entre los pobres”. Para llegar allí se debe caminar cerca de un kilómetro subiendo un cerro, pues los vehículos no pueden ingresar al lugar. Pero no está enclavado en alguna sierra veracruzana sino en plena capital del estado, donde a la distancia los gobernantes toman las decisiones que conducirán la entidad y donde se habrían fraguado las empresas fantasmas y el desvío de recursos del sexenio pasado. Cuando Katia, el huracán, entró en septiembre del 2017 por la costa, hasta allí llegaron las lluvias, y con ello el riesgo, el derrumbe de un cerro, dos muertos y la desgracia. Estela formaba parte de los dos millones y medio de personas de Veracruz que, de acuerdo con la Secretaria de Protección Civil, Yolanda Baizabal Silva, están en algún tipo de riesgo por fenómenos naturales en la entidad. Su casa tenía todo para estar entre las más de mil que necesitan ser reubicadas, según el censo que tiene dicha dependencia y que no han podido hacerlo por falta de recursos en el estado. “Se ha dictaminado durante varios años que hay viviendas en riesgo. Tendríamos oficialmente dictaminadas más de mil viviendas […]. También [está] el problema económico que atraviesa el estado, y ante la falta de atención de anteriores administraciones, esto ha derivado en que no se han realizado estas reubicaciones”, indicó la funcionaria. Vivir con miedo “Mi mamá a veces se despierta en la noche y, pues, ahora sí, con el miedo, con el trauma de ese día, algo insuperable”, relató Angélica García, hija de Estela, quien contó que a veces en las madrugadas su mamá aún grita al revivir aquel momento. Esa reacción no es para menos, cuenta, pues ese 9 de septiembre fue enterrada viva en un alud de tierra, cuando el cerro se desgajó y se llevó su casa, sus pocas pertenencias y la vida de su yerno. Su nieto tuvo que ser operado tras el golpe en la cabeza. Cerca de allí, en la misma colonia, hubo otro muerto. La otra hija de Estela, dijo Angélica, se fue de allí, pero ahora vive con su suegra, ya que el salario que obtiene limpiando casas le es insuficiente. “Cuando llueve mucho, pues no [hay que] dormir mucho y estar al pendiente”, señaló que así pasa las noches, tras el miedo. Ella se dedica también al trabajo doméstico y su mamá es ama de casa. La pobreza en que viven, les impiden buscar otro lugar. Al igual que ellas, el 17.35 por ciento de las mujeres en Veracruz viven en pobreza extrema en la entidad, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2014. La cifra es mayor en mujeres que en hombres (16.94), por la feminización de la pobreza que personas expertas han planteado. Esa la padecen las veracruzanas, viviendo en zonas de riesgo para evitar pagar los dos mil pesos de renta, como le pasa a Irma Monfil Perea. “Nos invitaron una gente. Vivíamos por allá. Estábamos rentando; nos cobraban dos mil. Era mucho”, relató otra de las habitantes de la colonia Luis Donaldo Colosio, quien solo alcanzó a escuchar de lejos el estruendo que provocó la caída de la vivienda, el riesgo y el rescate. Prefirió quedarse en su casa de lámina a resguardarse del frío, junto con los más pequeños de sus 10 hijos. La colonia es una de las tantas irregulares que existen en el estado de Veracruz, donde las personas que la habitan no tuvieron que pagar para poder vivir allí, y construyeron sus viviendas con lo que pudieron, hasta con material de desecho, como las lonas que los partidos políticos usaron en campañas. El huracán Katia provocó además de dos muertos, más de 200 viviendas inundadas, evacuaciones y cultivos echados a perder. Por él se declararon en desastre 73 municipios de Veracruz, entre ellos Xalapa, donde la familia de Estela vivió los daños. Ella y varias vecinas fueron reubicadas con ayuda de quienes vivían en la misma colonia. Un mes antes, en agosto, el huracán Franklin impactó en la entidad. Aunque se aceptó una emergencia para 70 municipios que se vieron afectados por las lluvias y vientos con inundaciones de viviendas, pérdidas de cultivos y daños en la infraestructura, no hubo una declaratoria de desastre por parte de la Secretaría de Gobernación. Un mes después, en octubre, otra lluvia severa desbordó ríos e inundó varios municipios de la conocida Cuenca del Papaloapan, lo que provocó otra declaratoria de emergencia más. En total las emergencias del 2017 en Veracruz otorgaron alrededor de 300 millones de pesos para reconstruir caminos, carreteras y otras acciones que se necesitaban de manera urgente, indica la secretaria de Protección Civil. Sin embargo, Ángela no verá ni un peso de allí, y aún deberá esperar a que haya recursos suficientes para reubicarla, si con suerte está contemplada en el censo de emergencia, pues aún no llega el dinero para la reconstrucción ni saben de cuánto será el fondo, según Baizabal Silva. Tampoco verá nada de los 81 mil 592 millones que tiene este 2018 asignados para el área de Protección Civil, presupuesto insuficiente para las reubicaciones, pero además tuvo un recorte de 7.5 por ciento con respecto al año pasado. Cuando el río suena… Los colores pintorescos y el olor a río inundan Tlacotalpan. Algunos turistas pasean por la zona, mientras que la “Perla del Papaloapan”, muestra su esplendor como Ciudad Patrimonio de la Humanidad. Pero no siempre ha sido así. Cada año, quienes habitan el municipio deben vigilar el nivel río, que al subir inunda sus casas llevándose todo a su paso. Así pasó en octubre, cuando un desbordamiento más hizo que levantaran sus pertenencias, como una comparsa ya ensayada. Las mujeres son quienes se convirtieron, sin querer y sin saber, en una especie de comité de protección civil, pues son las que vigilan el río para dar la instrucción de cuando es necesario recoger sus cosas y huir el lugar. “Las camas, los muebles, se hacen con blocs y se alzan con pitas o con un tapanco […]. La mujer [vigila] porque todo el tiempo está en la casa y él anda trabajando”, afirmó Maribel Hernández, en un municipio donde asegura que gran parte de las mujeres se dedican al hogar y otras limpian viviendas ajenas, hacen comida u otros trabajos domésticos. “Las mujeres se dedican a la limpieza de hogares y amas de casa, las que tenemos niños no podemos disponer de tiempo para trabajar. Algunas pueden y otras no”, explica Milagros Vergara Cruz, a quien ya le tocó ver cómo se pierden todas sus pertenencias en una inundación. Ahora las cuida cada vez que el agua sube de nivel. “Cuando podemos sacar sacamos y cuando no. Se nos pierde todo”, sentenció. A ella le gustaría irse de la orilla del río donde vive, dijo, pero la falta de dinero le ha impedido dejar su casa que está rodeada de viviendas construidas en segundos pisos o con cimientos que parecen altos muros. Contó que algunos gobernantes les han dicho que es necesario reubicarlos, pero nunca se ha realizado ninguna tarea concreta. “La verdad, es que aquí somos todos de escasos recursos. Supuestamente habían dicho que iban a darnos un lugar, creo que no aquí en la orilla. En otro lugar […]. Pero acá, la verdad, es que somos muchos, y la verdad es que creo que no les da el presupuesto. O no sé, la verdad”, agregó con preocupación. Texto y foto: Ana Alicia Osorio SEM/ao/gl