Ma. Guadalupe Ramos Ponce
SemMéxico, Guadalajara, Jalisco, 29 de octubre, 2025.-Byung-Chul Han, al recibir el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, habló desde un lugar que no suele ocupar el pensamiento contemporáneo: la pausa. Su discurso, breve y contundente, volvió sobre una idea que hoy atraviesa nuestras vidas “la sociedad del cansancio”, esa estructura invisible que nos empuja a rendir, a producir, a mostrarnos disponibles y competentes hasta la extenuación.
Desde una mirada violeta, su advertencia resuena en clave feminista. La autoexplotación que describe Han no es una metáfora: tiene cuerpo, tiene género y tiene historia. Las mujeres, las disidencias, los cuerpos racializados y empobrecidos han vivido durante siglos bajo el mandato del rendimiento sin descanso, cargando no solo con la producción económica, sino con el trabajo del cuidado, el afecto y la sostenibilidad de la vida.
El filósofo coreano señala que hoy el poder no nos oprime desde fuera, sino que habita en nuestra voluntad de hacer más, ser más, mostrar más. Creemos ser libres, dice Han, pero vivimos en un régimen que explota la libertad. Y en esa trampa, las mujeres volvemos a ser las más agotadas, las más vigiladas, las más exigidas. La libertad neoliberal nos prometió elegir, pero no nos liberó del mandato de complacer ni del peso de sostener el mundo.
En los movimientos feministas también se infiltra ese mandato. La militancia se vuelve una carrera, la sororidad se mide por productividad y la urgencia por transformar se confunde con la obligación de no detenernos nunca. La sociedad del cansancio también nos habita cuando nos exigimos ser impecables, incansables, perfectas. Por eso, mirar con ojos feministas el discurso de Han es una invitación a la ternura como práctica política y al cuidado como principio de transformación.
Han advierte también en su discurso una verdad dolorosa: que nos hemos convertido en instrumentos del Smartphone, ya no lo usamos, él nos usa. Esta afirmación, revela las nuevas formas de dominación tecnológica: la hiperconectividad que exige visibilidad constante, la exposición de los cuerpos y la autoexplotación emocional. Las redes sociales multiplican el control, pero también el agotamiento. La violencia digital, el acoso y la exigencia de estar disponibles son parte de esta sociedad que cansa, agota y vigila.
El feminismo, en cambio, nos enseña a poner límites, a sostener la vida sin vaciarnos, a desobedecer el mandato del rendimiento. Frente al vacío que Han diagnostica, esa falta de valores que deja a las personas solas ante su fatiga, las redes feministas tejen comunidad, crean sentido, reinventan el deseo político y la esperanza colectiva. Ahí donde el neoliberalismo destruye vínculos, el feminismo los reconstruye; donde el sistema produce cansancio, las mujeres producimos cuidado.
La resistencia feminista pasa, entonces, por crear espacios donde sea posible el reposo, la escucha, la lentitud. Por recuperar el tiempo propio, por reconocer el cansancio como una señal política, no como un fracaso. Porque en la sociedad del cansancio, descansar es un acto de rebeldía. Y en el corazón de esa rebeldía habita la posibilidad de volver a mirar el mundo con esperanza y con alegría, porque como bien decía Emma Goldman, ¿De qué nos sirve la revolución, si no la podemos bailar?

PD. Hoy 29 de octubre, es la audiencia de Lisby Allen, mujer negra, joven hondureña presa en su país por defenderse de su agresor. Hoy la Sala constitucional de la Corte Suprema de Justicia en Honduras, tendrá en sus manos la posibilidad de dar el salto cualitativo para juzgar con perspectiva de género y ordenar la libertad absoluta de Lisby. Sin duda, será un gran paso para la justicia hondureña y de toda América y el Caribe. Estaremos a la espera de las buenas noticias.
Dra. María Guadalupe Ramos Ponce, Coordinadora Regional de CLADEM , Profesora Investigadora de la UdeG. @dralupitaramosp, lupitaramosponce@gmail.com, mariaguadaluperamosponce@gmail.com



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