Hallazgos| Morir para ser yo

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Rocío Fiallega

SemMéxico, Ciudad de México, 12 de diciembre del 2022.- Anita Moorjani descubrió el propósito de la vida: “ser nosotras mismas, vivir nuestra verdad y ser el amor que somos”, encontró que el amor incondicional y que la vida en el presente es más importante que los juicios, que mientras más nos alejamos de nosotras mismas menos estamos en armonía con el todo, tomando en cuenta que todas y todos somos uno.

La narrativa que utiliza esta mujer con genética hindú, nacida en Singapur y con educación británica, en su libro Morir para ser yo, va desde sus orígenes y su propia historia, la forma en la que enfrentó el cáncer que la postró hasta mantenerla en coma y así vivir una Experiencia Cercana a la Muerte (ECM), en la se le presentó la opción de regresar o no (ya sabemos la respuesta); por lo que ahora comparte con quien la quiera escuchar y leer, los mensajes que obtuvo.

En su experiencia, así, envuelta por un océano de amor y aceptación incondicionales, contempló un nuevo paradigma de la existencia: convirtiéndose en la cristalina luz de su propia conciencia: “Cada uno de nosotros es como un prisma que refracta la luz blanca pura (el amor) en todos los colores del arcoíris, y todas esas tonalidades (las emociones) son necesarias por igual para constituir el todo”

Para ella “Darme cuenta de que soy amor fue la lección más importante que aprendí. Esta comprensión me permitió librarme de todos los miedos y esa es la clave que salvó mi vida” y  “Comprendí que sólo puedo hallar la verdadera dicha y felicidad si me quiero a mí misma, yendo a mi interior, siguiendo a mi corazón y haciendo lo que me proporciona alegría”.

Nos comparte que hasta ser ella misma pudo ser, que dios no es un ser sino un estado del ser, que “Nuestro ser real es infinito y mucho más poderoso, una entidad completa y total que no se puede romper ni dañar de forma alguna”, pero seguimos en la necedad de vivir con y por el miedo, de permanecer en la ilusión de la dualidad, en lugar de reconocer el amor y la energía universal en cada célula y que somos una unidad con el universo, pues todas y todos estamos conectados.

El haber decidido estar en la vida, le implicó contemplarla con nuevos ojos y tratar de traducir su experiencia, para que cada persona comprenda que “todos/as somos uno, todos/as somos puro amor en esencia, todos/as somos magnificentes”, que somos una parte divina e integral de un Todo mayor.

El conocimiento que nos ha legado es que “soy parte de un gran tapiz cósmico, de que estoy en su centro esencial y de que puedo entrar en contacto con todo el universo con solo ir hacia mi interior”.

Hay que leerla.

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A partir de este domingo 2 de marzo ofrecemos: una retrospectiva, a 50 años de la primera conferencia mundial de la mujer que se celebró en México, de los 30 años de la IV Conferencia Mundial de la Mujer, Beijing 1995 y todo lo que sucede y está sucediendo alrededor del 8M.


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