Beatriz Gutiérrez Müller, académica y esposa del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Foto: Andrea Murcia Monsiváis, Cuartoscuro.
«Una comedia de enredos donde los medios conjugan el futuro y la protagonista responde con un contundente verbo en presente… dejando el final de la obra en un astuto silencio.»
Para la Ministra Norma Piña Hernández, con mi admiración.
Francisco Ortiz Pinchetti *
SemMéxico, Cd. de México, 22 de agosto, 2025.- El telón se alzó hace apenas un par de meses, y el verbo, con su infinita picardía, decidió montar una auténtica comedia de enredos (un subgénero teatral, por cierto, muy cultivado en España). Los medios, convertidos en un coro de narradores con micrófono y pluma, se adueñaron del escenario para interpretar una ópera bufa. El título, que se repetía hasta el cansancio, era un verbo en futuro, simple y contundente, que no dejaba lugar a dudas: se mudará. Era el verbo de la profecía, la bola de cristal verbal que supuestamente revelaba un destino inminente.
En este punto, el juego que todos jugamos entró en escena: «yo me mudo, tú te mudas… ella se muda». Los narradores eligieron la tercera persona del singular. “Ella se muda”, afirmaron. El primer jugador en mover pieza fue el portal mexicano Libre en el Sur, que adelantó los detalles semanas atrás. Con el tiempo como testigo, otros medios como el diario ABC de España confirmaron más tarde la jugada, añadiendo peso y credibilidad a los trebejos sobre el tablero.
Y no se limitaron a un simple rumor; fueron a fondo con los detalles que hacían la partida más interesante. Según sus fuentes, los planes eran para un futuro próximo, y las piezas se movían con una lógica impecable: su hijo se mudará a España para estudiar Derecho en la prestigiosa Universidad Complutense. Y ella, por supuesto, irá con él a vivir a una zona residencial exclusiva de Madrid, de esas donde los ricos más ricos residen, y se reúnen a beber té y hablar de sus fortunas.
Pero a esa certeza le salió un bailarín cojo, el que prefiere el pasito del «quizás»: el verbo podría mudarse. Un condicional, ese tiempo verbal escurridizo que permite a un periodista especular sin mentir, a un analista opinar sin comprometerse. Es la gran sombrilla que lo tapa todo, la capa de invisibilidad que te protege de la falta de pruebas. Es un verbo que, en el ajedrez del discurso público, nunca pierde. Parece seguro, decían, sin ofrecer una sola certeza, sin dar una sola dirección, sin señalar una sola maleta empacada. Un auténtico baile de máscaras donde los verbos se disfrazaban de hechos, y el público, encantado con el espectáculo, pedía más funciones.
En un rincón del escenario, lejos de los reflectores, el tiempo pasado imperfecto, ese soñador empedernido, se tejía su propia trama. Se hablaba de la vida que llevaba la doctora en el extranjero. Él estaba en Madrid, un verbo que, por su naturaleza, se niega a concluir, a poner un punto final. Un eco constante que reverberaba en los pasillos de la rumorología.
El choque de gramáticas: la bomba de la sencillez
Pero justo cuando el galimatías alcanzaba su punto más alto, la protagonista de la historia decidió que ya había visto suficiente de ese circo verbal. Cansada del guión, entró por fin al escenario y, con una sencillez demoledora, espetó una frase que se sintió como un choque frontal de realidades. “Yo vivo en nuestro bello México”.
En ese instante, el verbo vivir en presente simple, directo y sin rodeos, chocó de frente con él se mudará del futuro, con él podría del condicional y con él estaba del rumor. Un yo vivo echó por tierra meses de se mudará, una bofetada gramatical que dejó a todos los bailarines en el suelo. La contundencia de un hecho presente, de una vida actual, anuló el peso de un sinfín de especulaciones. “No me he ido a vivir allá ni a ningún otro lado”, remató, usando el pretérito perfecto, un tiempo verbal que, a diferencia del imperfecto, pone un punto final. Él no me he ido ponía fin a la historia del pasado.
El falso colofón: La mañosa evasión del futuro
Pero si ustedes piensan que el juego termina ahí, se equivocan. Porque en esta pista de baile gramatical, lo que se calla es a veces más ruidoso que lo que se grita. La doctora ha afirmado con total contundencia: “no me he ido a vivir allá” y “yo vivo en nuestro bello México”. Ha negado el pasado, ha afirmado el presente; pero aquí viene la gran jugada, la que deja a todos rascándose la cabeza: en ningún momento se digna conjugar un futuro. Ella simula un desmentido que en realidad nada desmiente.
