Las investigadoras Elizabeth Treviño y Marina Garone Gravier / Adrián Vázquez / El Sol de México
No es posible contar la historia del libro y la imprenta sin mencionar la participación de las mujeres
Acercarse a los documentos más antiguos resguardados en las bibliotecas de México ayuda a derrumbar mitos sobre el rol de las mujeres indígenas y la visión europea de México en la época colonial
Jorge Salcedo
SemMéxico / El Sol de México, Cd. de México, 2 de marzo, 2025.- La investigadora Marina Garone titular del Instituto de Investigaciones Bibliográficas en la Biblioteca Nacional de México (BNM) en entrevista dijo que antes de la llegada de los españoles al continente americano, en México ya se elaboraban códices, incluso está documentada la participación de mujeres escribanas, conocidas como tlacuilas, aunque es poco lo que se conoce sobre estas.
Garone afirmó que la producción de libros en México no se consolidó sino hasta 1539 con la firma de un contrato de un impresor en Sevilla, España, con las autoridades virreinales que buscaron traer el arte tipográfico a América.
Sin embargo el comercio de libros ya sucedía en el México colonial antes de la llegada de la primera imprenta. Para Marina Garone, quien también coordina el Seminario de Mujeres y Estudios del Libro de la BNM, no es posible contar la historia del libro y la imprenta sin mencionar la participación de las mujeres.

Desde el primer contrato que instauró la imprenta del sevillano Juan Pablo en 1539, el documento explica que viajaba con su esposa, un operario de imprenta y un esclavo.
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México y los libros
Para entender la historia de México y el mundo es indispensable echarse un clavado en libros y manuscritos, elaborados hace cientos de años, que se conservan en los fondos reservados y acervos históricos de bibliotecas por todo el mundo, pues estos materiales otorgan la mirada más cercana posible hacia el pasado en el presente.
Algunos de los textos más valiosos en este sentido son los libros incunables, es decir, aquellos elaborados entre los años 1450 y 1500 que se hicieron con la técnica de tipos móviles recién inventada por Gutenberg, pues estos iniciaron una tradición librera que se extendió desde Europa hacia el resto del mundo desde mediados del siglo XV y que perdura hasta el día de hoy con miles de libros elaborados de forma independiente y a través de editoriales cada año.
“A lo largo de esos 50 años se va perfeccionando y se da la diseminación de la imprenta por Europa. Entonces es un término pensado para los coleccionistas para pensar en tener aquellos libros que están en el origen, que eso quiere decir incunable: en la cuna de la imprenta”, afirmó Luis Inclán, Coordinador de Acervos Históricos de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana (UIA).
El Acervo Histórico de la biblioteca Francisco Xavier Clavigero contempla a los libros y documentos producidos antes de 1816 que se hayan realizado conforme las técnicas de la imprenta de tipos móviles más tradicional. De acuerdo con Inclán, “son documentos muy valiosos para los historiadores de la cultura impresa porque ahí se va registrando cómo esa primera invención de Gutenberg se va refinando, se van agregando partes, porque después ya viene la industrialización, vienen las máquinas de vapor que se integran también a los procesos de impresión y entonces esa parte marca una diferencia, porque se van a poder hacer tirajes de libros mucho más numerosos”.

Las investigadoras Elizabeth Treviño y Marina Garone Gravier / Adrián Vázquez / El Sol de México
Este acervo conserva un incunable de 1491 que es un volumen misceláneo, es decir que contiene varias publicaciones encuadernadas en un mismo tomo.
La primera obra contiene un repertorio en latín de los dichos y los principales argumentos filosóficos de Aristóteles, por lo que es un material que muy probablemente estaba destinado para estudiantes, de acuerdo con Inclán.
El Acervo Histórico de la biblioteca Francisco Xavier Clavigero incluye libros y documentos producidos antes de 1816 mediante las técnicas de la imprenta de tipos móviles tradicionales.
“Es muy interesante ver que tratándose de un incunable de 1491 el tipo de letra que se está utilizando es el tipo de letra renacentista, que igual era muy apreciado porque era mucho más fácil de leer que los tipos góticos”, detalló Inclán.
Al tratarse de una recopilación de libros para estudiantes de filosofía, Luis Inclán explicó que la encuadernación solía ser muy rústica y elemental, puesto que en las primeras épocas de la imprenta y hasta el siglo XVII y XVIII no había la costumbre de encuadernar los libros, sino hasta después de que se vendían.

