Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, Oaxaca, 12 de diciembre, 2025.- Los datos estadísticos no mienten. La impunidad en México tiene asentados sus reales desde hace varias décadas y ha trascendido gobiernos priistas, panistas y ahora los morenistas.
El nombramiento fast track de la fiscal Ernestina Godoy Ramos provocó en la primera semana de ese momento de elección-designación una oleada de feroces críticas y cuestionamientos por el procedimiento. No es cosa menor, en eso los usos y costumbres de la institucionalidad -vestidos con ropajes tricolores, blanquiazules o guindas- han demostrado que son iguales. El dedo designador, el dedo del poder, el dedo ejecutor, el dedo de dedos se sigue alzando desde el mismo lugar de siempre, la silla de quien ocupe la presidencia y Claudia Sheinbaum no hace la diferencia. Lo demás, lo que sigue, es el teatro legislativo.
No se trata de cuestionar a Godoy Ramos, porque no sé realmente si ella tiene las tablas necesarias para acabar con el mayor flagelo de este país, la impunidad; porque una cosa es la historial laboral y otra la capacidad para encontrar la forma de resolver la papa hirviendo que tiene en sus manos desde el 3 de diciembre, cuando salió, cual torera en hombros, del Senado de la República.
Sí el cáncer social de este México es la impunidad, un problema que ha mantenido las calles del país llenas de sangre desde mucho antes de que Felipe Calderón se equivocara de estrategia y de estratega, cuando los priistas ya no podían seguir negociando con los grupos criminales que aparentemente operaban al margen del gobierno, pero aportando, eso sí, a la causa. Lo que digo es que no hay sistema político inocente en la construcción de la impunidad.
De ahí el tremendo muerto con el que tiene que cargar Ernestina Godoy Ramos, porque no se trata de llegar a un puesto más para su currículo, sino de hacer la diferencia, una que requerimos las y los mexicanos.
Por años, con el que se fue, el innombrable Alejandro Gertz Manero y los fiscales asignados en cada área, lo único que tuvimos fueron indignos resultados, digan lo que digan. Por ejemplo, en la Fiscalía de Derechos Humanos, la hoy ministra de la Corte, Sara Irene Herrerías, la hacía de portera, no quería que nada se le pasara. Su “criterio” carente de sentido social y perspectiva de género, o sea inhumano completamente, impidió el acceso a la justicia y se inclinó por favorecer a sus amigos. (¿Cómo será ahora en la Corte? Respuesta correcta: igualita).
Ernestina Godoy debe actuar con precisión de cirujana para extraer ese tumor gigante que ha crecido en el cuerpo social de este país. Su primer acto nos dejó dudas. Porque ella está obligada a separarse de aquellos que tienen señalamientos múltiples, concretos y con evidencia, como el senador Adán Augusto López Hernández, un pulpo de múltiples tentáculos. A la fiscal general de la República no le puede temblar la mano frente a los grupos delincuenciales, incluso los que se han incrustado en el poder. Su obligación es investigar y dar resultados.
El hecho de que la fiscal general sea una mujer es otro elemento que le pone las luces encima. Aunque tenemos claro que cuerpo de mujer no garantiza pensamiento feminista, Ernestina Godoy cuando fue fiscal en la Ciudad de México, tuvo excelentes colaboradoras, abogadas feministas que de alguna forma le ayudaron a resolver casos de violencia feminicida y feminicidios que fueron investigados con perspectiva de género, por supuesto.
Ahora la Fiscal podría ser un eje para, independientemente de la “autonomía” de las fiscalías estatales, emprender acciones nacionales para terminar, atender, sancionar y erradicar dos enormes flagelos: la desaparición de personas y los feminicidios, delitos que requieren una verdadera atención, sin más simulaciones ni dilaciones.
Los datos hablan: 120 mil personas desaparecidas y 79 mil cuerpos sin identificar (Elementa DDHH, Fundar y Política Colectiva) al menos en las últimas tres décadas y más de 82 mil mujeres asesinadas de forma violenta en los últimos 40 años (Violencia feminicida en México Aproximaciones y Tendencias 1985-2016 y Informe del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, informe noviembre 2025), de los cuales, sabemos una cuarta parte en promedio se consideran feminicidios. En suma, para Ernestina Godoy estos son dos de sus más graves compromisos.
Resolver ambos sería una hazaña, cierto, como también es verdad que las instituciones no pueden seguir estirando la liga.



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