En la Cámara de Diputados conmemoran natalicio de Leona Vicario

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Su perfil destacado por Guadalupe Rodríguez Osuna, vicecoordinadora del grupo parlamentario del PRD

Aquí los detalles de esta independentista, la primera periodista mexicana

Libertad López y Soledad Jarquín Edgar

SemMéxico, Ciudad de México, 10 de abril, 2024.- La diputada Iliana Guadalupe Rodríguez Osuna, en nombre del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática, recordó  que el  10 de abril de 1789, nació Leona Vicario,  quien  tiene un espacio trascendental en la historia de nuestra nación, junto a muchas otras más mujeres que dieron sus bienes, posición social y su vida por la patria.

Recordó e hizo su perfil, como una mujer de convicciones y claridad de su momento histórico. Fue independentista, su papel de conspiradora la distinguió, la manera como enfrentó a quienes la detuvieron fue ejempla, fue, además la  primera periodista mexicana

Así lo dijo: Ella se  sublevo y se enfrentaron con los limitados recursos que se encontraban a su disposición. Sobre todo, siempre peleo con las mejores armas que la humanidad puede tener: amor, pasión, convicción y valor.

Mestiza de origen descendiente directa del último  tlatoani de Texcoco, le permitió a Leona Vicario estudiar Bellas Artes y Ciencias; para luego ejercer el periodismo.

Su posición le permitió tener una educación privilegiada en una época en la que algunos hombres consideraban a las mujeres incapaces de aprender, mientras que para otros la educación de la mujer era innecesaria, cuando no peligrosa.

El privilegio del estudio no fue un desperdicio como erróneamente se pudo haber considerado en su época, pues construyo una de las personalidades más importantes y trascendentales en la lucha independentista, fue periodista, brillante intelectual, activista social y heroína notable de la Independencia de México.

Su lucha marcó la diferencia para la historia de nuestro país, su participación fue fundamental para la consolidación de la nación mexicana.

Leona Vicario, fue declarada Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria el 25 de agosto de 1842, por su continuo apoyo a los rebeldes y por su incalculable apoyo a la causa independentista, que tuvo como consecuencias el ser encerrada en su casa y posteriormente en el Convento de Belén de las Mochas y sometida a proceso por la Real Junta de Seguridad y Buen Orden.

Leona pertenece a un grupo selecto de mexicanas ejemplares y paradigmáticas, que en su época supieron demostrar que las mujeres son igual de capaces que los hombres y, por ende, son merecedoras de las mismas oportunidades.

A ese grupo de mujeres que sostiene que sus acciones y opiniones han sido siempre muy libres, nadie ha influido absolutamente en ellas.

Que obran con total independencia y sin atender que las opiniones que han tenido las personas sobre estas.

A un grupo de mujeres Xhingonas que producto de su rebeldía y compromiso social nunca han contraído un hábito servil.

Detalle biográfico, por Soledad Jarquín

María Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador. Leona Camila

Las coincidencias marcan a estas mujeres que seguramente se encontraron en algún momento de sus vidas. Como Josefa Ortiz, Leona Vicario nació también en abril 10 pero del año de 1789. Tenía 21 años cuando inició la guerra por la independencia, causa que no le era ajena ni contaría a sus proyectos.

 Ella, a diferencia de doña Josefa, había nacido en buena cuna, había recibido todo el apoyo para su educación como correspondía a las mujeres del siglo XIX, pero con la ventaja de que podía pasar horas leyendo en la biblioteca de su padre, además aprendió francés y latín.

Al morir sus padres cuando apenas tenía entre 18 y 19 años de edad, su tutor fue su tío Agustín Pomposo Fernández de San Salvador. Conservó algo de su independencia personal al vivir bajo la mirada de su tutor pero sola en su propia casa, asunto poco usual para la época. De sus nombres escogió el de Leona por la fuerza que éste implica y afirmaba que como su nombre lo indicaba quería vivir como una fiera.

A diferencia de otras mujeres de su clase y posición social, Leona Vicario, sin temores ni vacilaciones y sustrayéndose a la vigilancia de su tío, se había puesto en comunicación, mediante correos clandestinos a los que les dio complejos nombres, con los principales caudillos para alentar su perseverancia y valor, al tiempo de lanzar al campo de lucha a don Andrés Quinta Roo, a don Manuel Fernández de San Salvador y a don Ignacio Aguado. Vendió sus joyas y todo cuanto pudo para pagar la fabricación de pertrechos de guerra (lanzas, espadas, fusiles y cañones) que eran fabricados en Tlalpujahua.

El 25 de febrero de 1813 uno de sus correos fue sorprendido, Leona Vicario fue alertada el domingo 28 mientras salía de misa para que no volviera a su casa ante la posibilidad de que fuera detenida por la Inquisición que ya había interrogado al mensajero que tenía en su poder cartas de Rayón.

