Por Claudia Almaguer
SemMéxico. 28 de octubre 2020.- ¿Qué pasaría si le dijera que la idea que usted tiene de una persona adulta mayor incide en el alcance de sus derechos? Vamos a ver, en México existe una Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores creada desde el año 2002 en la que se considera como tal a quienes cuenten con sesenta años o más de edad y que se encuentren domiciliadas en el territorio nacional.
Pero si todas las personas tenemos derechos ¿para qué una legislación específica?
El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) indica que en nuestro país el 7.2 por ciento de la población se encuentra en este margen de edad y se la considera como un grupo en situación de discriminación caracterizada principalmente por la pobreza. Aquí, dice el Consejo, convergen prejuicios muy particulares para este momento de la vida humana, por ejemplo, desde las fuentes de trabajo se cree que ya no garantiza productividad, que son menos capaces para resolver problemas, que trabajan peor que la juventud, que tienen la memoria deteriorada, muestran peor higiene, que ya no aprenden, que se irritan con facilidad, o pierden el interés, por lo tanto cuando hay ofertas, se trata de labores mal pagadas y sin prestaciones.
Prácticas similares se padecen en las familias en donde las personas mayores llegan a considerarse una carga, lo que les hace vulnerables a ser víctimas de violencia y al despojo de sus bienes, o se les obliga como en el caso de las mujeres de esta edad, a realizar labores no remuneradas como el cuidado de la casa, de niños y niñas, la preparación de alimentos y la limpieza.
Estas problemáticas son parte de la justificación para la existencia de la ley y de la política pública que construyen los gobiernos para proteger a las personas, por eso encontraremos que en este caso se tutelan derechos como la integridad, la dignidad y el trato preferente, la certeza jurídica, la salud, la alimentación y la familia, la educación, el trabajo, la asistencia social, la participación o el acceso a los servicios.
Pero la sociedad no es la única que ejerce discriminación, ya que a pesar de que el Estado tiene la obligación de garantizar las condiciones óptimas de salud, educación, nutrición, vivienda, desarrollo integral y seguridad social a las personas adultas mayores para elevar su calidad de vida, de la labor ejecutada suele sacar provecho político en tanto tergiversa su deber como un favor.
Semejante enfoque asistencialista perpetúa los estereotipos de las personas mayores, es decir, al seguir creyendo que son incapaces, al ser infantilizados y darles trato condescendiente, parece un gesto magnánimo el otorgamiento de una pensión, cuando sólo significa el cumplimiento de una fracción de las obligaciones que además se produce en el corto plazo, generando dependencia, desincentivando la autonomía, en lo que la comunidad se enternece porque ahora sí ayudarán a los “viejitos”.
Creer que la limosna es suficiente acarrea el agravamiento de problemáticas como la que hasta agosto costó la vida de 33 mil adultos mayores que enfermaron de COVID 19 y no pudieron superarlo no sólo debido a la edad, sino a padecimientos como la hipertensión y la diabetes que no siempre pueden controlarse por falta de acceso a la salud y a medicamentos.
Precisamente en la reciente celebración del Día Internacional de las Personas de Edad este 1 de octubre, se recordó a los países que este grupo de la población aumentará en los siguientes treinta años, de 703 millones que había en 2019, a más de 1500 millones de los cuales el 80 por ciento estarán en países de ingresos bajos y medianos, de ahí el proyecto de las Naciones Unidas de proponer un Decenio del Envejecimiento Saludable de 2020 a 2030, encaminado a unificar los esfuerzos internacionales para mejorar la calidad de vida de los adultos mayores (que seremos), procurar la salud y la conservación de las capacidades, es decir, contribuir a la libertad y la autonomía.
De verdad, ¿queremos que los estereotipos y prejuicios por el mero hecho natural de envejecer se sigan reproduciendo? ¿Estamos alertas a que cuando nos toque, el entendimiento de lo que debe hacerse siga conservando las mismas ideas mediocres?
¿Qué pasaría si le dijera que la idea que usted tiene de una persona adulta mayor afectará su propio futuro? A más ver.