Murió este 28 de septiembre alrededor de las 7:45 pm en su casa
Su hija informa que mañana serán los funerales
Mujeres feministas de todo el país perdieron a una abolicionista contumaz
María Alejandra Mancebo
SemMéxico/Feminismo INC, Cd. de México, 28 de septiembre, 2025.- Desde que tengo evocación, he sentido en mi corazón la urgencia de defender a las que no tienen voz, de luchar por un mundo donde la dignidad humana sea un derecho inalienable. Como mujer, feminista y humanista, siempre he sabido que nuestra verdadera fortaleza reside en nuestra capacidad de empatía, en esa voluntad ferviente de transformar la realidad. Es por ello por lo que hoy quiero hablarles de una mujer que encarna esa lucha con pasión, con fuerza, y con un compromiso que trasciende fronteras: Teresa Ulloa Ziáurriz.
Teresa no siempre fue una figura pública conocida, pero su vida está marcada por una entrega absoluta en la batalla contra la trata de personas, un crimen abominable que vulnera los derechos de las mujeres y niñas en toda América Latina y el Caribe. Nació en un México que aún lucha por superar sus desigualdades sociales, y desde joven sintió en su alma la necesidad de hacer algo para transformar esa realidad. Estudió Derecho, convencida de que el conocimiento y la justicia eran las mejores armas para luchar contra la injusticia, y fue en ese camino donde encontró su verdadera misión: detener el sufrimiento de las víctimas de la trata.

En 1998, Teresa fundó la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC). Desde entonces, su vida ha sido un ejemplo de resistencia inquebrantable. En cada conferencia, en cada reunión con gobiernos y organizaciones civiles, ella transmite una pasión ardiente por proteger a las vulnerables y lograr un cambio real. Su trabajo no solo consiste en crear leyes o políticas públicas, sino en luchar contra toda lógica patriarcal que perpetúa esa violencia sistemática.
No puedo evitar sentir que su historia personal refleja ese espíritu de lucha que muchas de nosotras llevamos en el pecho. Su ejemplo nos mueve a no rendirnos frente a las injusticias, a seguir adelante aun cuando las dificultades parecen insuperables. Porque Teresa ha visto en carne propia lo que significa ser víctima, y ha comprendido que la justicia no es solo una palabra, sino un acto que requiere de valentía, pasión y un compromiso genuino con los derechos humanos.
Teresa Ulloa Ziáurriz nació en 1950 (1º. de enero) en la Ciudad de México. Desde joven, se involucró en movimientos sociales y en la defensa de derechos humanos, impulsada por su profunda empatía y su firme convicción de que la justicia debe alcanzar a todos, sin excepción. Durante años, trabajó como abogada en cuestiones de derechos laborales, pero fue a finales de los años 90 cuando su destino se cruza con la lucha contra la trata de personas. Consciente de la gravedad del problema, decidió dedicar su vida por completo a esa causa, con una determinación que solo las almas verdaderamente comprometidas pueden tener.
Sus esfuerzos la llevaron a coordinar campañas internacionales, a capacitar a operadores de justicia en diferentes países, y a impulsar leyes que sancionen con mayor dureza a los tratantes. Pero su verdadera victoria ha sido la transformación en la vida de muchas víctimas, aquellas que encontraron en ella una guía, un apoyo y una esperanza para salir del abismo en el que habían caído. La pasión que la impulsa nace en su corazón, pero se materializa en cada vida salvada, en cada mujer que recupere su dignidad.
Desde mi propia historia, entiendo que el feminismo no es solamente una bandera de igualdad, sino una lucha apasionada por reconocer que todas las mujeres merecen respeto, protección y amor. La trata de personas, en particular de mujeres y niñas, revela la peor cara del patriarcado, esa estructura que somete, quiebra y despoja. Teresa entiende esto a la perfección, y desde sus acciones, nos recuerda que su lucha no solo busca castigar a los criminales, sino sanar heridas profundas, desafiar las raíces sociales que permiten que estas violencias sucedan.
Su trabajo enfatiza que la protección de las víctimas exige un enfoque de género, que reconozca sus vulnerabilidades y les brinde un camino hacia la recuperación. Para ella, cada niña que logra escapar, cada mujer que recibe atención digna, es una victoria imparable contra la barbarie. El feminismo de Teresa no es un discurso teórico, sino una lucha ferviente y comprometida por un cambio cultural profundo, que empodere a las oprimidas y las vuelva protagonistas de su destino.
La pasión por un mundo más justo..
No puedo dejar de sentir una profunda admiración cuando pienso en su incansable energía, en esa fuerza que brota de su alma y que la impulsa a seguir aún en los momentos difíciles. La justicia que ella busca no es solo un ideal, sino una realidad concreta para tantas víctimas que merecen una vida libre de violencia y explotación. Su mensaje es claro: la trata de personas es una herida abierta en la sociedad, y solo con compromiso colectivo, leyes firmes y empatía genuina podremos sanarla.
A través de su ejemplo, aprendí que la verdadera lucha feminista es también un acto de amor, que requiere de una entrega total y de una pasión que encienda las llamas del cambio social. Teresa Ulloa Ziáurriz nos desafía a no perder la esperanza, a seguir luchando con intensidad y a recordar que cada esfuerzo, por pequeño que parezca, suma en la construcción de un mundo más humano, más digno y más justo.
Hoy, al reflexionar sobre su vida y su trabajo, siento una profunda emoción y una renovada motivación para seguir en la lucha. Teresa Ulloa Ziáurriz es un ejemplo vivo de que la pasión, la ética y la justicia pueden transformar vidas. Desde mi visión feminista humanista, ella representa la resistencia de las mujeres que no se dejan vencer, la fuerza de quienes creen en un mundo donde la dignidad sea un derecho para todas.
Su historia me recuerda que la lucha contra la trata y la violencia no solo requiere leyes o políticas, sino corazones valientes dispuestos a darlo todo por las que más lo necesitan. Con su ejemplo, sigo creyendo en un futuro en el que ninguna mujer, niña o niño sea víctima del horror de la trata. Porque, al final, esa es la verdadera victoria de una lucha que ni la violencia ni la injusticia podrán apagar.



