Isabel Ortega Morales
SemMéxico, 26 de octubre, 2020.- Es el día del médico, los celulares llenan los espacios con reconocimiento a su labor. Escribimos emotivas frases. En Palacio Nacional el Presidente Andrés Manuel López Obrador entrega galardones al personal médico, 5 a mujeres y 9 a hombres. Sentimos orgullo de la labor de ese ejército blanco que está en la primera línea de atención en la pandemia que el Coronavirus golpea al mundo, con la diferencia en la aplicación de las políticas públicas conducentes.
La señorita, tras el módulo de atención, toma su yogurt, lo abre, introduce la cuchara en el bote y después en su boca al tiempo que exclama “hágale como quiera”. La fiebre del médico continúa y su búsqueda de que le apliquen una prueba del Coronavirus obtiene esa respuesta que prácticamente cierra el ciclo de un dìa de peregrinar en el estado de Morelos en los hospitales del Calero y Centenario.
No ha tenido tiempo de ir a darse de alta. La realidad es que los pacientes en las zonas suburbanas no permiten darse un espacio para hacer un trámite, aunque su talón de pago indique que está el descuento respectivo. Lo que lo acreditaría como derechohabiente, y sino, como un médico-paciente en busca de una prueba que determine la ausencia o presencia del temido virus.
Está indignado. Solo, sin familiares, inicia el recorrido a las 8 de la mañana. Los médicos en los hospitales no tienen espacio para un descanso. La espera de pacientes para tener atención debe tener eso, paciencia, a pesar de llevar síntomas evidentes de COVID 19, y están en el espacio indicado a la espera de su turno. Los familiares en su exigencia de una atención rápida. La batalla que libran no tiene, sin embargo, la misma calidad de algunas colaboradoras del área de atención al público que con frialdad y hasta indiferencia parece se burlan de la angustia que prevalece en esa zona de guerra declarada.
En su reciente gira, el Presidente de México reconocía al personal del IMSS. Pero la realidad es que si un médico no tiene derecho a una prueba de COVID, si no tienen derecho a que regularmente se les aplique una prueba de COVID, si ellos/ellas que son el ejército que está dando la batalla carecen de esa atención, derechohabiente o no de los centros formalmente establecidos, pobre sociedad mexicana.
Trasciende que el Presidente y su gabinete se aplican cada semana la prueba de COVID. Bien por ellos. El costo de la prueba no es tan accesible si consideramos que han bajado los costos a dos mil pesos en la Iniciativa Privada, y que, además, el personal médico debe pagar de su salario. Por supuesto ni que decir de la sociedad que si quiere una prueba debe pagarla y ahí hay otra realidad nos muestra que los resultados no llegan tan rápido, lo que equivale a un tiempo perdido de atención rápida e inmediata para ganar un poco de tiempo al virus.
Conocemos a quienes han sido sepultados tras una enfermedad que los postró y el resultado que llegó para ratificar la causa dice: positivo.
En nuestro país hay varias realidades. La que nos ocupa muestra que el ejército que atiende la guerra está en una gran desventaja. En la comparecencia del Secretario de Salud y el subsecretario estrella, el interés de nuestros representantes populares se centraba en la selfie con Gatell. Esa también es una realidad, la de ellos que reciben vacunas en sus centros de trabajo y que no implica gran cosa sacar de su cartera para pagar la prueba
Si en el país, el personal médico, enfermería, laboratoristas, camilleros, etcétera, ni siquiera tienen derecho a una prueba, y a una prueba mínimo mensual, evidencia que no están en la línea de interés de quienes toman decisiones públicas. Que ironía, que desafortunada soledad.