Norma Loto
SemMéxico. Buenos Aires, Argentina. 30 de diciembre 2020.- Eran los noventa cuando me enteré que una amiga había muerto por un aborto clandestino. Puedo recordar la crudeza de los relatos sobre todo su penar. Desde aquel día supe de qué lado de la historia me iba a parar, por siempre.
Soy norteña y el contexto no fue el propicio para pensar políticamente la injusticia que veía a mi alrededor, pero al salir de esa geografía pude escuchar y conocer a Florentina Gómez Miranda, diputada de la UCR. Era el año 1999, Florentina tenía la cabellera con un blanco envidiable y era inmensa a pesar de la fragilidad y la pequeñez de su cuerpo de 80 y tantos años.
Ella, decía que: “El aborto es el único delito que tiene exclusivamente una víctima: la mujer. La lucha contra el aborto está mal encarada. No se está en favor o en contra. Nadie puede estar en favor, porque la mujer es la víctima”, la escuché decir a los gritos que “una mujer es la que tiene que decidir si quiere ser madre”. Florentina hablaba de ese derecho tan lejano.
Luego, al principio del nuevo milenio el aborto y el pedido de legalización/despenalización empezaron a tener más visibilidad. Recuerdo una única charla con Dora Codelesky, creadora de la comisión que impulsó la Ley del Derecho al Aborto que con tanta pasión defendía el derecho a la autonomía de los cuerpos de las mujeres. Estábamos paradas en las puertas del Congreso luego de una actividad organizada por María José Lubertino, y me decía lo importante que era el apoyo de los medios, también remarcaba: “No nos equivoquemos: nuestra reivindicación no es solamente una respuesta a la muerte de las mujeres, por no tener la posibilidad de poder efectuarse un aborto en condiciones asépticas en un hospital público. Es algo mucho más profundo que toca a la igualdad, a la democracia, a la libertad”.
Mi memoria me lleva a las marchas que no eran multitudinarias y cantábamos: “si el Papa fuera mujer el aborto sería ley”. Y también retrocedo al 2005 cuando un grupo de 20 mujeres viajamos a Mar del Plata donde se realizaba la Cumbre de las Américas, teníamos una reunión con los cancilleres y todo se preparaba para recibir a Hugo Chávez y a George Bush. En ese escenario, nosotras llevábamos un documento y algún que otro pañuelo verde y fue en un elegante recinto del Hotel Costa Galana que a una compañera se le ocurrió ponerse el pañuelo verde sobre su cara, (parecía el subcomandante Marcos pero con pasamontañas color verde) y fue expulsada por las personas de seguridad. De aquel encuentro y de las reuniones previas brota imagen de Cecilia Lipszyc. A Cecilia le hubiese encantado presenciar este momento, la imagino gritando esta victoria con sus pelos rojos y electrizados, sus rugidos contrastando con su elegancia. Creo recordar que ella me regaló el primer pañuelo verde.
Hoy, 30 de Diciembre de 2020, nuestra lucha se convirtió en Ley. El aborto #Esley!. ¡Hemos recorrido un largo camino, muchachas!, y no bajemos ninguna bandera, que sigan altas porque las amenazas a nuestros derechos siempre estarán presentes. Sin embargo, podemos decir que hoy – con tan pocas horas dormidas- hemos amanecido en un país con más libertad y sobre todo con justicia social. ¡Brindemos!