Textura Violeta
El reconocimiento es asunto político, de poder.
*Pueblo Catalán, con su meta independentista, coloca en vilo al gobierno español y al sistema monárquico.
SemMéxico, 20 septiembre 2017.- ¿Qué tienen en común Juana Azurduy de Padilla y varias mujeres que ahora mismo protagonizan un movimiento dirigido a obtener la independencia de Cataluña del Estado Español? Algunas cuantas, hay.
En todas las luchas por poder, territorio, recursos o libertades han estado de alguna manera presentes las mujeres. Aunque su papel haya sido relevante, generalmente en textos de historia, los cuadros de batallas y fotografías conmemorativas aparecen sólo hombres.
Juana Azurduy es una de las pocas mujeres presentes en los libros de historia por su importante papel en la lucha por la independencia del Alto Perú y del territorio del Virreinato de la Plata (Bolivia-Argentina) contra el yugo español; sin embargo, no fue reconocida en vida. Post mortem, fue ascendida al cargo de Generala en Argentina y Mariscala en Bolivia.
En Cataluña, una de las 17 comunidades autónomas de España y donde gran parte de su población de ocho millones de personas la consideran una nación, actualmente se vive una tensa situación porque para el próximo 1 de octubre el gobierno catalán ha convocado un referéndum, declarado ilegal desde el gobierno español, que busca la independencia. En este proceso, y desde hace unos años, son varias las mujeres que están en primera línea y también sufren las consecuencias.
La reivindicación independentista catalana es una demanda histórica desde que en 1714 este territorio perdiera sus fueros tras la Guerra de Sucesión. Actualmente, y de forma especial desde 2012 cuando su Estatuto de Autonomía fue anulado, gran parte de la población pide la independencia y este fue el mandato dado en las urnas al actual gobierno Catalán.
Si bien la presidencia de Cataluña la tiene un varón, Carles Puigdemont, en la palestra independentista aparecen varias mujeres, principalmente la Presidenta del Parlamento, Carme Forcadell, y las representantes de los partidos separatistas Marta Rovira y Anna Gabriel, entre otras, así como también figura Inés Arrimadas desde la oposición y favorable a la unión con España.
En 2015 el gobierno boliviano de Evo Morales donó al argentino de Cristina Fernández un monumento a Juana Azurduy de Padilla – uno de los pocos reconocimientos públicos que ha recibido esta luchadora que murió en la indigencia –, para reemplazar a otro de Colón en los jardines de la Casa Rosada de Argentina. El monumento ya fue retirado, para ser colocado en una fundación, por el actual gobierno de Mauricio Macri. El reconocimiento es asunto político, de poder.
¿Qué pasará con las mujeres que hoy protagonizan la lucha independentista de Cataluña? No lo dirá la historia, que no es neutra ni justa, sino quien la escriba. Por ahora, algunas ya tienen sanciones económicas que las dejarán en la ruina y con deudas.
Hoy, las armas el Estado español contra este proceso independentista son actuales, aunque ha sido criticado por atentar a los derechos humanos, la libertad de expresión y la legalidad: todo el gobierno Puigdemont, toda la mesa del Parlamento y 712 alcaldes y alcaldesas electas que respaldan el referéndum pueden tener procesos inclusive penales; por otra parte, la Guardia Civil ha ingresado a varios medios de comunicación advirtiéndoles sobre sus publicaciones; se inspeccionan imprentas e incautan material impreso; varias páginas web institucionales han sido cerradas; a la población se ha advertido de multas de hasta 30 mil euros. Pese a todo, este pasado 11 de septiembre un millón de personas salió a la calle a pedir la independencia. En todo este proceso, la presencia femenina ha sido vital y protagónica.
Si hay alguien a quien le parece que aquí se está banalizando la transcendencia de la heroína altoperuana, Juana Azurduy, al compararla con lo que ocurre en Cataluña, quizás sea que en realidad está banalizando la trascendencia de las acciones y motivaciones de las mujeres, y hombres, catalanes que hoy, con su meta independentista, están colocando en vilo no sólo la estabilidad del actual gobierno español, sino también de su sistema monárquico.