La CNDH, también al servicio de AMLO
Natalia Vidales Rodríguez
SemMéxico. Sonora. 8 de noviembre de 2019.- Ciertamente que las mujeres deberíamos de estar celebrando que ahora , por primera vez, desde su creación en 1992, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos ( la CNDH), sea presidida por una mujer, como resultó este jueves en que la mayoría morenista en el Senado de la República eligió a la Sra. Rosario Piedra Ibarra al frente de esa vital institución.
Pero no puede ser así, ni dársele siquiera el beneficio de la duda de que hará un buen papel por su –otra vez, y como ha sucedido en los nombramientos de los titulares de otros organismos independientes– cercanía, amistad y admiración expresas para con el Presidente de la República y que suele ser, él y sus subalternos, los más frecuentemente indiciados en la CNDH como violadores de las garantías constitucionales. Ahí se requiere, por el contrario, a una persona fuera de toda duda para ejercer el cargo sin tela de juicio alguno.
Recordemos que las Comisiones de los Derechos Humanos tienen como elemental tarea interceder por los ciudadanos ante la perpetración de abusos por parte de los funcionarios públicos y muy particularmente de aquellos que trabajan en los Poderes Ejecutivos. Pero, además, aquella de presentar, ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, demandas por decretos anticonstitucionales de los gobernantes, así como de advertir cuando se violen sistemáticamente los derechos humanos de sectores marginados de la sociedad. Y muchas otras atribuciones más, la mayoría de ellas por temas exigibles al gobierno. Pero si quien tiene ese encargo es amiga del mandatario y, además, llega en un proceso que la oposición alega como fraudulento… ¿qué puede esperarse?
El hecho de que la CNDH tenga autonomía, personalidad jurídica, independencia y patrimonio propio, según la Constitución , precisamente para desvincularla de las autoridades ( y que serán su blanco habitual para exigirles el respeto a las leyes), deja de serle útil y de tener sentido si existe una cercanía y aún comunión política entre su titular y el mandatario, como ocurre con la recién nombrada Rosario Piedra Ibarra (quien, por lo demás, realiza una gran labor de defensa de los derechos humanos, desde hace 40 años, en el Comité Eureka, una ONG de madres y familiares de desaparecidos en México, fundada por su madre, Doña Rosario Ibarra de Piedra tras la aprehensión y desaparición de su propio hijo, Jesús, a manos del gobierno, hace 44 años).
El nuevo nombramiento ya estaba “cantado”, luego de que el pasado día 23 de Octubre el Senado distinguiera a Doña Rosario con la Medalla Belisario Domínguez, el máximo galardón oficial para quien destaca en una causa ciudadana (como es su caso). Ella no acudió, por su avanzada edad, al acto, y fue su hija, del mismo nombre, quien acudió en su lugar pero, de conformidad con los deseos de su señora madre, declinó el premio diciéndole al Presidente López Obrador que “ lo conservara” y que se lo entregara “junto con su desaparecido hijo”, con lo cual la señora honró su memoria.
Jesús era miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre, y fue borrado del mapa por el gobierno en 1975, luego de haber participado, dos años antes, en el intento de secuestro que terminó en un tiroteo en que murió el ya muy mayor empresario neolonés Eugenio Garza Sada (quien se enfrentó a los agresores con una vieja pistola que solía portar), así como fallecieron uno de sus escoltas y dos guerrilleros.
En Septiembre pasado, y como cada año, en ocasión de un aniversario más del asesinato de Garza Sada, tuvo que renunciar el titular del Instituto Nacional de Estudios Históricos, Pedro Salmerón, luego de calificar como “jóvenes valientes” a los guerrilleros de aquel entonces, en una reseña que publicó sobre el empresario y que causó el disgusto de la sociedad neolonesa (ojalá que el nombramiento de la hermana de Jesús en la CNDH no se traduzca, ahora, en otro disenso al respecto).
Pero lo grave no es eso, desde luego, porque la nueva ombudsperson no tiene ninguna culpa de aquello, sino su cercanía con el Presidente López Obrador quien, por lo demás, ya tiene en el bolsillo a la mayoría de las curules en el Poder Legislativo, tanto como a varios ministros del Poder Judicial, así como a allegados en la titularidad de otros organismos autónomos… y ahora también en la CNDH.
Esa concentración de poder –al estilo de Maquiavelo en su Tratado del Príncipe— es propia de los regímenes autoritarios y ajena a las causas de la Democracia y del respeto a la ciudadanía propuestas, a contrapelo, por Montesquieu en su El Espíritu de las Leyes, con su debida separación y equilibrio de poderes.