Luis Inclán, Coordinador de Acervos Históricos de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana / Adrián Vázquez / El Sol de México
“Entonces cuando uno compraba un libro, normalmente recién salido de la imprenta, pues le daban a uno los pliegos y ya uno se lo llevaba con el encuadernador que se ajustara a nuestras condiciones, nuestro presupuesto, nuestros gustos. Por eso ustedes van a encontrar que muchos libros de esa época, si los ven en una biblioteca y los ven en otra, las encuadernaciones difieren”, afirmó el coordinador del Acervo Histórico.
Los primeros libros europeos en llegar a América arribaron en los barcos con las primeras personas en pisar el territorio, señaló Marina Garone, investigadora titular del Instituto de Investigaciones Bibliográficas en la Biblioteca Nacional de México (BNM). “Los libros llegaron a América con las primeras personas que arribaron.
Libros europeos en América:
Los primeros libros europeos en llegar a América arribaron en los barcos con las primeras personas en pisar el territorio, según Marina Garone, investigadora titular del Instituto de Investigaciones Bibliográficas en la Biblioteca Nacional de México (BNM).
Hay una obra que se llama Los libros del conquistador de un investigador anglo-sajón que se llamó Irving Leonard. Él habla justamente de que los libros llegaron en los barcos con las primeras personas, es decir, que hubo libros en América de Europa desde el principio, pero en América ya había libros”, afirmó Garone.
La investigadora de la BNM agregó que antes de la llegada de los españoles al continente americano, en México ya se elaboraban códices, incluso está documentada la participación de mujeres escribanas, conocidas como tlacuilas, aunque es poco lo que se conoce sobre estas. Garone afirmó que la producción de libros en México no se consolidó sino hasta 1539 con la firma de un contrato de un impresor en Sevilla, España, con las autoridades virreinales que buscaron traer el arte tipográfico a América.
Sin embargo el comercio de libros ya sucedía en el México colonial antes de la llegada de la primera imprenta. Para Marina Garone, quien también coordina el Seminario de Mujeres y Estudios del Libro de la BNM, no es posible contar la historia del libro y la imprenta sin mencionar la participación de las mujeres. Desde ese primer contrato que instauró la imprenta del sevillano Juan Pablo en 1539, el documento señaló que viajaría con su esposa, un operario de imprenta y un esclavo.
La primera mujer de imprenta
“Va a ser importante porque cuando muere Juan Pablo, 10 años después de que de que arriba América, quien se queda con el taller es su mujer. Y ahí empieza, digamos, en suelo americano ya la historia de las mujeres como tal en la imprenta.

Luis Inclán, Coordinador de Acervos Históricos de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana / Adrián Vázquez / El Sol de México
De hecho, antes de que se muriera Juan Pablo, la viuda de aquel con el que hizo el contrato es quien dirige los negocios editoriales. Entonces, no podemos entender la producción de libro americano en mexicano en particular sin la presencia desde el día uno de mujeres”, afirmó la investigadora.
De acuerdo con la investigadora, se podían comprar libros en “proto-librerías”, que también vendían seda, hilos, espejos y artículos misceláneos, aunque los textos eran bienes caros destinados para los que tenían dinero para comprarlos, pero no exclusivamente.
“Yo creo que hay muchos mitos: ‘que las mujeres estaban para parir o para ser monjas’. No, hacían muchas cosas, entre ellas libros. ‘Que solamente había libros en los conventos’. No, tenemos testamentos de caciques indígenas donde dicen que tienen libros”, señaló Garone. Elizabeth Treviño, también investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la BNM, agregó que los primeros españoles en América pedían a sus esposas y familiares que les enviaran libros y otros artículos a través de Cartas de Llamada, las cuales no siempre eran atendidas.
Marina Garone destacó el caso de Gerónimo Antonio Gil, fundador de la Academia de San Carlos, cuya esposa nunca quiso viajar a México. “Estuvo 20 años en México y su mujer nunca quiso venir.
Se quedó en España. Y luego que se petateó, la mujer reclamaba que le devolvieran los libros. Por suerte no sucedió y esos libros están acá, en el fondo reservado”, afirmó Garone.
Según la investigadora Marina Garone, en las primeras etapas de la llegada de los libros a América, se podían adquirir en “proto-librerías”, establecimientos que también vendían otros artículos como seda, hilos, espejos y otros productos misceláneos. Los libros eran bienes costosos, destinados principalmente a aquellos que tenían los recursos para comprarlos, aunque no exclusivamente.
El material que integra la BNM, apuntó Garone, se consolidó en una primera etapa durante el siglo XIX con el material de la biblioteca de la Pontificia Universidad de México, antecesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La mayor parte del acervo se consiguió a través de las leyes de reforma de Benito Juárez con la que se llevó a cabo la exclaustración de los bienes del clero, que incluyó edificios, muebles, pinturas y libros.

