Norma Escamilla Barrientos
SemMéxico, Cd. de México, 29 de octubre, 2025.- Escribir es mi refugio, mi soliloquio cotidiano que no siempre tiene un horario especifico, ese vínculo que, a veces, lo requieres todo el día, a veces por momentos, y a veces, le quieres un poco lejos, como a tu amante querido.
De pronto, durante el día me invade ese pequeño nervio que recorre el cuerpo, las ideas e imágenes posibles de escribir se aparecen de pronto, de corrido o de manera fugaz, en el momento menos esperado. Me da temor olvidarlas, así que busco papelitos o mi cuaderno para escribirlas. Llega la tarde-noche y es mi cita esperada, entro a ese lugar de la casa que solo a mí me pertenece, me acompañan como testigos voyeristas mis libros, algunas fotos, cuadernos, historias, recuerdos y secretos. Cual amante impaciente llego a mi cita, reposo en mi escritorio y comienzo a coquetear con mi texto dedicándole mi atención.
Mi gozoso sentir al estar frente a mi ordenador, en ese mi espacio amoroso, creativo e íntimo, es una de las mejores formas de compartir mis momentos con el amante perfecto, donde proyecto lo que viene a mi mente, aun cuando no tenga mucho sentido, se agolpa en mi cuerpo y necesita ser tecleado para existir. Ese texto que te atrapa y que te tiene anonadada escribiendo, corrigiendo, plasmando lo que piensas, tus dudas, conflictos y sentires ominosos. En ese diálogo te permites ser lo más honesta posible al hablarle de tus miedos, inquietudes, ocurrencia, preguntas y te lleva a plasmarlos en un hibrido de palabras con emoción. Y comienzas a escribir.
El tiempo corre sin darte cuenta, hasta la madrugada, charlando plácidamente con tu texto, sin darte cuenta escribes, borras y sobrescribes, extasiada, hasta llegar a la calma o al punto donde prefieres tomar distancia, porque ya no hay más que decir en ese encuentro. En esa calma, te invade una rica sensación de alejarte, te vas soltando despacio, de los brazos de ese amante que acaparó por muchas horas tus sentidos, tu creatividad, tu pulsión de vida, para ir entonces sigilosamente a tu cama.
Cuidadosamente, te metes entre las sábanas y vas percibiendo ese aroma amoroso y tibio que yace ahí, invitándote a acurrucarte. Sutil te vas metiendo poquito a poquito, y de pronto sientes esa mano que te da la bienvenida, te acerca a su cuerpo y adormilado te da un dulce beso, tú se lo respondes y sus cuerpos comienzan a entretejerse, para decantar el deseo despierto, sintiendo esa necesidad de amarse y se aman, y se aman, una y otra vez.
Y entonces, de un texto escrito pasas a escribir en la piel de otro amante nocturno, en el cual cada noche rescribes tus ganas, deseos, fantasías y placeres. Su cuerpo se convierte en lienzo para tu escritura y al mismo tiempo su escritura te abraza, sus intercambios logran un solo escrito que no es posible nombrar porque se convierte en sentir, en historia impresa en sus cuerpos teñidos de tintas transpirantes, que al compartirse se fusionan sin saber a quién le pertenecen, quedando almacenado en el pensamiento y la emocionalidad intangible de esa noche, de esos cuerpos, versando así, entre puntos suspensivos, puntos y aparte, y punto final cuando al borde del texto en crescendo se rompe con el silencio de la madrugada.
Al final de su escrito corporal, pausado y excitado, que los hace transpirar, morir y vivir al mismo tiempo, se desploman y vuelven nuevamente al acomodo de sus regazos, agradecidos con esa entrega durante el alba, entretejiendo sus cuerpos amados, a la espera de un nuevo día, de una nueva historia.
Lo puedes encontrar en escritoras que besan. Editorial CODISE.
Norma G. Escamilla Barrientos. Es licenciada en pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM y tiene maestría en psicoterapia psicoanalítica por el Centro Eleia, A.C.



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