Guadalupe Ramos Ponce
SemMéxico, Guadalajara, Jal., 24 de septiembre, 2025.- El 10 de septiembre de 2025, alrededor de las 14:20 horas, una pipa con 49,500 litros de gas LP se volcó y explotó en la calzada Ignacio Zaragoza, a la altura del Puente de la Concordia en Iztapalapa, en la Ciudad de México.
El incendio alcanzó 30 metros de altura y consumió al menos 28 automóviles.
El saldo: 29 personas fallecidas al día de hoy y más de 90 heridas, varias en estado crítico con quemaduras graves.
La empresa responsable, Transportadora Silza (Grupo Tomza), opera bajo señalamientos de irregularidades y falta de supervisión. Las autoridades atribuyen el accidente al exceso de velocidad y han abierto investigaciones por homicidio culposo, lesiones y daños.
Lo ocurrido no es sólo un accidente: es el resultado de una cadena de corrupción, omisión y negligencia institucional. La falta de vigilancia en la circulación de unidades de alto riesgo, la corrupción que permite que empresas operen sin controles y la desigualdad que obliga a las mujeres a cargar con un sistema de cuidados inexistente, conforman un cóctel mortal.
Me indigna profundamente la manera en que se construyen narrativas para romantizar la tragedia. Quieren convertir en “novela” lo que no es más que dolor e injusticia: la abuela que cubrió a su nieta para protegerla del fuego. La presentan como historia de “heroísmo”, cuando en realidad lo que hay detrás es sobrevivencia, precariedad y un sistema que empuja a las mujeres a cargar con dobles y triples responsabilidades.
Esa abuela tenía nombre: Alicia Matías Teodoro, de 49 años, trabajadora como checadora de rutas en el CETRAM Santa Martha. Estaba a solo diez minutos de concluir su jornada laboral cuando la pipa explotó en el Puente de la Concordia. Como lo hacía con frecuencia, llevaba consigo a su nieta de 2 años, porque la madre de la niña también trabaja y no hay un sistema de cuidados que le garantizara un espacio seguro. Alicia protegió a la pequeña con su propio cuerpo, recibiendo quemaduras en el 98% de su piel. Su acto desesperado no fue heroísmo: fue la consecuencia brutal de la ausencia de políticas públicas de cuidado.
La niña sobrevivió con quemaduras en brazos y piernas; Alicia, tras días en terapia intensiva, falleció el 12 de septiembre de 2025. Su historia se intenta contar desde la épica, pero en realidad es el rostro más crudo de la precariedad y de la desigualdad que atraviesa la vida de millones de mujeres.
Aquí se revela el doble discurso del sistema de cuidados: se habla de “priorizar la niñez” y de “fortalecer a las familias”, pero en la práctica los espacios de cuidado son inaccesibles, insuficientes o inexistentes. Y son siempre las mujeres, las más pobres, las más precarizadas, las que no tienen redes ni recursos, quienes cargan con esa ausencia. No hay conciliación entre el trabajo y la vida familiar, sino sacrificio y riesgo.
Desde una Mirada Violeta, debemos resistir la tentación de llamar “heroísmo” a lo que en realidad es la consecuencia brutal de un Estado ausente y de un modelo económico que sacrifica vidas.
No podemos permitir que se maquille la precariedad con historias de valentía. La verdadera historia es la de una tragedia que pudo y debió evitarse.
La memoria de Alicia Matías Teodoro y de todas las víctimas nos obliga a exigir un país donde la sobrevivencia deje de ser la norma y donde las mujeres y la niñez tengan garantizado lo que por derecho les corresponde: seguridad, dignidad y vida.
Dra. María Guadalupe Ramos Ponce
Coordinadora Regional electa de CLADEM
Profesora Investigadora de la UdeG.
@dralupitaramosp
Canal de Youtoube Dra. Lupita Ramos.