Instituto de Investigaciones Bibliográficas en la Biblioteca Nacional de México / Adrián Vázquez / El Sol de México
“Lo que está disperso en bibliotecas religiosas sobre todo va a formar parte del patrimonio nacional”. El acervo también se construyó con el depósito legal, que obliga a cualquier entidad, autor o editor a entregar ejemplares para la memoria del país a la Biblioteca Nacional.
Otra parte se ha consolidado con la compra directa de materiales y con el canje entre bibliotecas, con el que la BNM obtuvo incunables a cambio de impresos mexicanos, agregó Garone. Muchos de los libros que se encuentran en el Acervo Histórico de la Universidad Iberoamericana provienen de la donación de Manuel Arango Arias, uno de los fundadores de Bodega Aurrerá, quien se dedicó a recuperar documentos que se subastaban en el extranjero y que estaban relacionados con México.
“Los compraba, los repatriaba y ya que tuvo una colección importante quiso ponerlos a disposición de todo el mundo. Entonces, nos los entregó a nosotros y así es como cualquier persona que esté interesada puede acceder a ellos. Es una labor bien interesante, porque a veces se piensa que lo que quieren los coleccionistas privados, y sí hay quienes lo hacen, es acumular tesoros que solamente ellos pueden ver, o ni siquiera, porque los compran como una inversión.
Pero el señor Arango sí quería que los materiales estuvieran a disposición de las personas interesadas”, afirmó Luis Inclán. Dentro del acervo resguardado en la biblioteca Francisco Xavier Clavigero se encuentran varios confesonarios, uno de los más antiguos siendo el confesionario mayor en lengua mexicana y castellana cuya primera página señala el año 1578 como su fecha de impresión.
Según Inclán, este es uno de los primeros libros impresos en México, pues la idea de establecer una imprenta en el país también era que los evangelizadores tuvieran a la mano los materiales que les permitieran llevar a cabo sus funciones. La titular del Instituto de Investigaciones Bibliográficas explicó que en la primera etapa de producción de libros en México, los primeros textos eran principalmente de orden religioso y legal, aunque hay registros desde el siglo XVI de libros de cirugía, literatura, gramática para la enseñanza del latín y una cantidad enorme de obras en lenguas indígenas “que no eran solo para adoctrinar”.
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Libro antiguo / Adrián Vázquez / El Sol de México
“Tenemos los primeros diccionarios y gramáticas en lenguas originarias, que en muchos casos se hicieron antes que de lenguas europeas. Es importante ver eso, que no es puro religioso. Sí, por volumen es lo más lo más que hay, pero no es lo único que hay. (…) Hay obras que tienen una naturaleza, por ejemplo, de herbolaria para conocer la flora y la fauna local, cómo usar las cosas que hay en el territorio”, puntualizó Garone.
En el Acervo Histórico de la UIA hay un manuscrito de 1569 que da fe del linaje de Juan Cano Moctezuma, la primera persona que se integra de esa familia a la nobleza española de acuerdo con Luis Inclán. También hay un ejemplar de las cartas de relación de Hernán Cortés, traducidas al latín y publicadas en 1524, que de acuerdo con Inclán fue circulado por el emperador Carlos V para difundir la noticia de la conquista de México.
En el documento se encuentra el primer mapa de México que se conoció en Europa. “Son dos planos, de hecho, uno del Golfo para indicar cuál era la vía de llegada al territorio en general y otro de la ciudad de Tenochtitlán, que es la que importaba porque era la que se había conquistado. Podrán notar que vienen elementos europeos integrados: las construcciones son de tipo europeo, definitivamente, salvo las que se encuentran en la plaza mayor.
La teoría es que sabemos, está registrado, que Cortés envió estos dos planos hechos por dibujantes nativos al emperador para hacerle conocer las dimensiones y la disposición de la ciudad que había conquistado y la vía de llegada. Tenemos claridad de que estos planos fueron hechos por nativos por la importancia que le están dando a la plaza central. Pueden ver el templo mayor con las dos escalinatas porque eran las dos pirámides, la de Tlaloc y la de Huitzilopochtli”, señaló Inclán.
Marina Garone consideró que la Biblioteca Nacional, más que guardar la historia del México antiguo y del mundo, es un espacio vivo a medida que las personas la habiten para pasar un momento de tranquilidad, de silencio, de diversión.
Basta con tramitar la credencial de acceso y en caso de querer consultar el fondo reservado solo hay que justificar el tema de consulta, justificación que simplemente puede ser el “interés de la cultura de México”.
“Creo que las bibliotecas sirven solo si las personas las usan. Nosotros podemos acá saber un montón de cosas y tener un montón de libros, pero si la gente no viene, digamos, físicamente o que no entra a la página y consulta, la biblioteca pierde su corazón, pierde su latido, ¿no? Entonces, para mí lo más importante es que la biblioteca, para que esté viva, hay que usarla y que la use todo el mundo.
No tiene que ser un investigador. Que vengan las amas de casa, que vengan las personas de la tercera edad, que vengan todas las personas posibles. Más allá de la historia antigua, es que la biblioteca al México de hoy, 2025, al mexicano de hoy, a la mexicana de hoy, le sirve en muchas cosas. Para preguntarse qué hicimos, pero también para pensar cómo podemos ser.
Porque ahora muchas de las personas que están ahí sentadas pueden ser los escritores del mañana que vamos a tener que guardar sus libros”.