Es de sabios cambiar de opinión
• Pero no lo dice abiertamente
SemMéxico, 25 agosto 2018.- Se ha criticado –aquí mismo lo hemos hecho- a AMLO por llamar a una consulta nacional acerca de la continuación o no del nuevo aeropuerto de la CDMX, con todo y los foros previos de análisis y discusión que ello significa, cuando todo mundo ya sabemos que él ya tiene tomada la decisión machacada desde la campaña política de que mejor se abrirán dos pistas en el campo de Santa Lucía y asunto resuelto.
El tema se está complicando un poco porque la consultora en seguridad aeronáutica más prestigiada del mundo (la MITRE de los Estados Unidos), contratada para estudiar la viabilidad de esa opción, la dictaminó en contra: el espacio aéreo disponible sobre el valle de México hace riesgosa o lenta la operación de Santa Lucia y el aeropuerto actual al mismo tiempo.
Ante ello, AMLO recurrió a una consultora argentina (o chileña) para que haga su propio dictamen y sujetarse a él si es favorable a su proyecto. O inclusive, de ser así, contratar a otro perito -el llamado tercero en discordia- para que resuelva en definitiva la cuestión. En éste sentido, AMLO parece guiarse por la Ley de Hiram, según la cual si se consulta un número suficiente de expertos puede sostenerse cualquier decisión tomada previamente.
Como sea, a veces parece que en realidad el presidente electo sí desea ahora que las obras del nuevo aeropuerto continúen y que opere, pero como tanto tiempo estuvo terco con lo otro entonces tiene que buscar una salida decorosa que los foros y la consulta popular pueden darle optando por el nuevo aeródromo. Pero no lo dice abiertamente y entonces los morenistas están prestos para manipular los foros y sostener lo que su jefe dijo en campaña, pese a que solo haya sido un eslogan para atraerse votos y hoy sea otra cosa ya en el gobierno (sic).
Sería de sabios simplemente que AMLO dijera que cambió de opinión. Pero él no es un sabio, sino un Mesías que no se equivoca ni rectifica, pero que sí puede sujetarse a una consulta correctamente amañada para darle la disque contra y que “pese a su voluntad” el pueblo mande y que avance el nuevo aeropuerto.
Pero aquí lo interesante es lo que tiene que ver con la toma de decisiones para después justificarlas, contra la lógica de que primero se estudien las cosas y después se resuelva la mejor medida, lo cual, en realidad, nadie hace. Por una sencilla razón que nos explica el laureado maestro Luis Recasen Siches en su libro “Nueva Filosofía de la Interpretación del Derecho”.
Lo ejemplifica con los jueces, quienes desde el momento en que tienen frente a ellos un asunto ya tienen la sentencia en sus mentes. Y enseguida proceden a justificarla con códigos, tratados, jurisprudencia, derecho comparado, principios generales del Derecho y demás instrumentos que, según esto se utilizan para dar con el resultado. Lo que se utiliza dice, es el Método de lo Razonable, que no está en ninguna ley sino en el sentido común. Un buen abogado, dice, sabe quién tiene la razón sin abrir ningún código (pero lo necesitará para sostener su alegato). Y los legisladores hacen lo mismo: primero deciden qué van a legislar y luego buscan los estudios que lo corroboren.
Y usted y yo, estimado lector lectora, hacemos lo mismo: tomamos decisiones (buenas, malas, interesadas o convenientes), y luego vemos cómo le hacemos para realizarlas.
El punto es tomar, como lo dice Siches, la decisión razonable y no la incorrecta porque si nos aferramos a ésta última y la sostenemos falsamente el éxito será efímero…hasta que la terca realidad se imponga por las malas.
SEM/nv