Y es en ese vacío que la crítica se vuelve más filosa. Mañosamente, la ex no primera dama de México elude el futuro. Es un silencio el suyo que, en el ajedrez de los verbos, resulta una pieza crucial. Y este es el gran chiste del asunto: ella ha ganado la batalla del presente desmintiendo el rumor; pero ha dejado la puerta abierta a la posibilidad.
El rumor de “se mudará” no era del presente, sino de un mañana que ella se reserva. Un colofón perfectamente calculado. Beatriz ha demostrado que se puede ser contundente y, al mismo tiempo, dejar al futuro como un verbo en suspenso. Se puede, en resumen, ganar la batalla del hoy, sin dar ninguna garantía para el mañana.
Y aquí es donde los periodistas de ABC España, con su propia gramática bajo el brazo, se defienden con maestría. A través del periodista David Yagüe, aclaran: “Mantenemos nuestra información… nosotros nunca decíamos que estuvieran aquí… Nuestra información, como se podía leer, hablaba de un traslado próximo, no efectivo; en ningún caso decíamos que ya estaba aquí”. La jugada es impecable. Los periodistas no usaron el pretérito imperfecto que la acusaría de un hecho consumado. No. Su verbo siempre fue el futuro, el de la posibilidad y el plan. Una lección de precisión periodística, tan hilarante como la evasión misma, que a la vez defiende la validez de lo publicado y reitera la postura del medio: “mantenemos nuestra información”.
La respuesta fue una amenaza, lamentable por donde se le mire, que no abona nada a nuestra divertida comedia. Lo bueno, dijo Beatriz, “es que entrará en funciones el nuevo Poder Judicial y está la opción real de denunciarlos, y que se haga justicia”. ¡Gulp !
La ironía máxima: la paradoja –y la trampa– de los tiempos
Pero el final de esta comedia es una paradoja que va más allá de un simple juego de verbos. Mientras que Gutiérrez Müller se negaba a conjugarse en un futuro español, la narrativa de los medios traía una carga de ironía histórica que no podía ser ignorada. El portal que adelantó el asunto lo puso con toda la fuerza del verbo ser: “La mudanza no sería noticia si no viniera cargada de paradojas.”
Piensen por favor en este dato: en 2019, la misma mujer que promovió la carta al rey Felipe VI en la que el Gobierno mexicano exigía disculpas por la Conquista, gestionaba ahora la nacionalidad española, a la que tiene pleno derecho… que le haría súbdita del rey de España.
Y habría elegido como su futura residencia uno de los enclaves más caros de Europa. La misma mujer que defendió públicamente la vida en “nuestro bello México” iría a vivir a La Moraleja, un lugar con rentas que rebasan lo que gana un trabajador mexicano en todo un año. Es una confrontación de tiempos verbales, sí, pero también de ideales y realidades. Una paradoja que sólo los verbos más astutos podrían conjugar.
Recuerdos del porvenir: un verbo hecho canción
Y como una jugada maestra que parecía poner el punto final perfecto a todo este embrollo, descubrimos que, hace seis años, doña Beatriz –que también es compositora– lanzó una canción que sin saberlo vendría a ponerle el título definitivo a la historia en el futuro. Con una colaboración de lujo, la pieza fue trabajada como una verdadera obra de arte: Gutiérrez Müller escribió la letra, el maestro Armando Manzanero se encargó de los arreglos y el piano, y la inigualable Tania Libertad la interpretó junto con la autora. El tema se lanzó en abril de 2019, y se llamó, con una ironía que sólo el destino podría conjugar… “Estás aquí”.
Mucho antes de que los medios y los chismosos se la pasaran conjugando verbos de partida, la protagonista ya había cantado una oda a la permanencia. Era, a su manera, una declaración de principios antes de la gran batalla, un “aquí estoy” musicalizado, un “yo vivo” con acordes. Un recordatorio, quizás, de que la verdad más simple a veces se esconde en el arte, esperando el momento justo para emerger y callar a los verbos que sólo saben de rumores.
Al final, la verdad, esa escurridiza señora, no está en lo que se ha dicho, sino en lo que se ha callado. Y la ironía máxima, la lección final de toda esta comedia de equívocos –accidentales o voluntarios–, es que la moraleja de este juego de verbos se encuentra en el nombre de un lugar. El rumor del pasado ha sido sepultado, el presente ha sido defendido con un “yo vivo aquí”, pero el futuro, ese mañoso y silencioso futuro, sigue en pie, y con él, la posibilidad de que un día, en La Moraleja, el verbo «mudar» finalmente se conjugue. Válgame.
- Director de Libre en el Sur @fopinchetti