Dra. María Guadalupe Ramos Ponce
SemMéxico, Guadalajara, Jalisco, 12 de noviembre, 2025.- Cada cierto tiempo, los gobiernos vuelven a pronunciar la palabra “seguridad” como si fuera una promesa de bienestar, una garantía de paz. Pero en la vida de las mujeres, esa palabra tiene un eco distinto. No suena a protección, sino a paradoja. Porque, mientras se multiplican los discursos sobre seguridad humana, nuestras vidas siguen marcadas por el miedo, la precariedad y la violencia.
La seguridad humana nació como un concepto esperanzador: se trataba de poner a las personas en el centro, no a los Estados ni a las armas. Pero, con el paso del tiempo, el término se llenó de contradicciones. Hoy, en muchos lugares de América Latina y el Caribe, cuanto más se habla de seguridad, menos seguras se sienten las mujeres.
En nombre de la seguridad, se levantan muros, se colocan cámaras y se patrullan las calles. Pero no hay patrullas que protejan a las mujeres de los feminicidios, del acoso, de la violencia sexual o de la pobreza. Nos dicen que la seguridad está en la vigilancia, cuando en realidad la verdadera seguridad está en la justicia, el cuidado y la libertad.
El Estado nos promete seguridad, pero muchas veces es el propio Estado el que falla en protegernos. Lo vemos en las defensoras criminalizadas, en las periodistas acosadas, en las madres buscadoras que arriesgan su vida en un país que las ignora. Esa es la paradoja: los mismos gobiernos que hablan de seguridad son los que abandonan o silencian a las mujeres.
En algunos países, la militarización se ha vuelto sinónimo de orden. Sin embargo, no hay paz posible con miedo. La presencia de soldados en las calles no disminuye los feminicidios. La seguridad humana no se logra con fusiles, sino con políticas de igualdad, justicia y bienestar. No necesitamos más armas: necesitamos más cuidados, más derechos, más vida.
También existe una paradoja íntima: el hogar, que debería ser el espacio más seguro, es muchas veces el más peligroso. Ahí donde el discurso patriarcal nos dice que “las mujeres están protegidas”, ocurren la mayoría de los feminicidios. Por eso el feminismo ha desdibujado los límites entre lo público y lo privado: porque la violencia doméstica también es un problema político y social, y la seguridad de las mujeres empieza en la casa, pero no termina ahí.
Desde CLADEM, proponemos redefinir la seguridad humana desde una mirada feminista. Una seguridad que no se mida en armas, sino en derechos garantizados. Una seguridad que proteja la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos, de participar en la política, de caminar sin miedo, de expresarnos sin censura. Una seguridad que reconozca que, sin autonomía económica, sin justicia y sin cuidados, no hay vida segura posible.
La paradoja de la seguridad humana en la vida de las mujeres nos recuerda algo profundo: la seguridad no es control, es libertad. No es silencio, es voz. No es obediencia, es justicia.
Por eso insistimos, desde los feminismos de América Latina y el Caribe: no queremos más discursos de seguridad; queremos vidas seguras, libres y dignas. Y esa seguridad no vendrá de arriba: la seguiremos tejiendo juntas, con los hilos finos de la sororidad y la resistencia.
Esta semana tuve la oportunidad de participar en el Foro Virtual Regional “Mujeres y Seguridad Humana”, impulsado por la CIM, la Comisión Interamericana de las Mujeres. Un buen espacio de discusión y análisis que continuará toda la semana. Esperemos que surjan buenas propuestas que puedan llevarse a los Estados para impulsar una seguridad humana para las mujeres. Recordemos que cuando un espacio es seguro para las mujeres, es seguro para toda la sociedad.
Mientras tanto, y volviendo a la realidad de México y de Jalisco, esta mañana fueron ejecutadas dos mujeres de la Policía Vial en Guadalajara mientras realizaban su trabajo, un acontecimiento que nos cimbra en lo más profundo del corazón. La vulnerabilidad, el miedo y la muerte siguen estando presentes en las niñas y mujeres de Jalisco, de México, de la región. Acompañamos a sus familias en su dolor y en la exigencia de justicia para ellas, para todas.
La seguridad integral de las mujeres no se decreta: se construye desde la vida cotidiana, la justicia social y la acción política feminista. CLADEM reitera su compromiso de continuar impulsando una agenda regional de seguridad humana feminista, donde cada niña y cada mujer viva con dignidad, autonomía y sin miedo.
Dra. María Guadalupe Ramos Ponce
Coordinadora Regional de CLADEM
Profesora Investigadora de la UdeG
@dralupitaramosp
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