*Natalia Vidales de Bitterlin
SemMéxico, Baja California, 3 de febrero, 2025.- La presidenta Claudia Sheinbaum ha dicho -un par de veces cuando menos-, que México no quiere confrontación con los Estados Unidos. Lo ha dicho, pero… a cada discurso del presidente Trump ha respondido a la defensiva y de forma agresiva, acusando al mandatario estadounidense de querer atentar contra nuestra soberanía y buscando, al parecer, despertar la furia de los mexicanos en contra del vecino del norte.
Aparentemente -queriendo quedar bien con los morenistas y sus simpatizantes-, ha utilizado un discurso populista de que todos deberemos envolvernos en la bandera mexicana para defender nuestra nación del -supuesto- gran agravio e injerencia en nuestra soberanía. También se ha referido varias veces al Himno Nacional – recordando aquellos “masiosares” del PRI del milenio pasado: “Más si osare un extraño enemigo profanar con sus plantas tu suelo / piensa ¡Oh, Patria! querida que el cielo, un soldado en cada hijo te dio”.
Poniéndose al tú por tú con Sansón ha dicho, retadora, que ¨no negociará agachando la cabeza¨ lo que nadie le está pidiendo que haga, pero que no abona en nada para una cordial relación…como ha referido que desea, en un discurso contradictorio e inútil.
Las oportunidades de diálogo y conciliación debieron aprovecharse desde hace meses en el Palacio Nacional, en lugar de estar retando al presidente Trump al afirmar que sus amagos eran solo promesas que no se cumplirían y amenazando con que, de ser ciertas, el gobierno mexicano respondería con algo similar como lo ha hecho ahora al anunciar que implementará un «plan B», que incluye aranceles de represalia. ¡Habrase visto! En lugar de abonar a la conciliación y buscar alternativas… se pone -como ya es común hacerlo- a contestar con absurdos. ¿Quién gana con eso?
Los mexicanos no debemos de dar credibilidad al discurso populista de Sheinbaum sino entender la realidad: que llegó a la presidencia de Estados Unidos un hombre con carácter y que va directo del dicho al hecho. Desea -como debería desearlo cualquier líder gubernamental, incluyendo la presidenta de México- acabar con la inseguridad, con la migración ilegal y con las drogas ilícitas que tanto daño hacen a ambos países. ¿No es eso lo que todos deberíamos querer?
Para quien todavía dudaba de que existe complicidad entre el gobierno mexicano y el crimen organizado, hoy se tienen las pruebas contundentes con la resistencia de la presidenta a recibir apoyo para buscar la solución a estos graves problemas de México.
Duele, sí, duele, que el presidente Donald Trump asegure que las organizaciones delictivas mexicanas tienen una alianza intolerable con el gobierno de México. Duele, pero no es nada que no se haya señalado desde el interior de nuestro país; duele porque es la verdad. Hay pruebas, hay denuncias, hay muertos, pero -es de todos conocido- no hay atención de las autoridades.
Los mexicanos deberíamos aceptar -e incluso aplaudir- el interés de Trump de acabar con la producción de fentanilo, con el tráfico criminal de migrantes, con el problema de la delincuencia organizada, y con la violencia imperante.
No caigamos en un falso nacionalismo. Nadie está hablando de invadir México. Se está hablando de imponer orden, nada más y nada menos.
Hoy, hacerlo, va a ser costoso y dañino -por los aranceles que acaban de imponer como respuesta a esas omisiones -, pero el culpable, entonces, no es nuestro vecino país sino el propio gobierno mexicano. ¡Que lamentable!