- Especial para SemMéxico.
- La gente recuerda lo que pasó, mucha no quiere hablar.
- Todavía hay vastas zonas destruidas.
Guillermo Quintero (texto y fotografías)
SemMéxico, Mariupol, Ucrania, 16 de marzo del 2023.- Regresar a Mariupol después de casi un año de haber estado aquí cómo corresponsal de Junge Welt, es muy interesante y al mismo tiempo impactante.
La vez pasada que estuve aquí, éramos muy pocas y pocos periodistas, los combates estaban muy intensos a principios de abril, me tocó presenciar los cuerpos en la calle, las familias refugiadas en los sótanos, sin calefacción haciendo pequeños fuegos en las calles para calentarse y cocinar, apenas con agua y comida de ayuda humanitaria y de las y los mismos periodistas.
Las explosiones escuchaban todo el tiempo, era muy peligroso toparse con una mina y había muchos francotiradores.
Recuerdo que cuando llegamos, varias familias salieron de los sótanos para recibir el agua y alimentos qué traían algunos/as periodistas.
Esta vez, aunque podemos contemplar todo el impacto de la confrontación, la ciudad está regresando a la normalidad. Es un sábado y todos los mercados están llenos, hay mucha actividad de las empresas que trabajan la reconstrucción, empresas turcas y otras empresas contratadas por otras ciudades que están hermanadas con Mariupol, como San Petersburgo.
Por todos lados hay camiones transportando materiales y escombros. Son incontables los edificios destruidos, pero también son muchos los que están parcialmente dañados. Se pueden ver trabajos de demolición, de reforma y hasta barrios enteros completamente nuevos. «yo estuve escondida con mi familia durante varios meses, estábamos en el sótano, puedo dar testimonio de como los nacionalistas utilizaron a la gente que, como escudos humanos, se subían a los edificios y desde allí disparaban».
«Finalmente después de mucho tiempo, nosotras y nosotros nos escapamos caminando durante muchos kilómetros, las carreteras también eran bombardeadas, algunos las llamaban las carreteras de la muerte, pero conseguimos salir de aquí y volvimos cuando ya estaba todo más tranquilo». Por la estación de trenes, hay unos pocos trenes casi totalmente quemados.
Bruno, uno de los pocos periodistas que ha podido estar aquí durante varios meses relata: «cuando vine aquí con otro periodista (Maurizio), estaban estos trenes ardiendo, la gente decía que los batallones fascistas los quemaron con algunas personas dentro, para evitar que la gente se fuera de la ciudad, al cruzar el puente hacia la playa, me topé con un cuerpo y pensé que no era buena idea ir por ahí, así que finalmente caminamos por las vías del tren, porque pensamos que era lo único que seguramente no estaba minado.»
Finalmente vamos a uno de los mercados, recuerdo que la última vez, la gente qué vivía más lejos de la línea del frente, estaba reunida en donde estaba METRO, ese supermercado que venden al mayoreo, cariño mío largar con la espada repartir ayuda humanitaria.
Hoy hay mucha gente, podemos ver todo tipo de productos y puestos de todos los tamaños. Nos dirigimos a una señora mayor y le preguntamos cómo fue su experiencia, ella nos dice: «ha sido lo más terrible, estuvimos mucho tiempo ocultos y ocultas, pasando muchas dificultades, directamente se emociona y empieza a llorar, he visto mi vida 7 personas.
“Trataron de calentarse lo mejor que pudieran, pero murieron todos». Le damos un pequeño abrazo, tampoco queremos hablar detalles que la hagan sentir peor, algunas personas no quieren recordar ni hablar sobre lo que pasó.
Elena, quien nos traduce, nos cuenta: «la gente ha dicho que han arrancado estás horribles páginas de su vida, para empezar a escribir desde cero en unas páginas blancas». Pero también hay otras personas que están contentas de que podamos contar su historia, alguien nos regala un muñequito, algo muy sencillo que vende, el muñequito tiene un mensaje: «qué bien cuando todo está bien».
SEM/MG
