Olimpia Flores Ortiz
SemMéxico. Zaachila, Oaxaca. 20 de septiembre de 2021. ¿Cómo traer el pasado? ¿Qué es historiar? ¿Cuáles son las evidencias?
«La inquietante extrañeza de la historia, que ve la imposibilidad de dividir en el plano gnoseológico la competencia entre la promesa de fidelidad de la memoria y la búsqueda de verdad en historia». (François Hartog, Evidencia de la Historia. Eso que ven los historiadores.)[1]
La memoria y la historia son nuestros recursos en contra del olvido. No queremos olvidar porque necesitamos explicaciones y de dónde colgar nuestros asideros. Pero la aporía de la Historia es su imposibilidad de dar cuenta del pasado basada en evidencias interpretadas a la luz de un discurso que en tanto tal, no puede ser más que ficción.
La historia puede querer aparecer como la memoria humana universal. Solo que la memoria universal no existe. La memoria colectiva lo es siempre de un grupo limitado en el espacio y en el tiempo. Y la detentan las y los individuos, de hoy y de todos los tiempos y de todos los grupos que son los que operan la transmisión. ¿Para qué entonces se necesita la Historia?
La memoria y la historia no son simbióticas; son excluyentes; no hay posibilidad de ninguna memoria histórica: cuando la memoria alcanza su límite, opera entonces la historia. Antes no, porque la memoria está vigente, de modo que la historia, resulta ajena, es exterior; no se gesta, se produce. La memoria, que sólo puede ser local, genera identidad, refiere lo conocido común, y tiende hacia la continuidad. Mientras que la historia carece de arraigo, es discontinua y resalta las diferencias; además tiene pretensiones de universalidad.
La semana que pasó, pletórica de símbolos, fue importante por todo lo que en conjunto reveló de la trama conceptual de Andrés Manuel López Obrador. Tenemos suficiente tela para cortar de los siguientes dos fragmentos de su discurso del 16 de septiembre, en el Desfile y en presencia del presidente cubano Miguel Díaz-Canel, signo de su visión anti global y anti imperial en el marco de la VI Cumbre de la CELAC[2], organismo que se sustenta en primer término por los lazos históricos. He ahí su despliegue geopolítico de este 18 de septiembre en la Ciudad de México, anfitriona.
“…aquí en México, como en ninguna otra parte, el movimiento independentista no se inició por simples reacomodos en las cúpulas del poder, ni se gestó únicamente por un sentimiento nacionalista, sino que fue fruto de un anhelo de justicia y de libertad. Por ello, el grito de libertad y justicia va antes que el de la Independencia política.”
“No obstante, este ideal profundo representó todo un desafío para los potentados, quienes lograron contenerlo y postergar su realización durante 100 años, porque es hasta un siglo después de consumada la Independencia, que otro grito, el de la Revolución mexicana de 1910, empezara a convertir en realidad los sueños y los ideales de los curas Miguel Hidalgo y José María Morelos, de Josefa Ortiz de Domínguez, de Leona Vicario, de Juan Aldama, de Ignacio Allende, de José Mariano Jiménez y de muchos otros dirigentes, mujeres y hombres, que comenzaron la lucha por la emancipación auténtica del pueblo de México.”
López Obrador es el prototipo del patriota de Horacio (8 a.C), el poeta romano: Dulce et decorum est pro patri mori –morir por la patria es dulce y honorable–.
La noción obradoriana de la patria, parte del pasado indígena, como aquel jardín de dicha, abundancia y fraternidad que la colonización española arrebató a su población originaria, de la cual somos herederos. La guerra de Independencia propiamente dicha habría sido el heroico esfuerzo de los padres de la patria por restituirnos. Por eso el culto conmemorativo a los muertos y fincar la identidad no en la ciudadanía, sino en el sentimiento patriótico: “PIENSA ¡OH PATRIA QUERIDA! QUE EL CIELO, UN SOLDADO EN CADA HIJO TE DIO”. Andrés nos devuelve a nuestra contingente temporalidad humana, pero a la perennidad de la Patria que nos dote de sentido.
Digan si no sienten próximas estas afirmaciones del idealista alemán Ficthe, Johann Gottlieb (1772-1814) de sus Discursos a la nación alemana: “El amor a la patria tiene que ser quien gobierne al Estado en el sentido de proponerle incluso una meta superior […] No el espíritu del sereno amor cívico a la constitución y a las leyes, sino la llama ardiente del amor superior a la patria que entiende la nación como envolvente de lo eterno y al que el noble se entrega con alegría y al que el no noble, que sólo está ahí por amor al primero, debe entregarse quiera o no. No es aquel amor cívico a la constitución; éste no es capaz de ello si es que es razonable […] La promesa de una vida que, incluso aquí en la tierra, vaya más allá de la vida terrena es lo que puede animarles hasta morir por la patria.”
López Obrador se vale de una retórica propia de la idea romántica de nación. Ernest Renan, político e historiador francés, en su discurso de 1882, define a la nación “como un alma y un principio espiritual”, en la que el alma vendría siendo la dimensión histórica y el espíritu consiste en el deseo de vivir juntos.
El Presidente, de concepciones decimonónicas, es un romántico, que romantiza tanto al pueblo (“bueno”) como a la nación surgida del reclamo de la totalidad inclusiva de los desposeídos, “primero los pobres”.
La nación de López Obrador, como comunidad de orígenes (por eso su reivindicación de las etnias) es así una versión melancólica de la Patria basada en la memoria de la desposesión y en el victimismo que poco alienta a la comunidad de ciudadanas y ciudadanos que es el motor de la República. Por eso está distraído del desarrollo y el anhelo de futuro, mientras reclama satisfacciones al Estado español por la colonización.
A esto es a lo que pobremente llama pensamiento decolonial, -hombre de pensamiento simplista- sin entender que la decolonialidad se trata de desmontar las estructuras de dominación colonial, que por excelencia tuvo a la religión cristiana como el instrumento del dominio de las mentalidades.
Colofón: La palabra «patria» viene de “pater”. Es un elemento radical proveniente del latín y se usa en palabras compuestas, comopatria, patriarca y también patricios.
La Patria es la tierra de los padres, de donde procede también el patriarca de la patria –patriarkhés–el compatriota –patriotés–, el patricio –patricius– y el jefe de la casa –pater familias–. Patria es la forma abstracta derivada del neutro plural de padres.
La voz latina pater significa «padre». … es usada en palabras compuestas, como paterno, paternal y también paternalismo.
Andrés Manuel López Obrador, tiene una idea absolutamente patriarcal y colonial del país que gobierna.
El tiempo permanece como enigma y la patria es indescifrable.
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Twitter: @euphrasina (amor por la elocuencia)
[1] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-09272011000200007#notas
[2] VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe. https://www.gob.mx/presidencia/documentos/declaracion-de-la-ciudad-de-mexico-celac-2021?idiom=es