(resumen de la ponencia presentada en el “Foro para la implementación de la Semana Laboral de 40 horas” convocado por le Secretaría del Trabajo y Previsión Social el 19 de junio de 2025)
Saúl Escobar Toledo
SemMéxico, Ciudad de México, 30 de julio, 2025.- Una jornada de 40 horas a la semana con dos días de descanso para los trabajadores asalariados del país es una demanda legítima que sin duda aportaría beneficios no sólo para la clase obrera. También abriría el camino para un cambio estructural de la economía mexicana.
Un estudio reciente que concentró datos de más de 180 naciones mostró que ha ocurrido un descenso constante de las horas de trabajo en todo el mundo con excepción de África (que no se incluyó en la investigación) y de Asia, región en la que aumentaron entre 1985 y 2010,y posteriormente han venido disminuyendo.
Por ejemplo, en Europa las horas trabajadas efecivas (promedio semanal) descendieron de 45 a 32 horas desde finales de los años cuarenta del siglo pasado hasta 2020. En Estados Unidos, nuestro socio comercial más importante, el descenso ha sido sostenido desde 1960 aunque menor que en el viejo continente: el promedio actual es de 35.1 horas por semana.
En América Latina el promedio de horas trabajadas por semana es todavía muy elevado: destacan Colombia, México y Perú que tienen un registro entre 43 y 44 horas.
Sin embargo, hay que agregar que, si observamos el porcentaje de trabajadores que laboran 49 horas o más en relación con el total de empleados asalariados, nuestro país está a la cabeza. El 28% de los trabajadores mexicanos tiene que dedicar mayor tiempo a sus labores, seguramente para llevar más ingreso a sus hogares. Un porcentaje superior a por ejemplo a Chile, Brasil o Argentina que tienen una proporción mucho menor, entre 10 y 16%. Lo anterior muestra que en México las jornadas son prolongadas y que, además, una cantidad significativa de trabajadores debe dedicar más tiempo a sus labores que lo que establece la Constitución (48 horas). Es probable que se les pague tiempo extra, pero hay muchos casos en que este excedente no se remunera debidamente.
Hay que resaltar que, en lo que se refiere a los trabajadores industriales, la situación es más grave ya que el promedio semanal alcanza casi 52 horas lo que quiere decir que las fábricas se benefician, más que otras ramas de la economía, del tiempo extra. En el sector servicios como comercios, restaurantes y hoteles, las jornadas son menores.
Los representantes y vocero de los patrones han argumentado que la disminución de la jornada aumentará los costos laborales. Frente a este argumento, hay que destacar que, si hacemos una comparación internacional, particularmente con otras naciones de América Latina, los salarios en México son reducidos. Por ejemplo en Brasil se trabaja menos horas por semana (39 promedio) y los trabajadores reciben mayores ingresos. En México, en cambio, se trabajan más horas promedio (43.7) y los trabajadores obtienen menores salarios.
El ingreso medio de la población ocupada en el sector privado en Brasil y en América Latina en 2023 según la CEPAL equivale a poco más de 3 canastas básicas, mientras que en México está en un equivalente a menos de 2.5 canastas. Se usa este indicador, canastas básicas, para poder hacer la comparación internacional ya que, si utilizamos la moneda nacional o su equivalente en dólares de Estados Unidos, la medición puede ser engañosa por las fluctuaciones constantes de estas monedas. Medir los ingresos laborales con base en su poder adquisitivo refleja mejor la realidad.
En resumen: en nuestro país las jornadas son largas y los salarios reducidos en comparación a Brasil e incluso al promedio latinoamericano. Hay por lo tanto un margen para elevar los “costos laborales” ya sea mediante un aumento directo de los salarios o reduciendo la jornada y aumentando el empleo, costos que, como veremos más adelante podrían absorberse sin afectaciones para las empresas si mejoran sus procesos productivos.
Con base en los indicadores de la CEPAL, llama la atención que los profesionales y técnicos asalariados, aunque reciben mayores ingresos que el trabajador promedio, comparativamente con América Latina y en especial con Brasil, están mal pagados: en Brasil, estos trabajadores, más educados y con mayor calificación reciben un equivalente a 9 canastas básicas, en América Latina alrededor de 7 y en México 5. Esto significa que un trabajador que tiene más años de estudios y haya cursado la preparatoria, algún bachillerato técnico o haya asistido a la universidad, recibe un ingreso notablemente inferior al de sus pares latinoamericanos.
Lo anterior tiene más relevancia si tomamos en cuenta los resultados de un estudio de la OIT titulado “Eficiencia Técnica de las empresas en México” publicado en 2021. El documento considera que para aumentar la productividad hay que tomar en cuenta la eficiencia técnica de las empresas, es decir, los procedimientos y la maquinaria que utilizan en sus procesos productivos.
Los resultados muestran que, si se mejorara su capacidad productiva, sus rendimientos podrían aumentar entre un 40 y un 20%. Esta eficiencia puede elevarse si los empresarios invirtieran más en el capital físico de sus instalaciones.
De acuerdo con estudios de varios economistas mexicanos como Jaime Ros, a partir de los años ochenta, se presentó una caída de la inversión pública y privada, lo que limitó la absorción de nuevas tecnologías. Ello explicaría asimismo que la demanda y los salarios de trabajadores menos calificados en México sean comparativamente superiores a la de profesionales y técnicos si tomamos en cuenta los indicadores del conjunto de América Latina.
En nuestro país la aportación de la fuerza de trabajo para aumentar la producción es superior a la del capital que se invierte en equipo y maquinaria. En otras palabras, las empresas prefieren invertir más en contratar trabajadores y menos en mejorar su capacidad y su eficiencia técnica.
Se requiere, por lo tanto, alentar la inversión en maquinaria y equipo. El estudio de la OIT recomienda mejorar el acceso al financiamiento o a incentivos fiscales, en especial a los establecimientos pequeños y medianos de tal manera que puedan adquirir activos fijos que permitan aprovechar las tecnologías, lograr una producción más eficiente y limpia, y ampliar el capital utilizado en la producción.
Por ello, la reducción de la jornada laboral es importante no sólo para mejor el nivel de vida de los trabajadores. Podría estimular a los dueños y administradores de los negocios a aumentar su productividad y no descansar en jornadas largas y bajos salarios.
Así, mejoraría la calidad de vida del trabajador lo que aumentaría la productividad y, además, se beneficiaría el conjunto de la economía mexicana estimulando un mayor crecimiento.
México ha recibido inversión extranjera que ha aprovechado el reducido costo de la fuerza de trabajo mexicana, destacadamente por a la ausencia de sindicatos representativos y la existencia de contratos de protección, lo que ha propiciado que buena parte de ese capital foráneo se invierta en maquiladoras que se caracterizan por el uso intensivo de fuerza de trabajo. Pero, incluso las empresas con mayor nivel tecnológico, como las que producen motores o ensamblan automóviles, también han recibido ganancias muy altas por los bajos costos laborales, ganancias que, no totalmente, se reinvierten en nuestro territorio.
Nuestro país requiere empresas que eleven su capacidad de producción y se modernicen con nuevas tecnologías. Lo anterior exige una nueva política económica que incluya un mejoramiento constante de los salarios y las condiciones de trabajo, entre ellas, la reducción de la jornada laboral. Serviría igualmente para promover un cambio estructural, un nuevo modelo de desarrollo que no se base en la explotación desmedida de los asalariados, como ha sucedido en el pasado, desde que se puso en vigor el TLCAN con Estados Unidos hace ya tres décadas.
En síntesis, la reducción de la jornada a 40 horas beneficiaría a todos los mexicanos.
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