Elena Tapia Fonllem
SemMéxico, Cd. de México, 28 de octubre, 2025.- Sabemos que la violencia, en cualquiera de sus manifestaciones se origina en la cultura, sabemos que puede prevenirse, revertirse y eventualmente eliminarse, no obstante la violencia, incluida la violencia por razones de género, se normaliza en las sociedades contemporáneas.
La costumbre se impone, hasta que es usual, cotidiano y aparentemente normal escuchar o leer noticias de hace varios días, como la de la profesora de media superior asesinada en Oaxaca, supuestamente por varios sujetos, entre los que se encontraba un alumno al que había calificado con bajas notas, o la de la niña agredida por sus compañeros en una escuela de Tláhuac, Ciudad de México, por no llevar el uniforme de marca o bien la joven golpeada por su novio, en un plantel de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.
Los feminicidios no cesan, aumentan; el acoso y hostigamiento sexual tampoco cede, sobre todo en los espacios educativos de las instituciones de educación superior; el ciberacoso con sus secuelas negativas en la salud mental de las víctimas crece, mientras que los ciber agresores se mantienen en el anonimato e impunes.
El feminismo ha promovido el conocimiento y la formación de conciencias críticas que identifiquen las violencias, eviten su normalización, dando lugar a que las mujeres ejerzan sus derechos, rechacen las estructuras patriarcales, accediendo cada vez más a una vida con autonomía.
Pero es tarea del Estado garantizar el bien, un bien común que debe empezar por el bien de las personas, el bien individual. Los entornos escolares merecen ese bien, solo así habrá comunidades libres de violencia.
Ya desde 2009 la SEP junto con UNICEF había identificado la violencia de género en educación básica, como un problema grave. Los datos fueron mostrados en la encuesta realizada y que dio lugar al Informe nacional sobre violencia de género en la educación básica en México. Por esos años se elaboraron libros sobre prevención de violencia de género en preescolar y primaria, donde participó la UNAM, a través del entonces Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG). Programas como Construye T y Fugaces instancias de Género se echaron a andar para el sistema educativo. Pero realmente no ha habido una política educativa consistente a lo largo de los años que capacite a docentes, implante una política educativa al respecto y realice campañas o instrumente programas de largo alcance para que las escuelas de todos todos los niveles educativos se sientan seguras.
Las instituciones de educación superior cuentan ya con protocolos de prevención y atención de violencia de género para atender casos de víctimas de acoso y hostigamiento sexual, aunque el problema persiste y se reportan fallas en tales instrumentos.
¿Hasta cuándo seguiremos viendo que ocurren casos de violencia hacia docentes y estudiantes?



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