Sin perder tiempo y acompañada de dos de sus asistentes emprendió el camino, que duró varios días, sin estar siquiera preparadas para ello, salieron de la ciudad por San Juanico buscando llegar a Tlalpujahua, donde esperaba ayuda de los insurgentes. A su paso en aquella travesía nadie se atrevió a darle alojamiento a su paso por alguno que otro caserío. No fue sencillo conservar la calma ante la posibilidad de ser encontradas por los inquisidores.

Su familia finalmente la localizó y le informó que no temiera que habían conseguido el indulto real que ella rechazó al instante. Por intervención de su tío don Agustín Pomposo no fue llevada a la cárcel pública sino la internaron en el Colegio de San Miguel de Belem el 13 de marzo de 1813, quedando como reclusa, forzada a disposición de la Junta de Seguridad.

Leona Vicario fue interrogada por los jueces de la Inquisición, en el mismo colegio a solicitud del director Matías Monteagudo, quien la conocía desde pequeña. Sus bienes ya habían sido confiscados. Sus sirvientes apenas habían logrado rescatar algo de su enseres personales y ropa.

Leona enfrentó varios interrogatorios que le hacían un grupo de hombres que buscaron en todo momento hacerla caer en contradicciones para que delatara a los conjurados. Tenía miedo de ser torturada, el paso inminente en los procesos de la inquisición, pero simpatizantes insurgentes no la dejaron sola, fue rescatada de su encierro en un acto audaz efectuado por tres hombres el 22 de abril de 1813, esos hombres eran el coronel Francisco Arroyabe, Antonio Vásquez Aldama y Luis Alconedo.

Concluyeron así más de 40 días de encierro  e incertidumbre para Leona a quien se le tenía prohibido recibir noticias de lo que estaba sucediendo más allá de las altas bardas que rodeaban al colegio. Lo único que llegó a saber es que un grupo de insurgente la habían buscado antes de ser encerrada en Belén pero en aquella ocasión no hubo suerte, habían llegado demasiado tarde.

Días después de permanecer en las afueras de la ciudad, salió una carreta de arrieros, sobre los huacales de verduras viajaba “una negra harapienta”. Eran insurgentes acompañando a Leona Vicario rumbo a Oaxaca donde entregaría paquetes de letras y tinta de imprenta a don Carlos María Bustamante que ya esperaba y quien tenía instrucciones del generalísimo José María Morelos y Pavón quien le había solicitado la publicación del periódico El Correo Americano del Sur. A pesar del largo trayecto entre las montañas que cruzan el territorio oaxaqueño y nunca lejos de los peligros, llegó Leona Vicario a Oaxaca, donde se encontraría además con Andrés Quintana Roo, quien años atrás había solicitado permiso al tío de Leona para frecuentarla y éste se lo había negado. Ahora, finalmente estarían juntos. En Oaxaca, Leona Vicario recibió carta de Morelos quien  ya se encontraba rumbo a Chilpancingo. El Siervo de la Nación le pedía que le indicara “sus urgencias para remediarlas”; el gobernador insurgente Benito Rocha le otorgó 500 pesos en tanto que en el Supremo Congreso Nacional la nombró Benemérita de la Patria.

En 1813, Leona Vicario y Andrés Quintana Roo se casaron, juntos iniciaron un largo camino por la lucha insurgente siguiendo al Congreso cuyos miembros para entonces habían salido con distintos rumbos de Chilpancingo. Junto con Andrés Quintana Roo, Leona se internó en las montañas guerrerenses y del actual Estado de México buscando llegar a la capital del país.

En una cueva de Tlataya nació su hija Genoveva y previendo que les dieran alcance los soldados realistas le pide a Andrés que se vaya. Ella es detenida junto con la pequeña niña. Andrés Quintana Roo es obligado a rendirse a cambio del indulto y de salir del país hacia España en tanto no podían vivir en la ciudad de México.

Un año antes de que se consumara la independencia mexicana, las autoridades peninsulares les permitieron volver, al año siguiente nació Dolores su segunda hija. Ella, Leona Vicario, como sucedió con Josefa Ortiz fueron testigas de la entrada triunfal de Agustín de Iturbide y del propio líder insurgente a quien ella tanto admiraba: Vicente Guerrero.

Tras la consumación de la guerra de independencia Leona tuvo que librar otras batallas políticas, por ejemplo, tuvo que salir en su propia defensa para aclarar que había actuado no sólo movida por el amor a Andrés Quintana Roo, como señaló el historiador Lucas Alemán, a quien la misma Leona le escribe una carta que ella misma publica en El Federalista Mexicano, el 26 de marzo de 1821.

“[quiero] desmentir la impostura de que mi patriotismo tuvo por origen el amor, […] que abandoné mi casa por seguir a un amante [cuando] todo México supo que mi fuga fue de una prisión, y que ésta no la originó el amor, sino el haberme apresado a un correo que mandaba yo a los antiguos patriotas […]

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